Tal como se esperaba, la patrulla profalangista de Vox ha entrado en el Congreso con todo su arsenal duro de malos modos, improperios, insultos y lenguaje bélico, gamberro y cuartelero que hace presagiar lo peor de una legislatura-circo. Hoy era el día de las presentaciones de rigor, las recogidas de actas y los saludos protocolarios, pero parece que los diputados de Vox tenían ganas de empezar cuanto antes las hostilidades previas a la segunda guerra civil, que para eso es para lo que han venido. La diputada electa de la formación ultra por Granada, Macarena Olona, abogada del Estado para más señas, ha anunciado que su partido presentará iniciativas legislativas para impedir que se repita la “ignominia” de contar en las Cortes Generales con parlamentarios presos, a los que se ha referido como “criminales”, pese a que ninguno ha sido condenado aún.

De esta manera Olona se ha referido a la recogida de actas por parte de los políticos presos del ‘procés’, un acto permitido y autorizado por el Tribunal Supremo. Olona no lo ha entendido así, aunque ha dejado claro que su crítica no va dirigida contra los magistrados del Alto Tribunal, sino contra los partidos políticos que “no han hecho nada” durante los últimos años por evitar esta situación que, a su juicio, era “previsible”. A la representante de Vox solo le ha faltado apelar a aquello que decía la Falange sobre la decadencia de la democracia y la necesidad de abolir los partidos políticos, esos enemigos que quieren destruir España. Todo se andará y cosas parecidas tendremos que escuchar cuando esta gente suba al estrado para promover su ideología de extrema derecha.

“Es un día muy triste para la democracia española”, ha dicho Olona, y en eso tenía razón, ya que la jornada de hoy pasará a la historia más negra del parlamentarismo patrio. Cuesta trabajo asumir cómo hemos podido llegar a esta situación, cómo hemos podido permitir que la ultraderecha profane el sagrado templo de las libertades.

La representante de Vox cree que el hecho de que Junqueras y los suyos hayan ejercido su derecho a recoger su acta supone “un fracaso” de la democracia cuando es precisamente al contrario, ya que la democracia es generosa incluso con aquellos que pretenden destruirla y la mejor prueba es ella misma. El problema es que tratar de explicar el abecé del juego democrático a quien no lo entiende y no quiere entenderlo es una tarea absurda. En realidad no sabemos muy bien qué demonios pinta en la Cortes Generales un partido que odia al Estado de Derecho e idolatra a José Antonio, y la única respuesta lógica es que los chicos de Vox pretenden dinamitar el sistema parlamentario desde dentro. En eso está el partido de Abascal, que ya ha comenzado las tareas de demolición desde los comienzos de la Legislatura.

La crítica de Olona se ha dirigido tanto a PP y Ciudadanos como a PSOE y Podemos, “que tienen como socios a filoetarras, golpistas e independentistas”. Esa ha sido la declaración que ha rozado el rizo del sarcasmo, ya que si ha habido un agente en este país al que se pueda acusar de golpista ese ha sido la extrema derecha. A los tiros del tejerazo que quedaron grabados en el techo del Congreso nos remitimos.

Que gente como los diputados de Vox (duele llamarlos diputados) vayan dando lecciones de defensa del Estado de Derecho y de antigolpismo resulta algo difícilmente digerible, pero así es la vida en esta época de la posverdad y los demócratas tendremos que acostumbrarnos a escuchar ese tipo de ruido insoportable.

Vox ha llegado a la vida pública española para provocar, para remover lo peor de este país y para hacer del cinismo y la mentira el ácido corrosivo con el que planean liquidar una democracia que con todos sus defectos ha funcionado en los últimos 40 años.

A partir de ahora ya nada será igual. Habrá que estar preparados para escuchar desde la sagrada tribuna del Parlamento estupideces como que Franco fue un gran hombre de Estado, que la igualdad entre hombres y mujeres es una patraña inventada por el comunismo feminazi y que los homosexuales son tarados que precisan de tratamiento urgente. Las provocaciones serán constantes y van a poner a prueba no solo la madurez de los políticos de los partidos clásicos sino la estabilidad y solidez de nuestra democracia. Otro reto monumental para la sociedad española.

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