Es curioso cómo la derecha española lo primero que suele hacer antes de gobernar, juntos o revueltos, es sentarse a negociar el programa de gobierno del nivel institucional que sea. En la mayoría de los casos es puro paripé. Saben que van a gobernar juntos y detrás de todo están los cargos y las prebendas derivadas de ellos. Pero al menos hacen el teatro de comenzar las negociaciones por la parte mollar, el programa. Julio Anguita será recordado, entre otras cosas, por aquello de “programa, programa, programa” en momentos donde se hablaba de posibles pactos de la izquierda. Lo que significa construir la casa por el soporte lógico para luego hablar de tal o cual ministerio, canonjía o ente de gobierno.

Resulta que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, a diferencia de lo que sería lógico, están enredados estos días en dar significado a un significante vacío como “gobierno de cooperación”. Podría dar la sensación de que se está ante personajes que sólo parecen mirar por sus intereses personales y no por el bien común. Esta es la sensación y todo porque los máximos responsables no han decidido, aunque sea tipo paripé de la derecha, sentar a sus grupos de negociación para aparentar que se trabajan en otros aspectos. Y lo peor de todo es que desde un lado y otro se lanzan amenazas de nuevas elecciones. ¿De verdad piensan que los votantes de izquierdas no les penalizarían a ambos?

Lo lógico hubiese sido organizar unas mesas de negociación sobre distintas materias donde ambos partidos expusiesen sus deseos, aspiraciones y mediante un debate tranquilo alcanzar varios acuerdos. Cediendo unos y otros. Esto es lo lógico. ¿Provocaría más revuelo mediático porque se filtrarían algunos aspectos de los acuerdos? Posiblemente pero eso también tiene un componente de debate para que la ciudadanía exprese sus preferencias, sus miedos y valore la capacidad de cada cual en lograr acuerdos programáticos por el bien común. Un verdadero programa de Gobierno del que ya se verían las personas a implementarlo. Se verían los equipos de personas que, igual, podrían ocupar los distintos cargos que ahora se están negociando sin tener una base.

Si los programas fuesen iguales y similares, como pasa en la derecha, se podría entender de mejor manera que se dedicasen a lo más infecto de la política, la pelea por la poltrona, pero al haber diferencias sustanciales en numerosas materias programáticas, lo mejor es sentarse y construir el programa de Gobierno. Un programa que luego se debatiría con otros grupos con comisiones paritarias. Dar sentido de unidad al acuerdo por mucho que gritasen, pataleasen y se escandalizasen en la caverna mediática. Ese no es el problema. El problema realmente es que después de dos meses de celebradas las elecciones ningún votante de izquierdas sabe qué sustenta la pelea de cargos. Una pelea que, además, no les interesa a ninguno porque les hace quedar como aquellos políticos del turnismo que tanto critican unos y otras. También la negociación es una fórmula de reforzar la democracia en general y más cuando quienes deberían estar negociando son partidos que se dicen de izquierdas y más democráticos que ningún otro.

Ahora bien todo esto depende de que esas élites partidistas entiendan, por fin, que esto no es un juego, que por mucho que se elija a los mejores ministros del mundo, sin programa están al albur de los deseos del establishment. Igual no quieren atarse las manos para, cada cual, justificarse ante sus militantes o votantes. Igual lo que no se quiere desde alguna de las partes es que se vean sus flaquezas. Igual es que están todos pensando más en nuevas elecciones. El caso es que con 123 diputados no se puede gobernar porque, por mucho que digan desde el PSOE que han conseguido muchas cosas (migajas) con 84 así que con 123 será increíble, el ciclo electoral ha cambiado. Cuando ocupó la presidencia del Gobierno Sánchez se sabía que iba a ser por poco tiempo (él mismo lo prometió en la tribuna del hemiciclo), había un fecha prefijada casi. Ahora el ciclo electoral es a cuatro años porque ni la economía, ni lo que ocurre en el mundo, ni la ciudadanía española está para sobresaltos y crisis constantes.

Tiene razón José Luis Ábalos en que Podemos tampoco puede pedir todo lo que desee porque no llegan a la mayoría absoluta, pero no hay que olvidar que con 165 diputados a piñón fijo, conseguir 10 más para aprobar presupuestos, leyes y demás es mucho más sencillo que con 123. Hay lógica en la petición de Iglesias y también en la renuencia de Sánchez, pero eso acaba dando igual porque no hay programa de Gobierno. Quieren desde el PSOE un “gobierno a la portuguesa” y qué hacen que no están negociando como en el país vecino las cuestiones básicas del programa de gobierno. Iglesias siempre dice que lo primero las personas y qué hace que no está sentado para forjar esas políticas públicas que cambien la vida de aquellas. Ambos están haciendo lo contrario de lo que dicen al final y queda la sensación de pelea por cargos, pelea por cuotas de poder, pelea por cosas de partidos. ¿Para qué? Esto nos lo van a tener que explicar muy, pero que muy bien en breve.

 

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