Conviene avisar que en los siguientes párrafos no se encuentra la solución a los males electorales que pudiera tener Podemos en las elecciones del 28 de abril, no hay un bálsamo de fierabrás que haga ganar per se a la formación morada. Sí, encontrarán un análisis que sospecha, un análisis que porfía de los datos aportados por la mayoría de encuestadoras de este país en las últimas fechas. No se espera que Podemos llegue a ganar las elecciones generales, pero partiendo de los propios datos de las empresas de encuestas se hace harto sospechoso que todos los malos datos se adjudiquen siempre en el mismo sentido.

Si se parasen a mirar los datos de todas las encuestas, que son los únicos que tenemos a disposición, podrán comprobar que la intención de voto a la formación morada (sumando En Comú Podem) siempre está entre el 9-11%. Esto es, las personas que tienen decidido su voto por Podemos es un 10% aproximado del sondeo. También todas las encuestas hablan de una indecisión del voto o la abstención de cerca del 45%. Es justo en ese momento cuando el resto de partidos aumentan, en algunos casos hasta duplican, los votos directos y la formación de Pablo Iglesias y Alberto Garzón se queda casi igual que el voto directo. Las empresas encuestadoras ofrecen una proyección “cocinada” que en el mejor de los casos es del 15%, pero la mayoría se sitúa en torno al 12%. Por tanto, uno o dos puntos sólo por encima del voto directo.

¿Mala praxis o mala leche?

En general las encuestas desde hace tiempo ofrecen una bajada en la intención de voto. La división “apoyada” por el establishment del errejonismo, cuestiones como la casa de Galapagar (que sí ha hecho daño por el bombo mediático conspirador) y algunas peleas en distintas regiones provocan que hay menos gente que quiera votar a la formación morada. Pero ¿hasta qué punto bajan las intenciones? Desde luego, se ha calculado que unas 500.000 personas de derechas votaron como cabreo a Podemos en 2015. Esas ya se fueron hace tiempo, pero queda casi un millón de abstencionistas del paso de 2015 a 2016 que podrían volver. Un millón se calcula que han vuelto a votar al PSOE, lo que es lógico por múltiples factores relacionados con la ostentación del poder y la concentración del voto en la fuerza que se piensa más fuerte. Eso nos deja unos 3,5 millones de votos aún disponibles. Y eso es más de lo que las encuestadoras ofrecen en sí. Son casi 40 diputados.

Las elecciones andaluzas han mostrado, con una participación baja, que realmente Adelante Andalucía, lo que hoy sería Unidas Podemos, ha perdido muy poco voto en sí. El mismo que se ha analizado anteriormente. Y si los movimientos son más intrabloque que entre bloques ¿dónde están los votos de Podemos e IU? Aquí, justo aquí, comienzan las sospechas pues los datos de intención directa de voto ya sitúan a la formación morada casi en 3 millones de votos. Si el PSOE ya no crece más por su izquierda sino por el centro, tal y como están demostrando los datos y la actitud de sus dirigentes políticos, parece que algo falla por el camino. Algo no concuerda con las experiencias pasadas y con los propios datos que ofrecen esas empresas.

Preguntábamos si mala praxis o mala leche, pues un poco de ambas. Respecto a la praxis la intuición es que, o bien el PSOE está subiendo mucho a costa de Podemos y no se han dado cuenta, o bien el voto oculto de Podemos no se está proyectando bien. Si se hace un análisis de redes sociales, tan paradas o muertas están las redes del PSOE como las de Podemos. Hay cierto desasosiego y cansancio pero eso no empece para que no se acuda a votar. La mala leche, pues según convenga al medio y al poder se cocinan las encuestas, es obvio que existe. Se puso a Ciudadanos en las nubes (el CIS no lo hacía curiosamente ni con el PP, ni con el PSOE), se hundió a Podemos y hoy se oculta que igual Vox está cazando a naranjas y azules. Las encuestadoras juegan a eso fácilmente, a intentar ser un instrumento más de la campaña electoral y de las gestiones de Gobierno.

No está tan mal Podemos.

No hay más que comparar encuestas que se hacen a nivel estatal con las que partidos o medios de comunicación regionales hacen en su ámbito para comprobar que los datos no concuerdan pese a haberse hecho en las mismas fechas. Les ponemos el ejemplo de la Comunidad de Madrid. El errejonismo tiene un 9%, Podemos un 9% e IU-Anticapitalistas un 2%. Hagan la suma y sale un 20% de voto que en las generales podría repetirse. Las encuestas de medios estatales, sin embargo, ofrecen un 12%. El problema está en que las primeras se han hecho con más llamadas que las segundas y no se saben proyectar bien los datos porque no interesa.

No está tan mal como pintan algunas encuestas Podemos porque Iglesias, Irene Montero, Ione Belarra o Alberto Garzón siguen teniendo tirón y tienen cierta presencia mediática. Además, las redes las manejan perfectamente bien y saben llegar por otros conductos que no son los habituales. Su “ejército” morado es eficiente sin duda. Pero no estar mal, tampoco es pensar que se está perfecto. Aunque las encuestadoras posiblemente estén ocultando datos más favorables, lo cierto es que no hay expectativas tales como en 2015. No se está disolviendo, pero no crecerá más allá del 15-16% del voto y esto si la participación ronda el 70%, porque, esa es otra, las encuestadoras están jugando con participaciones por debajo de esa cifra. Esto es, están proyectando con una participación bajísima y eso daña al bloque de la izquierda.

El descubrimiento de la Conspiración PP-Villarejo-Inda, ese golpe de Estado encubierto, seguramente favorezca a Iglesias y su gente para recuperar voto de la abstención. Si el PSOE no pasa ya del 30% y se sabe que en una votación normal la izquierda (con todas las confluencias y demás) supera el 50% por poco ¿dónde están esos votos? No son más de un 2% pero pueden ser suficientes y, parece ser, que se los están quitando a Podemos e IU. ¿Una nueva fórmula de conspiración silenciosa para que no llegue al gobierno con el PSOE y forzar el pacto con Ciudadanos? Sí, no cabe la menor duda. Pero el voto es secreto y puede haber sorpresas, no para vencer, pero sí para fastidiar los planes del establishment.

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