Ridículo total el protagonizado por Inés Arrimadas en su estreno como futurible del Congreso de los Diputados. Acudir a decirle a Carles Puigdemont, un señor que a día de hoy es un español viviendo en Bélgica, que la república catalana no existe es más propio de un “payaso” como Albert Boadella, que de una persona que aspira a representar a parte de los españoles en el centro de la soberanía popular. Y más curioso es que la acompañe Lorena Roldán, quien en tiempos tuvo sus querencias independentistas. ¡Cómo le gusta a los falsos liberales los actos de constricción cristianos!

Hemos ido a Bruselas a hacer lo que el Gobierno de España no hace: representar a millones de catalanes constitucionalistas que están totalmente silenciados y explicar a medios de comunicación, corresponsales y funcionarios de entidades europeas cuál es la realidad de Cataluña” ha explicado la dirigente naranja (si lo imaginan con esa voz histriónica que tiene mucho mejor). La parte que está en negrita es fundamental para comprobar cómo ha metido la pata hasta el corvejón, cómo se dedica a hacer el ridículo no sólo en España, sino allende las fronteras; cómo en un procedimiento dialéctico acaba consiguiendo justo lo contrario de lo que pretendía. Acudir a Waterloo (¿será que se marca aquí también la caída de populismo naranja?) significa dar legitimidad a Puigdemont. Esto no lo ha visto Arrimadas, ni sus amigos de Ciudadanos que tampoco piensan mucho más que ella. Si vas a donde está ese señor que dejó tirados a sus conmilitones y vive plácidamente, sin problemas y con una oposición naranja que le legitima.

Señora Arrimadas, si el Gobierno de Pedro Sánchez no acude a decirle a Puigdemont que la república catalana no existe es por dos cuestiones: primera, para el Gobierno allí hay sólo un huido de la justicia, por tanto al ser otro país nada tiene que hacer allí, y menos hacer un acto de legitimación de una postura que no comparte; y segunda, al Gobierno español no le hace falta acudir a Bélgica para decir una obviedad que todo el mundo conoce, que la república catalana no existe. Es de primero de tener dos dedos de frente y de política para lerdos, no legitimar las posturas de tu contrincante. Sin embargo, Arrimadas al tener la materia gris adocenada por el odio que siente a los que no piensan como ella, comete el error de acudir a hacer que el relato de Puigdemont tenga un componente de autoridad del que antes carecía. Son tan brutos en Ciudadanos que consiguen legitimar a su enemigo en su lucha. Brutos o que quieren seguir con el símbolo Puigdemont, en una especie de pacto oculto, para no hundirse más en las encuestas y seguir con la dinámica del antagonismo dual España/Cataluña. Justo lo que no quiere el Gobierno español, como es lógico. Y los medios de comunicación que hay por allí conocen perfectamente la realidad, que no es la de Puigdemont, ni la de Arrimadas.

Más adelante ha sacado su lado autoritario y dictatorial. Su carácter de odiadora profesional, aunque olía más bien a justificación ante el cambio de nivel político que va a tener en su vida. “Representamos a millones de catalanes y no vamos a permitir que el separatismo hable en nombre de Cataluña y nos diga a qué rincones de Europa podemos ir y a cuáles no” ha dicho. A ver señora Arrimadas, por desgracia para usted, pero parte de lo que significa respetar la democracia liberal, los secesionistas gobiernan en Cataluña y, por tanto, habla en nombre de Cataluña porque le es propio. Que lo hace de sólo un parte de Cataluña es lo mismo que cuando usted o a quien le han encomendado  sustituir, Albert Rivera, hablan de una España que es sólo de parte, que es sólo la España naranja. Quien habla por todos los españoles y españolas es el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ese al que ustedes intentan deslegitimar, dañando los fundamentos de la democracia, y ustedes deberán esperar su momento. Que vistas las encuestas, como avanzamos hace un tiempo, parece que nunca llegará.

Y por último, la ración de mentiras naranjas de todos los días. Según Arrimadas el gobierno de España trata” a un fugado de la justicia como si fuera el interlocutor de un Estado diferente”. ¿Alguien ha visto a algún miembro del Gobierno hablando con Puigdemont? Incluso en el sentido amplio llegando hasta directores generales, nadie ha acudido a Waterloo salvo los colegas del huido y Arrimadas. Por tanto, quien está tratando a Puigdemont como presidente de una “república imaginaria” es la dirigente de Ciudadanos. No se da cuenta de estas cosas porque el odio le ciega y, en términos políticos, no hay más en esa cabeza. Como sus colegas de Ciudadanos, no es más que una vende humos.

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