Una ópera bufa es lo que están protagonizando Albert Rivera y Santiago Abascal, que es lo mismo que decir la derecha extrema y la extrema derecha, o los nacionalistas y los ultranacionalistas, o los cuñados y los neofascistas. Una farsa política de peleas y reproches que en realidad esconde un profundo amor y una decidida apuesta para ser partenaires políticos en un futuro no muy lejano. Peleas de enamorados que, al final, no son más que una representación para animar el espectáculo político y esconder que ambas formaciones divergen muy poco en lo fundamental. Son hijos del establishment con la misión de privatizar España. Patriotas de 2,50 euros (que es lo que cuesta una bandera de esas que cuelgan en sus balcones) al servicios de los poderes económicos globales. No son más que, por decirlo fraseología, los mamporreros necesarios para la lucha de clases global.

En los últimos días el dirigente de Vox, Santiago Abascal, ese mismo que no ha trabajado en su vida pero que quiere que la clase trabajadora española sea explotada, se ha dedicado a proferir insultos a Albert Rivera. Todo a cuenta de calificar a Vox como populistas con los que no se debe pactar. Un fariseísmo más del cuñado mayor del reino pues poco o nada ha tardado en acostarse con el populismo de derechas en Andalucía, ya que sus ansias de poder son mayores que su estómago y su ética. El caso es que Abascal se ha enfadado por calificarles de populistas y le ha dicho al dirigente naranja que “te crees Bismarck pero ves un extranjero y te postras, petit Macron henchido de cosmopaletismo. Sigue así. Yo prefiero seguir siendo un español de pueblo, sin complejos”. Y todo porque calificarle como populista le asemeja a Podemos. Y claro para un neofascista que le comparen con los “peligrosos rojos de mierda” es superior a sus fuerzas.

¡Cómo se le ocurre a Rivera compararlos con Podemos! Unos son populistas de Laclau, algo que no han escondido nunca, y Vox es un partido neofascista. Ambos antisistema sí, pero no es lo mismo. También ha exagerado Abascal al decir que Rivera quiere ser como Bismark. Rivera seguramente no sepa realmente quién es y parece que Abascal tampoco. Pero bueno, ya es casi normal, como se refleja en estas páginas día tras día que los dirigentes de la derecha de historia conozcan lo justo. Aunque sí es cierto que Rivera es un petit Macron hoy, mañana igual quiere ser cualquier otra cosas porque ya le hemos visto abrazarse a unas cuantas figuras políticas (John Fitzgerald Kennedy, Adolfo Suárez, José María Aznar, Emmanuel Macron…). Es tan grande su ego que cualquier personaje de la historia parece reencarnarse en él, menos Bismark por favor. No hay que pelearse por la imaginería política, uno puede ser Primo de Rivera y el otro Ramiro Ledesma. Total están al servicio de los mismos personajes del Ibex-35.

Ambos son patriotas (“Aspiramos a liderar gobiernos patrióticos con rumbo claro y sin veletas” ha dicho Abascal en clara referencia al cuñadismo ideológico) y se juntarán en el camino. Porque ambos se aman y se quieren desde hace tiempo. Son el mismo funesto personaje con distintos vestidos. Son como una barbie a la que se puede cambiar el traje y ser muchos personajes pero no deja de ser una encarnación plástica de un prototipo de mujer sumisa. En el caso de Rivera y Abascal son la encarnación de la transposición postmoderna de los monstruos del pasado. Dos personajes que sólo quieren destruir no construir. Dos seres amorales que se disfrazan de postmoderno y diverso uno, y de tradicionalista el otro. Eso sí, con banderita de España en la muñeca y luchando en favor de los patriotas que tienen sus cuentas en paraísos fiscales. O arrastrándose por los suelos ante los amos imperiales. Aunque tienen que escenificar una obra de teatro para que no se note que se quieren y van a acostarse en la misma cama política.

Al final todo es mentira. Ya saben y han hablado sobre la necesidad de pactar, pero si juegan a no quererse igual lo que están haciendo para quitarle los votos al PP. Como éstos se acuestan con quien sea políticamente no se dan cuenta que, en el fondo, Vox y Ciudadanos lo que están recreando es una tragedia para el PP. Con esas peleas tipo Manolo Caracol y Lola Flores lo que consiguen es dejar en el medio y siendo espachurrado a un PP que no sabe hacia dónde ir. No hay nada mejor que sacar a Isabel Díaz Ayuso, que como todo el mundo sabe no tiene ni idea de Ciencia Política, para reubicar al mundo político español. Ciudadanos al centro izquierda, PP al centro derecha y Vox a la derecha extrema pensando que los españoles son tan estúpidos que se tragarán ese trágala. Intenta el PP que no le quiten el sitio en el tablero político pero Vox y Ciudadanos ya hace tiempo que lo hacen. De ahí que Pablo Casado, que no se pelea con nadie, unos días parezca Mussolini y otros Fraga. Pero para fascista ya está Abascal y para pseudoliberal Rivera.

A diferencia de lo que ocurre con el PP, Vox y Ciudadanos se necesitan porque se retroalimentan y complementan. Mientras uno, el neofascismo, puede inocular odios racistas, machistas o antiestatalistas, el otro puede inocular odios más políticos. No dejan de ser en ambos casos odios y necesidad de quebrar el sistema actual para reconformarlo a la conveniencia de los poderes financieros. Desde la tradición y el europeísmo mercantilizado tienen el mismo camino, acabar con la España plural, libre y socialdemócrata. Todo el esfuerzo regeneracionista que lograron UCD y el PSOE se quiere derribar para recortar, cuando no soterrar, la soberanía popular. Ellos la quieren nacional porque así, mediante ese ente abstracto (al menos más abstracto que el otro), doblegarán a los españoles y españolas. Ambos partidos son contrarios a la democracia liberal y los derechos derivados de la voluntad popular. Quieren entregar, sin que haya posibilidad de levantamiento, España al Imperio y sus metrópolis continentales.

Hay que retomar a Guy Debord para analizar todo lo que está detrás de estos tipejos que quieren engañarnos. Esas peleas por una supuesta pureza no son más que el encubrimiento espectacular con el que pretenden hacernos creer que están en una batalla agonística entre ellos, cuando la realidad tras el velo de lo espectacular demuestra que realmente están de acuerdo en todo lo esencial. No es que sean hijos de Aznar como suelen hacer de forma interesada y de ocultamiento también los medios de comunicación, sino que son los esbirros más peligrosos del capital, especialmente la fracción financiera que es la dominante en ese bloque en el poder que domina nuestras vidas en gran medida. Ambas organizaciones responden a los mismos intereses ocultos pero juegan con la ciudadanía  mediante un efecto espectacular. Juegan con la identidad España (como otros con otras identidades) para amortizar a la razón y así poder llegar al subconsciente colectivo de la emotividad irracional que es la puerta para que reine lo espectacular-mítico y así ejecutar una serie de políticas que, de otro modo, no podrían.

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