Es como esos trajes que parecen caros pero que al mínimo esfuerzo se le van las costuras. Así es Albert Rivera, un político que parecía hombre de Estado, pero al que se le están viendo durante la semana todas las costuras de su incapacidad política. No es ya que abogue por el cuñadismo ideológico. Cuñados en política siempre los ha habido con más o menos gracia. Sino que muestra una incapacidad directa en la gestión de las cosas propias del cargo que ocupa. Desconocimiento de los procedimientos y reglas formales, ignorancia de la propia posición en el sistema de partidos y carecer de mandíbula para encajar los golpes.

Hasta el momento los golpes que le daban se salvaban con las mentiras de los medios de comunicación del establishment. En un primer momento para contrapesar a Podemos y en un segundo para alzarse con el poder. El establishment le ha protegido todo lo que ha podido pero llega un momento en la vida política que “no te salva ni la madre que te parió”. Y eso que salen a derechas e izquierdas apoyando su discurso de elecciones anticipadas. Claro que el apoyo de José Rodríguez de la Borbolla o Alfonso Guerra es casi un hándicap. Pero ni con todo el poder mediático detrás deja de hacer el ridículo Rivera.

Nada más conocerse la sentencia de Gürtel, lo primero que dijo es que “cambiaba las cosas”. Sin más. Para los condenados sí que cambian, si los jueces, como fracción del bloque en el poder,  no lo impiden. Pero M. Rajoy ya tenía los billetes para Kiev comprados. Y un puro. Pero resulta que el muchacho del PSOE sale con una moción de censura y desarbola completamente a Rivera. Cuatro días ha estado oculto en su mansión sin articular palabra. Primer ridículo. En vez de coger el toro por los cuernos y ofrecer su visión desde el primer momento, manda a Villegas o a Girauta (dos grandes mentes políticas) a decir que elecciones. Que la moción es mala. Risas en todo el arco parlamentario de derecha a izquierda.

El lunes sale en rueda de prensa en la sede de Alcalá y dice que si moción instrumental, que si convocar ya elecciones, que si populistas, que ni nacionalistas y la llegada del Armaggedon a España. Un rostro desencajado y una persona sin respuestas. ¿Por qué? Porque todo lo que decía era al minuto destrozado por medios de comunicación o los demás partidos políticos. El bochorno de ver a Fernando de Páramo en Las mañana de Cuatro, programa que se lleva por delante el establishment por molesto, quedar como un incapaz por no conocer la ley, esa misma que no se les cae de la boca contra nacionalistas y gentes de izquierdas. Reproducía el chico de los recados la estrategia de Rivera y Girauta, provocar que quede mal la moción de censura del PSOE por no convocar elecciones. Por querer gobernar en un sistema parlamentario que depende de los apoyos en la cámara, no por otras cuestiones. Bien que aplaudió el golpe de estado en el PSOE para abstenerse y eso sí que fue sucio.

Incluso las encuestas le quitan la razón. Porque un 46% de los españoles afirman que apoyarían una moción de censura incluso con el apoyo de los independentistas. ¡Zas en toda la boca a Rivera! Además, Pedro Sánchez dice que no piensa negociar con nadie. Que toca retratarse y decir lo que se piensa de la corrupción del PP como partido. Un argumento que lamina las estrategias anteriores de Ciudadanos, la cual separa persona corrupta del partido político. En este caso es el propio partido el que queda marcado por una sentencia condenatoria. Y Rivera haciendo el ridículo porque no tiene salida que tomar. O bien apoya al PSOE, o bien apoya al PP. Es sí o no. No hay caminos intermedios. Algo que han entendido en Podemos ofreciendo un sí y buscando otra salida por si acaso.

Albert Rivera sólo quiere elecciones. Y porque le interesan al él. No es por una cuestión ética, pues carece de todo sentido ético. Como buen cuñadista que es y ya ha demostrado en Murcia o Madrid. Unas elecciones que le permitan, tal vez, ganar. Sin darse cuenta de que la batalla ética se la ha ganado Sánchez, y Rajoy puede ganarle por la derecha azuzando, como ya hace María Dolores Cospedal, el llanto y la persecución. Aún no se ha percatado del ridículo que está haciendo, ni los beneficios que obtendría de apoyar la moción. Ahí hundiría un poco más al PP porque le quitarían los aparatos del Estado que está utilizando contra la oposición y el pueblo. Y en esa jugada el establishment, que no va a permitir gobernar por mucho tiempo a una izquierda que no se pliegue a sus intereses, le daría un apoyo mayor para acabar completamente con el PP.

Él sigue empeñado en su estrategia como populista y ególatra que es. Luego dice de Iglesias o de Sánchez, pero el ego de Rivera supera con mucho el de los otros dos dirigentes políticos. El traje de Rivera se está rompiendo por momentos y puede que sirva para algo que se lleva deslizando por los mentideros de la capital española, que el establishment querría a Inés Arrimadas como candidata a la presidencia del Gobierno en vez de Rivera. No gusta con quien se reúne, ni ciertos aspectos de su vida privada. Y así lo cuentan a quien quiere escuchar. Por tanto, no sólo hace el ridículo, sino que se está jugando su propio puesto de trabajo. Como no se ande con cuidado le toca volver a Cataluña a la tienda de papá y mamá.

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