El 18 de febrero de 1998 el escritor Fernando Sánchez Dragó escribió en el diario El Mundo un obituario por el fallecimiento de su amigo Ernst Jünger, veinticinco años después de la partida de Jünger, un 10 de abril de 2023 la historia se repite, pero esta vez por aquel que suscribió dicho artículo, que con el título de “A vuelallanto. En la muerte de Ernst Jünger” fue publicado.

En el mismo subrayaba: “Decir que con su muerte la literatura se nos queda huérfana es, ciertamente, un lugar común en la pluma de quienes escriben obituarios, pero a pesar de ello lo pongo, lo firmo y lo asumo, y hasta me atrevería a ir más lejos, porque la orfandad, esta vez, no lo es sólo de la literatura, sino de toda la especie humana. Así la autoinmolación de Sócrates, la desencarnación de Buda, la volatilización de Laotsé. Cuando muere un sabio, lector, las campanas doblan por ti, por mí y por quienes no me leen”.

Este párrafo quizás muchos de nosotros se lo queramos aplicar a nuestros escritores preferidos, aunque lo cierto es que solo es meritorio para unos pocos, y, sobre todo, para aquellos han aportado más que letras, sudor y tinta a este mundo.

Fernando Sánchez Dragó ha destacado por su extensa obra literaria, más de cuarenta obras publicadas que con gran erudición y amplio vocabulario ha aportado un enriquecimiento a la cultura general más que necesario.

Sus programas de televisión como “El mundo por montera”, “El sol de Medianoche”, “Las Noches Blanca” y “El Faro de Alejandría” destacaron en la televisión debido a la controversia de las temáticas y debates que se entablaban. Colaborando en las mismas el escritor Isidro-Juan Palacios y llegando a entrevistar al que hoy día es autor de nuestra casa editorial (Editorial EAS), Alain de Benoist.

El último programa que realizó fue “Libros con Wasabi”, donde llegó a recomendar dos obras de nuestra casa editorial: “Jünger: tras la guerra y la paz” y “Mishima: el último samurai”.

También tuvo amistad con otro de nuestros autores, el escritor y diplomático chileno Miguel Serrano, con el que se generó gran controversia al tratar de llevarle como ponente a los cursos de verano de la Universidad Complutense en El Escorial. Sobre su obra El Círculo Hermético llegó a decir «Les aconsejo que lean El Círculo Hermético (la verdadera historia de una relación enigmática)… Devórenlas. Digiéranlas. Incorpórenlas a su metabolismo corporal y espiritual». La influencia de esta obra en Dragó llega hasta el fin de sus días, ya que en su propia web donde figura el artículo “Fernando Sánchez Dragó construye su utopía en Soria” se explica que: Esta Eleusis soriana, advierte Dragó, no estará abierta a cualquiera: “Será un jardín abierto para todos y un paraíso cerrado para algunos. Los iniciados deberán demostrar un determinado grado de evolución personal”. La idea no es nueva, está basada en el Círculo Hermético que fundaron Hermann Hesse, Miguel Serrano y Carl Jung en Montagnola, en la Suiza italiana. Por cierto, Jung dijo una vez (y Dragó es un jungiano convencido) que es más fácil llegar a Marte que encontrarse a sí mismo.

Otros autores de nuestra casa, como A. Javier Nicolás o Tristán Castell de Pinós, también mantuvieron cordiales encuentros y trato con el prolífico escritor.

A pesar de que en el 2006, en la feria del libro de Alicante, pude adquirir su primer libro, ese famoso Gárgoris y Habidis, ⎯del que años después me dijo “Ahora no lo suscribiría y, por lo tanto, tampoco lo escribiría”⎯, mi contacto personal con Fernando Sánchez Dragó comenzó hace 10 años, en el 2013, le realice una entrevista gracias a la intermediación de un amigo común, el escritor Isidro-Juan Palacios, ⎯entre otras cosas ex director de la revista Más Allá de la Ciencia⎯, para un libro que aún esta pendiente de publicar, y que Dragó califico de ser un libro de entrevistas de actualidad y de eternidad. Tras responder a las preguntas que le hice por correo, me dijo: Querido amigo: aquí, con mucho retraso, tiene la entrevista. Haga con ella lo que le parezca. Lamento ser tan pesimista. El mundo se ha acabado y nadie se da cuenta. Saludos.

La relación esporádica pero gentil, que por ambas partes nos hemos profesado, y que a su vez ha llevado a colaboraciones puntuales, nutrió una confianza que solo comprendería aquel que entiende que un libro es más que tinta sobre papel. De la misma manera que el escritor chileno Santiago Elordi volvió a retomar contacto con Dragó a través nuestro, nosotros lo pudimos hacer a través de Fernando con algún conocido suyo.

Asimismo, contamos con su aprobación para publicar en nuestro libro “Jünger: tras la guerra y la paz” ese “A vuelallanto” sobre Jünger del que hoy hacemos mención, y en la obra “Plan-demia 2020” no el menos importante artículo censurado del 13 de diciembre de 2020 “Quédate en casa” que dio un fuerte golpe en la mesa en esos tiempos de confinamiento ilegítimo y dictatorial que el papa Estado justificaba por “nuestro propio bien”.

Por petición propia, Dragó recibía todos los libros que editorial EAS publicaba. Nuestro último intercambio de correos fue a principios de año, en el que nos comentó gratificantemente que no parábamos con las publicaciones.

Fernando Sánchez Dragó ha sido la controversia personificada, un disidente en un mundo de servilismo, una voz que ha gritado en el desierto, un rebelde de lo políticamente correcto, con sus luces y sus sombras, su pensamiento iba enfocado en contra de los ismos, un presocrático del siglo XXI que seguía una filosofía helenística, cínica, estoica y epicúrea. Aunque, en definitiva, y a mi modo de ver, todo lo que él era, todo lo que fue, ⎯al igual que su homologo y admirado Jünger (durante un periodo de su vida)⎯, un Anarca… Y esa figura del anarca literario es la que a Fernando Sánchez Dragó le seguirá en lo eterno.

Terminemos pues, este obituario de la misma manera que lo comenzamos, con el final del “A vuelallanto” que Dragó le escribió a Jünger:

El maestro, rico en saber y en vida, como el Ulises de Kavafis, acaba de llegar a su última Ítaca. O, quizás, a Thule. Hacedle un duelo de trabajo, de lecturas, de rebeldía y de anarquía. Amén.

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