Albert Rivera no ha hecho ninguna valoración ni ha condenado los mensajes xenófobos, machistas, ultraderechistas y populistas del mitin celebrado en el Palacio de Vistalegre por el partido de extrema derecha VOX. En política los silencios se convierten en complicidades ante un discurso tan sumamente contrario a los elementos sobre los que se sustenta cualquier sistema democrático.

Esa complicidad de Albert Rivera con los mensajes de VOX, que tanto han alabado desde las radios patrióticas, viene porque dentro de sus propios discursos se encierran muchas de las cosas que ayer enardecieron a las 10.000 personas que llenaron el recinto del barrio de Carabanchel. Por un lado, el discurso en contra de los partidos nacionalistas. Santiago Abascal insistió en la idea de la ilegalización de los mismos, algo que desde Ciudadanos se ha pedido, no de un modo tan directo como lo exigió Pablo Casado, pero planteando una reforma electoral que hiciera imposible que ningún partido nacionalista, sea o no independentista, pudiera tener representación en el Congreso de los Diputados. El frentismo en el tema catalán es lo que alimenta los apoyos del partido naranja y, por esta razón, deben impedir que se llegue a una solución democrática.

En referencia al modelo territorial, Albert Rivera también es partidario de una recentralización de sistema autonómico, haciendo mucho más rígidas las relaciones entre el Estado y las Autonomías a las que dejaría prácticamente sin competencias. Por otro lado, uno de los proyectos estrella de Ciudadanos es la eliminación de las Diputaciones Provinciales sin plantear una alternativa realista que justifique los argumentos para la supresión de unas instituciones que son fundamentales para el desarrollo del mundo rural, un lugar donde Ciudadanos no tiene mucho calado ni penetración electoral.

Con respecto al feminismo, VOX dejó muy claro que no cree en la igualdad ni en los derechos de la mujer. Por eso pidió la derogación de la Ley de Violencia de Género, la persecución de las denuncias falsas (que suponen un 0.01% de las que las mujeres interponen en comisarías, cuarteles de la Guardia Civil y Juzgados) y la eliminación de todas las leyes de género. Rivera y su partido no se han caracterizado por una defensa real de los valores del feminismo. Lo pudimos comprobar cuando se posicionó en contra de las movilizaciones de las mujeres del día 8 de marzo o cuando quisieron equiparar la violencia machista con la feminista para terminar con la asimetría penal por sexo, un asunto que es reivindicado por quienes pretenden hacer permanente el patriarcado.

Demasiadas coincidencias como para hacer una valoración negativa de lo ocurrido en el mitin de VOX.

Sin embargo, Rivera no es el único ya que Pablo Casado también ha tanteado a los votantes del partido de ultraderecha liderado por un ex diputado del Partido Popular y no ha ocultado su satisfacción de lograr unir a los ciudadanos que votan a PP, Ciudadanos, Foro Asturias, UPN y VOX.

La derecha española está rozando unos terrenos muy peligrosos, al igual que ya le ocurrió durante la II República cuando, con el crecimiento de los partidos de la izquierda, decidieron radicalizar su discurso y, llegado el momento, unirse a los generales golpistas el 18 de julio de 1.936. Hay que recordar que los jóvenes de la CEDA fueron extremando sus discursos hasta hacerse muy cercanos a los de Mussolini y, una vez iniciada la Guerra Civil, corrieron a afiliarse en masa a Falange Española.

Un líder democrático debería haber condenado de inmediato lo ocurrido ayer en Vistalegre, sobre todo teniendo en cuenta lo que está ocurriendo en el resto de Europa con gente como Matteo Salvini, Viktor Orban o en el mundo con el ascenso de un fascista como Jair Bolsonaro. En el PP ha reaccionado Javier Maroto ante el silencio de Pablo Casado (¿más complicidades?).

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