En su justificación de la nueva ley andaluza de policía local, Susana Díaz ha vuelto a dar muestras del discurso neoliberal del que le acusan. Acaba dando muestras de ser la derecha del PSOE en cuanto se sale del discurso más social, que no socialista, y que le pone en el camino de la democracia cristiana mucho más que en el del socialismo patrio. Sus salidas de tono respecto a Cataluña, su justificación de la privatización de ciertos servicios sociales, su centralismo con el desarrollo del Corredor Mediterráneo (hasta que los empresarios no se pusieron los puntos sobre la íes no lo defendía), o sus deseos de seguir siendo la que mande “realmente” dentro del PSOE, no están cayendo bien en Ferraz, ni en la militancia socialista más allá de Despeñaperros.

Sigue intentando que le entreguen a Pedro Sánchez “muerto”, ahora mediante la utilización del nuevo sistema de financiación o sobre el apoyo al cupo vasco. Utilizando la igualdad de todos los territorios, aprovecha y ataca a Sánchez. Su gran enemigo. Pero esta vez el descuido no ha sido culpa de las gentes de Ferraz, sino del propio San Telmo. Durante la entrega de unos premios a la policía local (¡Lo que le gustaría tener una policía propia!), ha manifestado Díaz que “no hay democracia ni libertad si no hay seguridad”. Algo que habrían firmado desde George Bush Jr. a José María Aznar.

Es el típico discurso del neoliberalismo para justificar la lucha contra el otro, contra el terrorismo global o local, para hacer un Estado policial y controlado por el establishment. Porque, aunque parezcan ciertas las palabras de la sevillana, lo cierto es que cualquier agrupación humana necesita de seguridad para sobrevivir. Como manifestó Thomas Hobbes, al justificar el Leviatán moderno (Estado), el pacto de todos con todas se fundamenta sobre la necesidad de seguridad para garantizar la libertad, en efecto, pero de los medios de producción, en mayor medida que la personal.

La democracia no necesita de más seguridad que otro sistema político, pero al manifestar que la seguridad y la democracia van unidas, se hace contra el enemigo exterior, contra el que no es demócrata y liberal. O contra el rebelde interior. Sólo hay que ver las purgas realizadas dentro del PSOE-A para saber cómo funciona la democracia y la libertad dentro de la organización. Aquel famoso “lo quiero muerto” tampoco transmitía seguridad, al menos para Sánchez.

El discurso de defender la seguridad y el Estado policía, que no de derecho, como garante de libertades ha sido analizado por numerosos filósofos y politólogos (Badiou, Rancière, Jessop) como una justificación para que persista la dominación del establishment del dinero. No dice que la seguridad se necesita para que las personas ejerzan de mejor forma la democracia, sino para salvar el sistema democrático (si es que lo es) representativo y neoliberal que ejerce su dominación sobre las personas. Se sitúa en lo que Jacques Rancière definía como policía frente a lo que es la política verdadera. Sin seguridad, al menos la personal, no habría sociedad. Pero con seguridad no sólo hay democracia sino otros sistemas políticos. Sin seguridad no hay libertad y con ella tampoco, porque la libertad socialista no es vivir sin peligro, sino vivir para ser persona y no estar bajo un sistema de explotación y dominación del dinero. Y con palabras como estas Díaz da a entender dónde está ella. Y es muy lejos del socialismo.

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