El Banco Popular era una entidad solvente y con un gran potencial. Eso es algo que se recoge en la propia carta de Barclays Bank en la que se ofertaba una ampliación de capital de 4.000 millones de euros. Sin embargo, los movimientos provocados por Emilio Saracho siguiendo los dictados marcados por el Santander y con la connivencia de las autoridades reguladoras dependientes del ministerio de Economía de Luis de Guindos, le generaron un problema de liquidez que llevó a que fuera declarado inviable o, como se dice en el argot financiero, likely to fail. En menos de 5 horas se decidió vender al Santander por un euro para que la entidad cántabra pudiera utilizar el potencial del Popular para arreglar sus cuentas, unas cuentas en las que, según algunos análisis, encontraríamos más números rojos que verdes.

Desde que estalló la crisis financiera global hasta el año 2.016, el Santander ha declarado en sus cuentas unos beneficios netos de 55.715 millones de euros. Además, captó capital por un total de 15.990 millones. Hasta aquí todo normal, pero hay aspectos que en las cuentas del banco santanderino que no están nada claros y que son los que demuestran su verdadera situación y por lo que necesitaba al Popular y es la depreciación del valor de sus acciones que en 2.007 cerraron con un precio de 14,79 y en el cierre de 2.016 estaban a 4,96. Por otro lado, según especialistas financieros consultados por Diario16, el propio valor del dinero invertido en el Santander es muy inferior porque, con una reinversión de los dividendos repartidos en esa década, los accionistas del Santander han perdido un 20,7%.

Según los estados financieros remitidos a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, entre 2.007 y 2.016, el Santander pagó 24.650 millones de euros en concepto de dividendos. Por tanto, si los beneficios netos declarados por la entidad cántabra fueron de 55.715 millones, en realidad los beneficios no distribuidos fueron de 31.000 millones. A esta cifra se añade el patrimonio declarado por el Santander (44.850 millones) y el capital captado (15.990), lo que nos da una valoración total de 91.840 millones.

Sin embargo, la realidad es que el número de acciones ha crecido por encima del patrimonio y los beneficios, por lo que su valor contable se ha reducido. En este periodo, por las ampliaciones de capital, el Santander incrementó su número de acciones en 8.328 millones (cifra que rozó los 10.000 millones antes de la intervención del Popular), ya que en el año 2.007 el número de acciones era de 6.254 millones. Esto tiene un impacto brutal en el beneficio por acción ya que se ha depreciado en un 31%.

Todo esto demuestra un hecho: el Santander ha sobrevivido en la última década gracias a esas ampliaciones de capital por valor de casi 16.000 millones de euros que hemos visto anteriormente y que, sin ellas, probablemente sus resultados hubieran sido negativos en más de un ejercicio. Como habrán podido comprobar, nos hemos centrado en las cuentas hasta diciembre de 2.016.

El referéndum del Brexit ya estaba haciendo mella en las cuentas del Santander. Las fluctuaciones de las economías latinoamericanas, sobre todo en Brasil y México, estaban impactando en las cuentas de la entidad. Los resultados en España se estaban resintiendo por una caída del negocio y por unos costes elevados de productos estrella que funcionaron en Reino Unido pero que en España no tenían (ni tienen) la rentabilidad esperada. Todo ello, además de otros aspectos, provocaba que el futuro del Santander para 2.017 fuera muy oscuro. Por eso necesitaba de una gran operación y la encontró en el Banco Popular que, tal y como queda explicado en el documento remitido a la CNMV apenas 22 minutos después del anuncio de la compra por un euro, era un gran negocio por las siguientes razones:

El Santander necesitaba, además de todos los beneficios que le reportaría el Popular a través de la venta de activos, del posicionamiento en el sector Pyme o en zonas estratégicas de la economía española, que le reportarán a lo largo de este año más de 43.000 millones de euros, una ampliación de capital. Por esta razón, tal y como informamos en Diario16, la entidad cántabra comunicó en la mañana del 6 de junio al mercado que acometería dicha ampliación por un valor de 7.000 millones y no por los 5.500 que filtró por la tarde a los medios de comunicación. Aún así el Santander sigue teniendo serias dificultades para alcanzar los objetivos del TLAC para el año 2.019 y seguir manteniéndose en la categoría de banco sistémico global, para lo que ha realizado una emisión de deuda, cargando un 70% de la misma al Popular, que cubra sus necesidades de capital: 25.570 millones de euros. Respecto a la liquidez (ratio LCR) en el año 2017 se exigía una cobertura del 80 % para cumplir con los criterios de Basilea III, desde este año 2019, una cobertura del 90%, y Santander está aproximadamente en un 92,6, superior a la exigencia para este año, por la aportación de fondos que el Banco Popular le ha permitido anotarse en sus cuentas, en concreto de 81.369 millones. Si no hubiera tenido dicho aporte podríamos decir que la cobertura de liquidez o LCR estaría por debajo del 80 %.

El problema con la liquidez lo ha cubierto este año con la adquisición del Banco Popular, pero el problema al Banco Santander se le plantea de cara al año que viene donde se le exige que tenga cubierto el 100 % de dicho coeficiente y eso le reporta incrementar la liquidez disponible en unos 51.000 millones de euros.

Por tanto, si se ha depreciado tanto el valor de venta como el valor contable de la acción del Santander y ha necesitado del Popular y de arruinar a más de 305.000 familias para sobrevivir…, ¿dónde están los beneficios reales del banco presidido por Ana Patricia Botín? Lo peor que puede ocurrir en economía es generar dudas y el Santander lleva ya demasiados años provocándolas.

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