Albert Rivera, el tahúr del Congreso

Alfonso Guerra calificó en su momento, con sorna y admiración a la vez, a Adolfo Suárez como un tahúr del Mississippi con chaleco floreado por la capacidad del presidente del gobierno en aparecer con un as en la manga. Albert Rivera, quien profesa admiración por aquel, es el nuevo tahúr del Congreso de los Diputados, pero no por sus ases en la manga, sino por la desconsideración y las trampas de las que hace gala. La incapacidad, pese a todo el apoyo mediático que tiene, del dirigente naranja de aparecer como lo que le gustaría, un hombre de Estado, propicia que deba saltarse los acuerdos, pactos y tradiciones parlamentarias para alimentar la máquina del odio en que se ha convertido.

Nuevamente ha decidido preguntar al presidente del Gobierno algo completamente distinto a lo que había presentado por escrito, tal y como refleja el reglamento del Congreso. Ha preferido preguntar por sus manías y sus obsesiones antes que lo expuesto en lo dirigido al gobierno. Si en una ocasión anterior preguntó por la tesis del presidente, en esta ocasión ha decidido no preguntar por la valoración del presidente por la situación en España y hacerlo por el déficit presupuestario. Obviamente el presidente le ha respondido escuetamente por lo que preguntó en papel y por la “paja mental del momento” de Rivera. Ha tenido que intervenir la presidenta del Congreso, como era preceptivo, para amparar al presidente, lo que ha sentado muy mal a Rivera que ha seguido insistiendo en “su” obsesión.

La táctica es clara. Intentar pillar a Pedro Sánchez en fuera de juego sin importarle saltarle los acuerdos y los pactos. Si no responde el presidente le indica que tiene miedo, que no sabe, que es un incapaz en resumidas cuentas. Si responde a la pregunta del escrito, lo mismo que lo anterior. Y si responde a la pregunta nueva se autolegitima para seguir haciéndolo. Casi la cuadratura del círculo de los tramposos y fulleros. Si las preguntas al gobierno se entregan antes de tiempo, especialmente en cuestiones técnicas, es porque se comprende que un ministro o una ministra por mucho que sepan no tienen en su cabeza todos los datos concretos. Por eso se llegó a ese acuerdo y “pacto entre caballeros” para preguntar por escrito y así el gobierno poder presentar los datos concretos. Se pierde riqueza en el debate desde luego. El gobierno sabe por dónde van a ir los tiros. Pero es el acuerdo alcanzado el casi todos los parlamentos. Si desea preguntar lo que le dé la gana pues lo dice al comienzo de la legislatura y todos juegan con las mismas cartas. De esta forma Rivera intenta jugar con cartas marcadas.

Aunque no lo parezca tiene su importancia esta actitud de Albert Rivera. Lo primero porque demuestra que no respeta los acuerdos, los pactos y las reglas del juego. Si desea cambiarlas debe exponerlo así y que debatan entre todos los grupos si se cambian las reglas del juego. Pero eso le importa poco a Rivera, él es más de hacer lo que quiere. Avasallando a los demás partidos con prepotencia y queriendo imponer por la fuerza sus opiniones y sus deseos. Al igual que destila odio contra los demás, también se muestra como un chulo de la política que hace lo que quiere. Porque sabe que tiene una red de protección en los medios de comunicación (de la Caverna y de la no Caverna). ¿Han visto alguno que haya criticado esta actitud? No, es más algunos le han reído la gracia porque así sacan jugo donde no lo había y más visitas. Por el camino los valores democráticos son pisoteados por Rivera y los medios.

Y segundo, es la democracia la que se resiente cuando Rivera pregunta lo que le da la gana. Simbólicamente el presidente de Ciudadanos muestra que las reglas del juego se pueden incumplir (pero reclama cuando lo hacen en Cataluña); que el receptáculo de la soberanía popular (Cortes) puede ser utilizado al antojo del primero que pasa por allí; que los pactos sólo deben respetarse si son buenos para uno mismo; y que importa más lo que pasa fuera del Congreso y los apoyos que se tiene del establishment que lo que allí se debate y acuerda. Él está en política para chulear a los demás partidos, para imponer su voluntad por las buenas o las malas, de forma legal o ilegal, para servir a sus amos de la forma en que le apetezca en cada momento. No es un demócrata, algo que ya se sabía, sino el niño de los recados de la clase dominante que acepta el juego mientras gana y se lleva el balón cuando pierde. Hace daño a la democracia aunque él y sus conmilitones no lo vean así porque tienen la mente absorbida por esa secta que es Ciudadanos.

Y como no faltan los pelotas al jefe, acude Ignacio Aguado, el pensador que tienen en la Comunidad de Madrid, a señalar que la queja del presidente del Gobierno es una respuesta que le da vergüenza. Más bien da vergüenza el señor Aguado al pasear sus miserias nada democráticas. Esas mismas que utiliza en la Asamblea de Madrid donde él comenzó a no registrar las preguntas al gobierno como prueba de la falta de valores democráticos que muestran en Ciudadanos. Como les pintan la cara cada vez que preguntan algo (¿cuántas veces no se han reído de sus boutades Enrique Ossorio o Alfonso Serrano del PP?) porque no saben ni preguntar, prefieren saltarse las reglas e ir por libre porque ellos y ellas lo valen y los medios se lo permiten. La democracia es para Rivera o Aguado un concepto que manejar contra sus enemigos (que son todos) pero que no respetan. De esta forma dañan la convivencia e intentan pescar en río revuelto. La vergüenza es tener a Ciudadanos en las instituciones porque no las respetan (como en Arroyomolinos).

Una banda de incultos al servicio del establishment, como bien le ha recordado Pablo Iglesias, que sólo hablan de democracia para que se la apliquen los demás. Para ellos el “todo vale” es la máxima de acción y reacción. Ciudadanos es el partido pardo camuflado para destruir la democracia desde dentro y con apariencia de demócratas, como escribiera hace tiempo José Saramago. Por eso preguntan lo que les da la gana o inoculan el odio y la cizaña entre las personas. La democracia es un medio para el gran fin que persiguen, entregar la sociedad al mercado. Minan poco a poco la confianza en las instituciones para que las relaciones sociales que penetran al Estado se sitúen completamente del lado de los poderosos, que no haya posibilidad de que la izquierda pueda ejercer influencia. Los grandes medios de comunicación ya se encargan de que sus acciones pasen desapercibidas y creen un estado de opinión a su favor. ¿Han visto críticas a Ciudadanos por gobernar junto a Vox? ¿Han visto críticas a saltarse las reglas? Bien al contrario estarán aburridos de ver a Rivera tomando café con Susanna Griso (esta semana otra vez) o con Ana Rosa Quintana, mientras desde la Caverna les alaban como grandes demócratas. Hacen trampas porque nadie se lo reprocha y saben que pueden utilizar las cartas marcadas.

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