Algo debió ver en Madrid Ramón María del Valle Inclán para escribir su obra más “esperpéntica” con centro en la capital. Luces de Bohemia, con sus deformantes espejos del callejón del Gato (que ahí siguen sus herederos), inició el esperpento literario, pero Madrid ha superado con mucho al autor gallego en el plano de la política. Ya tuvo la Comunidad su primera muestra de esperpento en el famoso Tamayazo, culpa de una pelea en el PSOE de Simancas por un “quítame esas tierras” y que sirvió en bandeja la compra de dos diputados socialistas del sector de los renovadores por la base (el mismo de Pedro Sánchez, sí).

Ahora el esperpento se renueva, aunque esta vez llegando a un ridículo y una grosería con las mentes racionales que deja en nada las deformaciones de los personajes de Valle Inclán. Y lo peor es que tanto PSOE como Podemos y, cómo no, Ciudadanos se han lanzado al cuello de la presidenta de la Comunidad de Madrid por un supuesto polvo que la une a una trama de corrupción. Francisco Granados, más conocido como el “volquetes de putas”, urdidor junto a su ex-socio Marjaliza de la trama de corrupción llamada Púnica, ha declarado en el juzgado que Esperanza Aguirre e Ignacio González eran los que conocían y movieron la financiación ilegal del PP. Él estaba por allí y se enteró cuando le detuvieron.

Que Esperanza Aguirre lo supiese y lo montase no extraña a nadie, porque es sabido entre los buenos conocedores de los interiores de la Comunidad, que hasta controlaba el papel pintado o el color de las paredes de los distintos edificios de la institución. Todo lo controlaba desde su atalaya liberal (dictatorial) y su presunta cara de estúpida (la que viene poniendo hablando de ranas y demás batracios). Que Ignacio González estaba en el ajo, después de ver lo que ha pasado con la trama Lezo, pues poco más que decir. Y más siendo el esbirro de Aguirre. Como lo era Granados para otros menesteres como secretario general. El trio calavera del PP sabía y fomentaba, es más, a saber si los 40 millones suizos de Granados no van a ser lo que los 20 de Bárcenas, supuestamente dineros que custodiaban para el partido.

Ahora bien, el esperpento ha llegado cuando se ha difundido que Granados ha dicho que Cristina Cifuentes debía estar en el ajo de la financiación por tener cargos en la Ejecutiva popular (lo que supondría que los demás que allí estaban también sabían) y por una “relación especial” con el vicepresidente González. Vamos que tenía un affaire extramatrimonial. Cris y Nacho, Love on the rocks (canción de Neil Diamond por si alguien siente curiosidad).  Una prueba testifical, pues no ha querido sacar aún los documentos que posee escondidos Granados y que, según fuentes cercanas, están esperando mejor ocasión, basada en el sexo. Supuestamente.

La oposición se ha lanzado a pedir explicaciones por las declaraciones de Granados a la presidenta de la Comunidad. Hasta PSOE y Podemos, a nivel parlamento, han solicitado su comparecencia en la comisión de corrupción del Congreso de los Diputados. Y aquí es donde entra el juego el doble esperpento. ¿Por qué deberá declarar la presidenta? ¿Por la corrupción, sobre la que no se han presentado pruebas y sólo la palabra Granados? ¿O sobre el supuesto romance con González? Porque la propia presidenta va a presentar una demanda a Granados por intromisión en el honor y veremos qué pasa.

Este esperpento de hacer caso a cualquier tontada que diga un imputado en negociaciones con la Fiscalía y el juez instructor para ver rebajada su pena, empobrece la política. Ya tiene la oposición suficiente material para dañar a Cifuentes y al PP para los restos, pero entrar al trapo de supuestos amoríos y folleteos como testifical de un delito de corrupción es caer en el esperpento político. ¿Cómo hará la feminista Lorena Ruiz Huerta para pedir explicaciones corruptas por una relación libre y privada supuestamente de la presidenta de Madrid? ¿Recurrirá el “monje laico” Ángel Gabilondo a Spinoza o Kant para esgrimir que la ética privada (y el sexo con corruptos, evidentemente) es indisociable del ser-para-sí y por ello la culpabilidad ya es latente? ¿No sería mejor traer a colación al Marqués de Sade y ver en el sexo entre compañeros de partido una ruptura con la dureza de la moral aguirrista?

Lo dicho. Sea o no culpable de algún delito de corrupción, utilizar ciertas palabras de Granados para hacer oposición dejan tan bajo a quien las pronuncia, como a quien las utiliza. Y lo más probable es que sean muchos los que conociesen los tejemanejes del PP madrileño y los empresarios. Pero de ahí a pedir explicaciones por un supuesto polvete hay un trecho muy grande. Está bien para hacer chistes pero no es una herramienta de oposición. Basta mirar cómo están los hospitales madrileños y la precariedad laboral para ver dónde están las cosas que interesan de verdad a la ciudadanía. Lo otro es casquería política.

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