Se habla y no se para en estos últimos días de los perdedores del 19° Congreso del PP. En estas mismas páginas se han contado los desajustes que se producen en Andalucía, pero poco o nada se está comentando de la triple derrota del presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido. Algo que no se conocía desde los tiempos de Herrero de Miñón en el partido conservador. Una triple derrota que puede acabar con su carrera como dirigente máximo de la comunidad madrileña. Una ventana que se abrió con la primera derrota, pero que ha quedado cerrada con la segunda y, por ello, genera la tercera derrota.

El presidente de la Comunidad de Madrid se subió al carro de María Dolores Cospedal en la primera vuelta de las primarias del PP. Algo lógico pues son muchas las cuestiones orgánicas, políticas e ideológicas que les unen. En ese sentido, el apoyo que le prestó a la ex-secretaria general sirvió para dejar a la otra pretendiente Soraya Sáenz de Santamaría en la cola en Madrid, con un resultado paupérrimo en su propia región. ¡Ah no! Que ella es rural.

Primera derrota de Garrido que, en un giro inesperado, o más bien en un giro donde le habrán prometido seguir al frente de la Comunidad, cambió con parte de sus tropas de bando y se unió a las huestes de “la chiquitilla”. Les vendió, de buena forma, que ella ganaría, que tenía todo controlado, que es la señora de los dosieres (que esa es la imagen que queda de ella), que si tal, que si cual, para acabar con un portazo de los compromisarios en las narices. Álvaro Ballarín, incluso estaba en la ejecutiva de Soraya SS. Pero cuando podían haber seguido con Cospedal y ganar el Congreso, se fueron con la ex-de-tantas-cosas y palmaron sonoramente. No entendió cómo soplaba el viento en el partido, algo que le ha pasado a alguno que otro también, y se ha quedado compuesto y sin presidencia.

Y de ahí viene la tercera derrota. De poder haber salvado la nominación como presidente de la Comunidad de Madrid, algo que no hubiese estado muy mal visto por muchas personas de las que cuentan, ni por las bases en general, se ve en la tesitura de volver a ser diputado raso. En el PP siempre tienen consideración con estas cosas y no hacen demasiada sangre. A veces. Aún tiene tiempo de moverse, aunque la elección de Antonio González Terol, Carlos Izquierdo o de Pablo Hispán para el Comité Ejecutivo y de la Junta Directiva Nacional ya indican algo. Al contrario de lo que pasa en Andalucía con la inmediatez de las elecciones, lo que puede salvar a Juanma Moreno Bonilla de momento, en Madrid serán en mayo de 2019 y hay tiempo de elegir un nuevo candidato, vía dedo, o vía elección, pero todo parece indicar que Garrido no estará entre los preferidos.

Igual se utiliza la presidencia de la Comunidad de Madrid para pagar a algún derrotado (algo que no está en la cabeza de Pablo Casado según nos cuentan, porque entiende que Madrid es importante), aunque esa posibilidad suena más al ayuntamiento capitalino (no descarten a García-Margallo aún), y lanzar a alguien con fuerza en la Comunidad. Con fuerza y cercano al nuevo presidente del PP. Garrido jugó y se quemó dos veces, lo que ha provocado su achicharramiento político una tercera vez. No supo jugar bien sus bazas, o no se dejó asesorar bien. Y cuidado que tiene amigos para haber preguntado.

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