El concepto de acumulación por desposesión le puede parecer extraño a Albert Rivera. Seguramente no ha leído a su autor, David Harvey, ni sepa quién es esa persona. Pero en su actuación política sigue las líneas marcadas por el capitalismo financiero al que hace referencia el concepto. En términos coloquiales el concepto viene a decir que se quita lo público para beneficio privado, lo de todos en manos de unos pocos. En otros términos se diría que es la rapiña del capitalismo para abarcar todos los espacios donde se pueda sacar un euro de beneficio. Por eso apoyan en Ciudadanos los vientres de alquiler y por eso apoyan a las compañías de VTC. Hay que desposeer lo público para que el capital siga acumulando.

En el conflicto entre el Taxi y la intromisión de las compañías multinacionales de capital financiero que están detrás de las compañías VTC, Rivera se ha posicionado claramente del lado de éstas últimas. Así defiende un mercado “donde haya competencia leal y en igualdad de condiciones” entre el sector del taxi y de los VTC. Defiende claramente la intromisión de un tipo de transporte que nada tiene que ver con el transporte público como el taxi. Porque sí, los VTC son coches que las personas alquilan, con conductor, para transportarlos. Los VTC están aprovechándose de cierta flojera legislativa para hacer de taxis cuando no lo son. Es que ni son un transporte público en sí. En teoría están utilizando unas licencias para alquilar vehículos con conductor como un servicio público de transporte. El taxi es un servicio público regulado de transporte como son las líneas de autobuses, el metro o el tren. Los VTC no.

El mundo del taxi puede tener muchos errores (licencias, traspasos, etc.) pero es un servicio público regulado y con una serie de trabas de acceso. Cualquiera no puede ser taxista, pero sí conductor de VTC. El taxi tiene unas tarifas reguladas, mientras que el VTC no. Aprovechan los horarios, con sus valles y sus picos, para establecer el precio que más les conviene, incumpliendo la normativa de alquiler de vehículos. Deberían tener unas tarifas de alquiler por media hora, una hora, dos horas, un día, etcétera, no por trayecto ya que son dos mercados distintos. Lindantes pero distintos. Esto no es visto por Rivera que lo que quiere es acabar con el supuesto monopolio público del taxi como transporte público para que las grandes empresas financieras se forren mediante una app.

Por eso critica al gobierno afirmando que “la obligación del gobernante es adaptar la legislación a los cambios y no volver a regulaciones del siglo pasado”. El taxi es el pasado, es un servicio anacrónico. En un mundo hiper-mega-capitalista, que es lo que él quiere, debe competir con otras formas de transporte, así no sean lo mismo y se cuelen de rondón aprovechando los problemas que tiene el taxi. Porque Rivera no pide que el taxi sea modificado, no, pide que se abra la puerta a las empresas del establishment financiero. Su amo, el que lo ha puesto donde está para desposeer lo público y ponerlo en manos privadas. De hecho se muestra en contra de que el Gobierno traspase las competencias a las comunidades autónomas. “Quieren trocear la legislación nacional en 17 normativas autonómicas” ha dicho. Si la legislación y control es autonómica, que es lo más lógico, él no podrá actuar en favor de sus señores del poder del dinero.

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