Marbella Ibarra apareció asesinada en Tijuana. Llevaba un mes secuestrada y su cuerpo presentaba signos de haber sido torturada. México es uno de los países donde los actos de terrorismo machista están más extendidos. Según datos de la ONU, en el país azteca son asesinadas diariamente siete mujeres, 15.000 en los últimos seis años.

En México es donde más se puede comprobar cómo el patriarcado pretende imponerse por la fuerza al poder emergente de la mujer. De ahí las persecuciones a quienes pretender poner coto a esta masacre o luchan diariamente por hacer visibles los valores del feminismo de la igualdad real en una sociedad que, según las cifras, sigue en manos de quienes creen en la supremacía del hombre sobre la mujer, hasta el punto de tener la potestad de decidir sobre la vida y la muerte. Una mujer universal como Lydia Cacho fue perseguida y sufrió lo que seguramente Marbella padeció durante su secuestro antes de que la mataran: las vejaciones, las violaciones y la violencia. Ella misma, en una entrevista concedida a Diario16, dijo que «Es claro que hay una oleada de sabotaje contra el tema de igualdad, porque hay quienes quieren erradicar la violencia contra ellas, pero seguirles negando sus otros derechos. No puedes acotar la violencia machista y detener el feminicidio si no admites la violencia económica y patrimonial como forma de opresión sexista. Han convertido las leyes integrales contra la violencia de género en un rompecabezas que favorece la impunidad; por eso las matan los agresores, les sale mejor callarlas a puñaladas que transformar su actitud frente a la vida y asumir su responsabilidad frente a la justicia; cada feminicidio tiene detrás a una o un funcionario público que se negó a entender que el abordaje debe ser integral».

¿Por qué el asesinato de Marbella Ibarra es algo más que un acto más de violencia contra la mujer? La propia personalidad de la asesinada es la mejor muestra de cómo hay una reacción del patriarcado para evitar que lo que ya es un movimiento imparable se convierta en una realidad. Con argumentos no saben hacerlo —-porque no los tienen—, así que utilizan el poder de la fuerza como método de amedrentamiento, aunque con ello sólo destapen la verdadera personalidad de criminales machistas que tienen. Ibarra era la lideresa del fútbol femenino en México y eso le ha podido costar la vida. El crecimiento de la mujer en el deporte es uno de los elementos clave sobre los que se asienta la emancipación y la lucha por la igualdad real de género.

Sin embargo, el problema va más allá. Hablamos de la incomprensión por parte de una parte de los hombres de que el futuro está escrito con nombre de mujer, que las mujeres son el poder emergente del siglo XXI —algo que ya comencé a escribir y a divulgar en enero del año 2.000—, y esto es un hecho que nada ni nadie va a parar, ni siquiera con violencia, porque no estamos hablando de un movimiento social o de una ideología, sino que se trata de una verdadera revolución de las conciencias, como lo fue en el pasado la lucha por los derechos laborales o por la integración racial. El feminismo es una ideología que se conforma desde la universalidad de los preceptos de la igualdad real y, sin embargo, no es exclusivista. Clara Campoamor lo dejó muy claro en su discurso en las Cortes en el año 1.931 cuando apostó por la mujer como una fuerza para impulsar el progreso: «No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar; que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar al dejar al margen de la República [sociedad-Estado] la mujer, que representa una fuerza nueva, una fuerza joven; que ha sido simpatía y apoyo para los hombres que estaban en las cárceles; que ha sufrido en muchos casos como vosotros mismos, y que está anhelante, aplicándose a sí misma la frase de Humboldt de que la única manera de madurarse para el ejercicio de la libertad y de hacerla accesible a todos es caminar dentro de ella».

Como hay muchos que aún confunden al feminismo de la igualdad real con una mera ideología que se puede manipular, a este movimiento se pretenden subir quienes representan, precisamente, todo lo contrario. Lo vemos con productos bancarios que son puramente oportunistas y que sólo se sostienen por los pilares de adobe sin paja que coloca el marketing más inhumano, el oportunismo del capitalismo de las dictaduras privadas.

Lo mismo podemos decir de quienes pretenden defender los preceptos fundamentales del feminismo de la igualdad desde el radicalismo o desde la estrechez de miras que genera quien sólo ve el extremo olvidándose de la diversidad que ofrece el camino del diálogo, de la ética y del respeto a la conciencia social colectiva y plural que, precisamente, son valores que definen a la lucha por la igualdad real. El fundamentalismo radical nunca puede ser bueno. La historia nos ha mostrado cómo grandes movimientos que hubieran sido un beneficio para la humanidad de haberse llevado a efecto desde la efectividad que da el respeto a los ideales de la conciencia, fueron destrozados por el radicalismo de quienes pretendieron asumir liderazgos desde la intransigencia. Gloria Steinem lo dejó muy claro cuando afirmó que «un feminista es cualquiera que reconozca la igualdad y plena humanidad en mujeres y hombres».

Todo esto nos lleva a que, tanto los y las oportunistas, los y las radicales, pretenden hacerse notar a través de elementos que sólo rebosan «listezas» porque surgen del convencimiento de que el modo de alcanzar sus objetivos es unívoco. Realmente, la unilateralidad no es inteligente, es el mayor ejemplo de «listeza» y, por tanto, de mediocridad. La inteligencia se halla en el respeto a lo que dicta la conciencia y, por esta razón, el feminismo de la igualdad real es lo inteligente porque nace del interior del ser humano y parte del principio de respeto a las personas desde la transigencia con los rasgos más positivos que un hombre o una mujer pueden dar al mundo.

Ese es el compromiso que define a Diario16, al Foro16 Feminismo o a Feminismo16, esa revolución de las conciencias, de la mujer emergente, es el puntal sobre el que también la sociedad está cambiando hacia un modelo igualitario real, no de palabras, de productos bancarios o de pretensiones radicales.

Ese es el compromiso de quienes están apostando desde las instituciones para fomentar la igualdad real desde, por ejemplo, el deporte.

Por todo ello, el asesinato de Marbella Ibarra es algo más que un caso de violencia. El terrorismo machista ha golpeado a la lideresa que logró que la mujer mexicana pudiera jugar al fútbol en libertad, que las «chamacas» se divirtieran y se sintieran libres jugando al fútbol de igual a igual, con la misma calidad, con la misma inteligencia táctica, con la misma clase, destreza, conocimiento de los hombres. Por eso, en toda la familia de Diario16 lloramos la pérdida de una gran mujer que tuvo un sueño y lo hizo realidad: que la mujer fuera igual a los hombres de un modo real, sin necesidad de campañas de marketing ni de posicionamientos extremos.

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