Es tal la separación de la clase política de la realidad más simple y sencilla del resto de los mortales, que se pueden convocar elecciones un 4 de mayo alegremente sin percatarse de las molestias que pueden llegar a provocar en la ciudadanía. En esa separación de la realidad, sin duda, la presidenta de la Comunidad de Madrid se lleva la palma. Ya hace casi un año, cuando comenzaba lo duro de la pandemia, decidía mandar a sus casas a los estudiantes de todas las edades sin pensar en nada, salvo en quedar ella bien con una medida que ayudó a expandir más allá de las fronteras madrileñas el coronavirus. Ahora vuelve a importarle una higa lo que pase mientras ella pueda sacar rédito político.

Celebrar las elecciones un 4 de mayo no es algo inconsciente, tomado al tun tun, no. Isabel Díaz Ayuso sabía perfectamente que si convocaba las elecciones el día 3 de mayo, lunes festivo en la Comunidad, no podría celebrar la fiesta del 2 de mayo con todo el boato y todas las miradas puestas en su persona. Un día antes de las elecciones le hubiesen cancelado la fiesta y su persona no habría tenido horas y horas de programación institucional-publicitaria gratuita. Trasladando la elección un día más adelante puede tener su fiesta, su pompa y circunstancia, su acto de campaña gratuito porque Madrid y España son suyas. De su propiedad. Para su uso y disfrute. Mientras los madrileños estén por esos lares disfrutando del puente, ella se pavoneará con prensa, oligarquía madrileña y famosos (cuanto más casposos mejor) en la fiesta comunitaria.

Eso es lo que gana Ayuso, pero los madrileños tendrán que hacer encaje de bolillos para ver dónde, cómo y con quién colocan a la chavalería que el día 4 de mayo no irá al colegio. Porque, por si no se han percatado, el día 4 de mayo los edificios serán utilizados como colegios electorales. Muchos de los que hoy comparte memes de “Yo con Ayuso” días antes de las elecciones tendrán que llamar a abuelos (si los tienen), pensar quién de la pareja pide un día de vacaciones y se queda con los críos (en su mayoría será ella), o tratar de conseguir alguien que se quede de canguro con los menores, con el coste en dinero que eso supondrá. Nadie en el gabinete de Ayuso habrá pensado en eso porque no están a esas cosas sino a la libertad, en realidad libertinaje, de hacer lo que les da la gana en beneficio propio sin pensar en los perjuicios que supongan a los demás. Si los demás pierden vacaciones y dinero les da igual mientras ellos celebren sus fiestas y sus cosas de políticos.

Curiosamente ninguno de los políticos de los demás partidos ha pensado en ello. No se les ha escuchado queja alguna. Salvo algún análisis precipitado sobre si votar en día laboral favorece o no la participación, nadie ha pensado que habrá persona que perderán vacaciones y/o dinero por su culpa. La de todos. Tampoco se les escucha muy preocupados por lo que pueda provocar la pandemia, ni nada por el estilo. A votar que es muy mucho democrático para una elección cuya muerte será dos años, los que quedan para cumplir la legislatura actual. Eso por no hablar de las decenas de millones de euros en gasto electoral que van sacar de los bolsillos de la ciudadanía para dirimir sus disputas partidistas. Ayuso en su intención de aclarar el lado de la derecha e impulsada por un fervor “terrorista” –mañana se explicará esto-, arrastra a todo el mundo a molestias personales, a aguantarles en campaña electoral… Total para nada.

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