Amnistía Internacional ha hecho público el informe Prisoner transportation in Russia: Travelling into the unknown en el que documenta las condiciones crueles y degradantes a las que se somete a la población penitenciaria tanto masculina como femenina en virtud de prácticas heredadas del pasado soviético.

El director adjunto de AI para Europa y Asia Central, Denis Krivosheev lo ha dejado claro al afirmar que “hacinan a los presos y presas en espacios diminutos en trenes sin ventilación, sin luz natural, con poca agua y con acceso limitado a usar el retrete. Al cabo de viajes que pueden durar más de un mes, llegan por fin a su destino, a miles de kilómetros de sus familias. Es hora de que las autoridades rusas se deshagan del legado de los gulags. Deben poner fin a estas prácticas y garantizar que el transporte de personas presas se lleva a cabo en condiciones conformes con el derecho y las normas internacionales”.

 

El transporte de los presos se hace habitualmente en trenes especiales conocidos como “stolypins”, muchos de los cuales son de la época soviética. En cada compartimiento sin ventanas (de unas dimensiones en las que, en un tren de pasajeros normal, dormirían sólo cuatro personas) viajan doce personas presas o más, junto con sus pertenencias.

En el informe se recoge el testimonio de uno de los presos que describió su viaje de cinco semanas y media, en que estuvo hasta cuatro días en un compartimiento con más de una decena de presos:

“Viajamos a Samara durante cuatro días sin ropa de cama, sólo con la ropa que llevábamos puesta. Nada más. Ni siquiera nos permitieron lavarnos los dientes. Estábamos a 40 ºC y no había agua ni en el depósito ni en el retrete”.

Durante el viaje, las personas presas sólo pueden utilizar el retrete una vez cada cinco o seis horas. Durante las largas esperas en apartaderos no tienen acceso a retretes en absoluto. Presos y presas que ya han sufrido las condiciones de los trenes explican que evitan comer y beber la noche antes de ser transportadas e intentan llevar tantas botellas de plástico como pueden.

Una geografía marcada por el pasado soviético

A pesar de que la legislación establece que las personas presas deben cumplir sus condenas cerca de su hogar y su familia para facilitar la rehabilitación, la mayoría de ellas, especialmente las mujeres, las cumplen a miles de kilómetros de ellos.

El Servicio Penitenciario Federal Ruso ha heredado una red de colonias penitenciarias del sistema soviético de gulags, muchas de las cuales se encuentran en antiguos campos de trabajo en zonas remotas y poco pobladas del país. Esto significa que la población penitenciaria debe ser transportada a través de largas distancias —a menudo de hasta 5.000 kilómetros—, lo que hace extremadamente difíciles las visitas de familiares. Como sólo 46 de las 760 instituciones penales rusas son aptas para recluir a mujeres, éstas tienen más probabilidades de ser trasportadas que los hombres. Es habitual que los viajes hasta esos destinos duren un mes o más.

Incomunicadas y fuera del amparo de la ley

El Servicio Penitenciario Federal trata toda la información sobre el transporte de presos y presas con el máximo secreto. Ni las personas presas ni sus familias o sus abogados reciben información sobre el destino final antes del traslado. Además de privarlas de ventilación y luz natural, se les prohíbe llevar reloj, lo que aumenta su desorientación.

“Durante estos largos viajes, las personas presas no tienen ningún contacto con el mundo exterior y las autoridades se niegan a desvelar su paradero. Realmente ‘desaparecen’ durante semanas o incluso meses en que sus familias no reciben noticias, lo que las deja fuera del amparo de la ley y las expone a sufrir más abusos. Jurídicamente esta práctica constituye desaparición forzada”, se confirma en el informe, donde se muestra un caso que ilustra bien la situación: el reciente caso de Ildar Dadin, preso de conciencia de Amnistía Internacional encarcelado por participar en protestas pacíficas contra el gobierno que, en diciembre de 2016, desapareció durante más de un mes tras afirmar que había sufrido tortura. Ildar Dadin apareció semanas más tarde, el 8 de enero de 2017, en una colonia penitenciaria a 3.000 kilómetros del centro de detención donde lo habían recluido. Las autoridades dijeron que lo habían trasladado “por su propia seguridad”.

La investigación de Amnistía Internacional está respaldada por las conclusiones de otras organizaciones.

“Los abusos contra personas presas durante el traslado son un serio problema que también hemos advertido en nuestro propio trabajo en Rusia”, manifestó Tanya Lokshina, de Human Rights Watch.

Amnistía Internacional, junto con Human Rights Watch y defensores y defensoras de los derechos humanos de Rusia, pide al gobierno ruso que reforme el sistema penitenciario y, en concreto, el sistema de transporte de presos, para acabar con estos abusos. En particular, lo insta a:

  • establecer límites temporales al transporte de personas presas;
  • cerrar las colonias penitenciarias correctivas más distantes de centros de población;
  • poner fin al hacinamiento en vagones de trenes y camiones penitenciarios;
  • garantizar que el sistema de trasporte está sujeto al escrutinio público y que se informa sistemáticamente a las familias y los representantes legales sobre el paradero de los presos y presas
  • poner fin al transporte de presos y presas fuera de la región donde residen, de conformidad con la legislación vigente.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here