España siempre ha sido un país que se lo ha permitido todo, en lo fiscal, a sus artistas y famosos. No hace falta recordar casos como el de Isabel Pantoja o Lola Flores, que llegó a pedir una peseta a cada español para saldar sus deudas con Hacienda. Precisamente hace solo unas horas se ha sabido que la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) ha presentado una denuncia contra varios músicos españoles, entre ellos Alejandro Sanz y Joaquín Sabina, por diferentes infracciones fiscales, según informa El Mundo. La denuncia se produce por entender que se han utilizado “sociedades pantalla” para evitar así el pago de impuestos por sus derechos de autor. Hablamos de cantidades muy importantes cercanas a los 70 millones de euros, según el rotativo madrileño, lo que supondrá sin duda la apertura de diligencias por parte de la Fiscalía de Delitos Económicos de Madrid. Con setenta millones de euros se podrían hacer grandes cosas por la sociedad, no solo mejorar las escuelas y hospitales, sino repartir esa riqueza que a los millonarios del arte les sobra con los que menos tienen.

Ahora, por fin, tras siglos de permisividad con las elites culturales, parece que España ha dejado de tratar a ciertos personajes –folclóricas, toreros, futbolistas, artistas de cine y cantantes− como una especie casta de intocables, semidioses a salvo de los artículos de la Ley General Tributaria y de los molestos inspectores de Hacienda. En las últimas horas se ha sabido que la Sección 17 de la Audiencia Provincial de Madrid celebrará el próximo martes la vista oral del juicio contra Cristiano Ronaldo, el musculado y altivo exfutbolista del Real Madrid a quien la Fiscalía atribuye cuatro delitos contra la Hacienda Pública relativos al Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF) durante los ejercicios fiscales 2011-2014 y que habrían significado la evasión de 5,7 millones de euros. El representante del Ministerio Público solicita para el procesado –hoy en Italia−, una pena de 23 meses de prisión, según informan fuentes del Tribunal Superior de Justicia de Madrid.

Ese mismo día, en la Sección 30, también pasará por el juzgado otro exfutbolista blanco, Xabi Alonso, para quien la Fiscalía solicita cinco años de prisión por tres delitos fiscales cometidos entre 2010 y 2012, informa la Agencia Efe.

En el caso de Ronaldo, el Ministerio Público cree que el jugador portugués se aprovechó de una estructura societaria creada en 2010 para ocultar al fisco las rentas generadas en España por los derechos de imagen, algo que supone un incumplimiento “voluntario” y “consciente” de sus obligaciones tributarias en España. Además, el fiscal asegura que el delantero portugués presentó en su declaración del IRPF de 2014 unas rentas de 11,5 millones de euros, cuando los ingresos verdaderamente obtenidos fueron de casi 43 millones. Todo un quiebro a los defensas del erario público, o sea los inspectores del ministerio.

Juicios como el de Ronaldo y Alonso –y otros muchos que vendrán detrás, como ya ocurrió con el divino Leo Messi– demuestran que cuando la Justicia no se fija en los nombres y apellidos, sino simplemente en los hechos, funciona con la independencia e imparcialidad debidas. Ronaldo y Alonso son dos estrellas mediáticas a nivel mundial pero ni a la Fiscalía ni al Juzgado de Instrucción les ha temblado el pulso, ni les ha importado la relevancia pública de los dos investigados, a la hora de sentarlos en el banquillo de los acusados por supuestos fraudes al fisco. Cabe esperar ahora que la Justicia siga adelante con otros muchos jugadores de fútbol que creyéndose impunes han defraudado demasiado dinero al erario público durante demasiado tiempo.

Han sido largas décadas en las que estrellas del deporte y artistas de las más variadas disciplinas habían gozado de una especie de bula papal a la hora de rendir cuentas con Hacienda. Han ocultado dinero en paraísos fiscales, han tributado en países extranjeros que ofrecían tasas impositivas más favorables para ellos y han incurrido en toda una serie de trampas financieras para no abonar los impuestos que por ley les corresponde como a cualquier otro ciudadano.

A las gentes del mundo del arte, en general, a menudo se les llena la boca de patriotismo, de compromiso social con sus compatriotas, de poesía y de buenas palabras en defensa de los valores de los más débiles de la sociedad. Muchos de ellos, como en el anuncio aquel, vuelven a casa por Navidad, dejando atrás sus lujosas mansiones en el extranjero, para dejarse retratar en un hospital rodeado de niños enfermos o participar en un programa solidario de televisión, sin duda buenas causas. Todo eso está muy bien. Pero más harían por el país y por toda esa gente a la que dicen defender o con la que dicen compartir su sufrimiento, a veces algo demagógicamente, si contribuyeran con sus obligaciones fiscales ante Hacienda. La evasión al fisco es un delito no solo grave sino estéticamente feo, tanto por el perjuicio que supone para el avance de una sociedad como por el intento de sustraerle el dinero tan necesario a aquellos ciudadanos que no han tenido ni la misma suerte en la vida ni el mismo talento que ellos.

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