El escándalo en el mundo del fútbol está servido. Según han podido comprobar la Fiscalía y la Agencia Tributaria, el FC Barcelona, durante el mandato de Josep María Bartomeu, habría pagado durante tres años 1,4 millones de euros a la empresa (DASNIL 95) de José María Enríquez Negreira por análisis sobre los árbitros y asesoramiento de jugadores jóvenes en España. No pasaría nada si el dueño de esta empresa no hubiese sido hasta 2018 vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros de la RFEF. Esto es, uno de los que designan a las personas que arbitran los partidos de fútbol.

Joan Laporta, sin ocultarlo pero dándole poca importancia, ha confirmado los hechos y ha asegurado que ahora ese tipo de informes están integrados en la estructura del club. Pero confirmar, ha confirmado los pagos hasta 2018, justo el momento en que cesó la actividad de Enríquez Negreira como subjefe del arbitraje en España. Si ya era malo y escandaloso en su etapa de árbitro profesional ¿por qué no dudar de las designaciones y sutiles recomendaciones hacia los árbitros para, como decirlo suavemente, arrimar la sardina al ascua que mejor le calentaba el bolsillo?

Pruebas físicas, digitales o analógicas, de que “de aquellos pagos, esos arbitrajes amables” no existen (o no se sabe que existan). Por tanto, poder probar que mediante la compra de “análisis” (esto de los informes lo inventaron AP-PP y PSOE para financiarse) el FC Barcelona se haya visto beneficiado por los arbitrajes y sus dos perseguidores cercanos, Atlético de Madrid y Real Madrid, perjudicados es complicado. Salvo para la razón popular que, pese al paso del tiempo, puede recordar aquel penalti no pitado en, digamos, Sevilla que suponía la victoria y que fue extraño. O el fuera de juego inexistente que supuso la anulación de un gol a Gameiro (Atleti) en semifinales de Copa del Rey contra el propio Barça.

Si en España hubiese valentía y se hiciesen las cosas bien -en Italia frente a la todopoderosa Juventus no tuvieron piedad con el Calciopoli– habría que investigar y sancionar fuertemente al FC Barcelona. Como poco quitándole los títulos de esos años donde se compadreó con el subjefe del arbitraje y habría que ver si con algo más. De aquella forma Bartomeu le birló al Atlético de Madrid dos ligas (en las que fue segundo) y Miguel Ángel Gil debería pedir daños y perjuicios (como piensa hacer con Whalefin) si fuese valiente. Igual le hacía subir el precio al Atleti.

Lo que está claro es que competir con ciertos clubes parece casi imposible desde hace tres décadas. No sólo por magnitud financiera sino por los subterfugios utilizados (el día que se tome en serio el doping en España, veremos) desde las altas esferas y los bajos fondos. El mérito del Valencia de Rafa Benítez o del Atlético del Cholo Simeone es mucho mayor. Especialmente el segundo que los ha confrontado, con menos recursos de todo tipo, durante más de una década. Esas dos ligas “birladas” al Cholo y al Atleti no ocuparán las vitrinas del museo del Metropolitano por cobardía, pero moralmente está claro dónde debían estar. Y de los penaltis que no se pitan este año ¿qué? ¿hay pagos extraños por ahí o es sólo odio de Rubiales?

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