Han pasado cinco años desde la riada de San Wenceslao que anegó las pedanías lorquinas de Torrecilla, Campillo, Cazalla y La Escucha. Una “triste realidad” que algunos vecinos preveían bastante tiempo antes. Ahora, como viene siendo costumbre en esta fecha, cerca de 300  afectados han vuelto a concentrarse junto a la rambla Biznaga para reclamar “unas soluciones que no llegan” , según lamentan el presidente de la Plataforma de Afectados, José Reinaldos, y el Presidente de la Asociación de Vecinos de Campillo, Joaquín Giner, en declaraciones a Diario 16.

Las reivindicaciones están centradas en varios aspectos. Por un lado, que la Autovía Lorca-Águilas tenga la suficiente capacidad de desagüe y no sirva de obstáculo a las aguas actuando de presa, y para que desaparezca de inmediato el colector de aguas residuales construido a la altura del Puente “El Vao”. De otro, que el agua de todas las ramblas y brazales que llegan a esta zona estén encauzadas a los puentes de la autovía Lorca-Águilas, lugar natural y único de salida a Biznaga, sin olvidar la construcción de grandes presas en las principales ramblas como Nogalte, Béjar y Torrecilla, que frenen las avenidas de agua, y poder darle posteriormente salida de una forma controlada, incluso para que pueda ser utilizada para el regadío. Y por último, que se respete la conservación y el mantenimiento de los cauces naturales, ante el temor de que una nueva riada agrave los enormes daños personales, materiales y económicos acaecidos el 28 de Septiembre de 2012.

Hasta la fecha, añaden los responsables de la concentración, solo se han construido pequeños diques en la cabecera de alguna rambla más importante como Nogalte, el deslinde sobre el papel de la Rambla Biznaga, y algún estudio que, después de cinco años, señalan los mismos dirigentes, “anda por ahí pendiente de no se sabe qué alto cargo u organismo se acuerde de verlo y dar su opinión, pero hasta el momento ninguna que solucione el grave problema que tenemos, como es el de canalizar y sacar el agua que nos llega a esta zona desde todas partes.”

En este mismo sentido recuerdan que a los pocos meses de la riada se declaró como zona inundable una gran cantidad de hectáreas, principalmente de Campillo y Torrecilla y en menor media otras como Cazalla, Esparragal de Puerto Lumbreras, etc., medida que “no soluciona nada pero puede empeorarlo todo, para añadir a continuación que la única Administración que se ha atrevido a hacer un proyecto de obras, como la Dirección General de Carreteras, ampliando los puentes de la Autovía y «El Vao», para que haya una mayor capacidad de desagüe, «ahí tiene el proyecto, desde el pasado mes de Noviembre, adjudicado y paralizado por impedimentos de no sabemos que índole”, sentencian los portavoces de la plataforma.

RECORDATORIO

Evocan los vecinos de las zonas inundadas que “allá por el año 1993, cuando se estaban realizando las obras de la RM-11 (Autovía Lorca-Águilas), ya se exigió que un tramo de unos 500 metros de esa vía fuese sobrevolado, en forma de viaducto, a su paso por esta zona de Campillo, porque eran conscientes del grave peligro al que se exponían al construirla de esta manera, pues por ese punto, y solo por ese punto, tenía, y tiene, que pasar el agua de todas las ramblas desde Puerto Lumbreras a Lorca. La respuesta, señalan, fue que el viaducto era la mejor solución, pero que el proyecto se encarecía demasiado.

 

Por otra parte, también se advirtió varias veces a todas las administraciones del peligro que podría suponer la transformación que estaba sufriendo la zona, al permitirse actuaciones de todo tipo que desfiguraban el trazado y cauce de ramblas y brazales. Pero la Administración, “antes y ahora, ni ve, ni oye, ni siente”, aseveran los vecinos.

Y al final, vuelven a recordar, “ocurrió lo que todos temíamos”. En esta zona, el 28 de Septiembre de 2012, hace ahora cinco años, se alcanzaron alturas de hasta tres metros de agua en algunos puntos. Ese día cambio las vidas de estos hombres y mujeres de una manera drástica, violenta y sin ninguna posibilidad de hacer nada para poder evitarlo, lo cual es frustrante y aterrador. El recuento de daños fue espantoso: 300 viviendas y 260 granjas sufrían daños severos, 200 toneladas de animales muertos (más de 10.000 cabezas de ganado perdidas) y 15.000 hectáreas de labor gravemente afectadas.

Pero no fue lo peor. Ese día se perdieron muchas cosas más, concretamente la pérdida de cinco vidas humanas (Antonia, Gertru, Miguel, Yesica y Juan… y Bartolo, el fotógrafo), recordados en el acto reivindicativo.

Esa es la razón por la que estos afectados exigen soluciones desde hace cinco años, para que esto no vuelva a ocurrir, “no es porque queramos perder algo material, como podrían ser nuestras casas, nuestros recuerdos, nuestros negocios y modo de vida, que por otro lado estaría totalmente justificado, sino porque tememos por nuestras vidas. Cuántas veces hemos pensado menos mal que todo ocurrió por la tarde, porque si hubiera sido por la noche…”.

“Hay quien dice que exageramos, que no es para tanto, que lo ocurrido pasa una vez cada 40 años. En esas fechas todas las instituciones que tenían alguna responsabilidad  en la prevención de lo sucedido achacaron a la excepcionalidad” de la tormenta la razón principal de la catástrofe, “pero olvidan, unos y otros, que las lluvias torrenciales en esta zona son previsibles porque son parte de nuestro clima, y que los gestores políticos podían haber aminorado algunos de los agravantes de la riada si hubiesen escuchado a los vecinos”.

Los vecinos no desean que el agua les llegue por donde nunca lo ha hecho, “a traición”, como consecuencia de “interesadas e intolerantes actuaciones en sus cauces.  Ya avisamos con anterioridad a esa fecha que la retirada de áridos en la Rambla de Béjar provocaría el derrumbe del puente, y nos dieron por locos, pero el puente cayó. Ya avisamos – continúan- que la retirada de áridos que se ha llevado a cabo nuevamente en la Rambla de Béjar, después de la catástrofe que sufrimos, desviarían las aguas hacia donde nunca habían ido, y en las lluvias del pasado mes de diciembre quedó comprobado. No estamos locos, no, tenemos miedo, porque conocemos el entorno en el que vivimos y nos hemos criado, y porque la Administración, ahora como antes, ni ve, ni oye, ni siente”, vuelven a lamentarse.

Por eso reclaman y exigen soluciones a la Administración, además de que sean escuchados y respetados, porque tras cinco años siguen viendo el problema desde puntos de vista muy distintos. Unos, por saber lo que es sacar barro de sus casas durante semanas, y que se les  pone la piel de gallina cada vez que se avecina una tormenta. Otros, que “desde sus despachos probablemente les cueste situarnos en un mapa, aparentemente no les dan demasiada importancia a nuestro problema. Porque, si no es así, cómo se explica que a día de hoy aún no se haya realizado prácticamente ninguna actuación en las zonas más afectadas, y que se hayan permitido otras como las extracciones de áridos de la Rambla de Béjar que agravan aún más el problema que tenemos”.

El alegato vecinal concluye recordando que “estamos hoy aquí, y por eso seguiremos estando y exigiendo soluciones, hasta que la Administración se conciencie y se sensibilice con el gran problema que sufrimos. Estaremos aquí hasta que la Administración vea, escuche y actúe, porque hay demasiado en juego: nuestro futuro y nuestras propias vidas”.

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