La presidenta de la Junta de Andalucía hizo una crisis de Gobierno en el día de ayer modificando más de la mitad de su Ejecutivo. El almeriense Rodrigo Sánchez asumirá la Consejería de Agricultura y Pesca en sustitución de Carmen Ortiz. El hasta ahora portavoz Miguel Ángel Vázquez será el nuevo consejero de Cultura sustituyendo a Rosa Aguilar quien será la nueva consejera de Justicia e Interior. Marina Álvarez, hasta ahora gerente del Hospital Reina Sofía de Córdoba será la nueva consejera de Salud sustituyendo a Aquilino Alonso. Sonia Gayá asumirá la cartera de Educación. El ex alcalde de Benalmádena Javier Carnero será el nuevo consejero de Empleo. Sustituyen, respectivamente, a Adelaida de la Calle y a José Sánchez Maldonado. El nuevo portavoz será Juan Carlos Blanco.

Susana Díaz ha querido dar a su nuevo Ejecutivo un perfil mucho más político. ¿Por qué ahora ha realizado esta crisis? Hay varias razones. En primer lugar, la presión de su «socio» de Gobierno, Ciudadanos, aumenta en lo referente al cumplimiento del pacto de investidura, sobre todo en lo referente a la reforma de la Ley Electoral y a la reducción del impuesto de sucesiones y donaciones.

En segundo lugar, está su posición dentro del PSOE tras la aplastante victoria de Pedro Sánchez en las primarias a la Secretaría General del Partido Socialista. Estos resultados la han debilitado, tanto a nivel interno, con focos de rebelión pedrista en diferentes lugares de la Federación Andaluza y la certeza de que más al norte de Despeñaperros no tiene la aprobación de una importante parte de la militancia, como a nivel del Gobierno de la Junta, donde la oposición, tras su derrota en las primarias la ha presionado desde diferentes puntos de vista, sobre todo desde el ideológico y su pretendido escoramiento hacia posiciones más cercanas al centro derecha.

La crisis de Gobierno de Susana Díaz tiene, sobre todo, un sentido político y no es otro que atrincherarse en el territorio donde aún mantiene unas cuotas de poder muy elevadas, a pesar de los focos pedristas que están presionando para quitarle poder orgánico, una pretensión que quieren trasladar a los resultados nacionales cuando en Andalucía la ganadora fue la actual presidenta de la Junta y secretaria general del PSOE-A.

Susana Díaz ya tiene callo político y sabe cómo se funcionan los entresijos del PSOE nacional y, sobre todo, sabe de las maneras autoritarias de liderazgo de Pedro Sánchez, al menos las que mostró durante su anterior mandato. No es que se sienta acorralada, pero los mensajes de Sánchez antes de las primarias en los que afirmó que le iba a proponer a Díaz incorporarse a su equipo si ganaba se han quedado en meras promesas o en mensajes de marketing, lo mismo que con la petición de dimisión de Rajoy o las propuestas que se harían desde el Grupo Parlamentario Socialista que se han quedado en nada.

Hay una sospecha de que cuando llegue el momento de elegir una nueva candidatura a la Junta, Sánchez, con el poder asentado, intentará mover a Díaz y colocar a un candidato más afín a él. Esta sospecha es la que ha hecho que en los últimos días el propio Cornejo haya ofrecido la más absoluta lealtad a Sánchez tras el Congreso.

De ahí que esta modificación del Ejecutivo tenga un perfil mucho más político que, por un lado, se enfrente a los temas de la Junta y su negociación constante con Ciudadanos y, por otro, lidie con las presiones que vendrán desde Ferraz.

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