La periodista de El País, Elsa García de Blas, acertaba a describir en Twitter lo que ya se sabía por parte de aquellos y aquellas que conocen el patio andaluz, que el acto pre-campaña electoral de Ciudadanos no llenaría, que las masas andaluzas no acudirían a ver el espectáculo de la secta naranja, que sería un fracaso. Y menos con un aparataje que apesta a patriotismo carpetovetónico. Ni una sola bandera de Andalucía y sí muchas banderas españolas, de la Unión Europea y gorritos con la bandera de España. Lo que indica que no saben en qué terreno estaban jugando. Sevilla no es Barcelona ni lo será. Los parámetros que pueden parecer lógicos a los seres pensantes de Ciudadanos para un acto en Madrid o Logroño no funcionan en Andalucía. Y eso lo saben todos los partidos menos los de Albert Rivera.

Numerosas sillas han tenido que ser quitadas y los fotógrafos oficiales de Ciudadanos se las han visto y deseado para hacer tomas en las que no se viese el fracaso tremendo. Rivera no llena en Andalucía porque Andalucía no quiere a Rivera. Que haya personas que les voten, porque se han cansado de la pestilencia del PP, no significa que vayan a acudir a ver las caras de esas personas que quieren enseñar a pescar a los andaluces desde la chulería y la prepotencia. Ciudadanos, encarnado en Juan Marín, ha servido muy bien al PSOE para seguir gobernando, pero con ese candidato que parece un marmolillo sin gracia alguna, no podían pensar que iban a acudir las masas eufóricas a verles. Cuando hablas de Andalucía como algo lejano, como algo atrasado, que es lo que hacen Rivera y su alegre muchachada, ocurre que los andaluces de a pie te abandonan. Además, con Pablo Casado al frente del PP la pestilencia les parece menor y, al fin y al cabo, Juanma es mucho más gracioso, aunque sus últimos insultos igual podrían haber favorecido a la formación naranja.

Y si a eso le sumas que vas a Sevilla, con elecciones inminentes, y te pones a hablar de cosas de catalanes, de vascos y de tus propias fobias, normal que te abandone todo el mundo. Y eso que han movido a los afiliados de la provincia. Pero ni por esas. Un fracaso que deberían poner en el debe de Fran Hervías y Virginia Salmerón, los controladores andaluces y que tienen “acojonado” a Marín. Claro comienza hablando Inés Arrimadas que en España “se ha quebrado la igualdad entre los españoles” y los sevillanos le miran raro. Luis Garicano, el más culto de la secta, ha sido más prudente y ha expresado que “hemos venido a escucharos y a entender vuestras preocupaciones”. Una extrañeza porque después de cuatro años sosteniendo al gobierno de la Junta de Andalucía, debe dar para conocer algo, por mínimo que sea. El problema es que llegan de sobrados a vender su escoba, pero resulta que los andaluces y andaluzas hace mucho tiempo que utilizan aspiradoras.

No entienden en la secta naranja que el populismo barato y sistémico que intentan vender por España no tiene cabida en Andalucía. El 80% de la población andaluza es andalucista, residan o no en Andalucía, una forma de entender su nexo de unión con el resto de los pueblos de España que refuerza su diferencia en la unidad. Son tan andaluces como españoles lo que no empece para que prefieran que les hablen en su “lenguaje” andalucista. En el PP hasta que llegó Javier Arenas, en eso tiene mérito, no lo comprendieron bien. En el PSOE lo saben desde el comienzo de la autonomía, como en IU o Podemos. Andalucía es muy grande, tanto como las demás regiones, y no quieren señoritos venidos de Barcelona que les digan que tienen que aprender a pescar y no-se-qué más cosas de cupos vascos. Lo que ocurre es que Rivera, por aquello de que metió en el partido a cualquiera que le haga adoración y no rechiste, ha dado justo con los andaluces raros. Ese 20% que no es andalucista como son Arrimadas, Hervías, Salmerón o Marín. Rivera sería capaz de decirle al Faraón de Camas, Curro Romero, que no sabe dar una verónica.

Arrimadas, esa andaluza rara, ha metido la pata al decir que “no se puede admitir que por tener el carnet de un partido se tengan más oportunidades”, y no porque no lleve razón, sino porque eso es lo que está haciendo Ciudadanos en la Diputación de Huelva, en la Radio Pública de Cádiz o en diversos entes y mancomunidades. Pero el que ha batido todas las marcar de desconocimiento del terreno que se pisa ha sido el jefe de la secta, Rivera. Ha lanzado un discurso completamente marcado por Cataluña y sus fobias, especialmente el cupo vasco algo que a los andaluces les preocupa poco. “Queremos una financiación autonómica sin privilegios eliminando el cálculo insolidario y el opaco del cupo vasco” ha dicho, cuando desde Andalucía no se ha negado ese cupo, sino que se lleva pidiendo una financiación justa y solidaria que es algo bien distinto. Y todo porque ahora parece que los españoles no somos iguales. Iguales en el sentido que define Rivera, porque es evidente que el dinero y el poder político otorgan privilegios, como permitir al dirigente de Ciudadanos mentir en su currículum, no dimitir y seguir dando lecciones a los demás.

Y también ha querido contar a los andaluces, que a esas horas estarían ya pensando en qué iban a comer, su gran reforma electoral: “Un ciudadano, un voto [con] listas abiertas sin miedo a que los ciudadanos elijan y un 3% del voto nacional para entrar en el Congreso, así los que quieren romper España tendrán que ir a otra cámara”. Vayamos por partes porque de tanto repetirlo igual se cree alguien las mentiras de este señor. Cualquier ciudadano de España cuando acude a votar tiene un solo voto, no dos, ni tres. Uno y nada más. Puede que haya provincias que están sobrerrepresentadas (dos o tres nada más) pero es más una cuestión técnica. Otra estupidez son las listas abiertas en provincias como Sevilla. Imaginen una sábana de papel con todas las listas de todos los partidos y el ciudadano eligiendo 12. Al final elegiría, como pasa mayoritariamente en el Senado, los mismos de una candidatura. Ahora bien, si lo que quiere Ciudadanos es que se pueda elegir dentro de una lista, eso se llama lista desbloqueada. Pero los pobres no tienen ni idea de cuestiones electorales. Y luego la salvajada de prohibir la presencia de partidos que no alcancen el 3% a nivel estatal. Así nunca el Partido Andalucista hubiese tenido diputados en el Congreso.

Y ¿esto les importa a los andaluces? Sinceramente no. Pero es que Rivera sólo quiere a los andaluces para sacarles los votos y tenerlos sometidos a los deseos del Ibex-35, como al resto de los españoles. Es más, por mucho que diga de sus abuelos andaluces, Andalucía sólo puede ser en la mente de Rivera un destino turístico. El lugar de donde salga mano de obra barata para los señores del dinero que no viven, precisamente, en Andalucía. La vuelta al señorito pero en clave financiera. Y todo ello con una simbología españolista que, como le ha dicho Teresa Rodríguez, recuerda al españolismo pre-autonómico. Por eso no es de extrañar que no haya acudido nadie a verles. Son la estulticia hecha política. Además, para española y andaluza ya está Susana Díaz. Y a ella no le ganan en ese terreno.

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