Tal y como afirma el titular hay posibilidades de que el PP de Pablo Casado pueda ganar las elecciones. Para ello deberían darse una serie de condicionantes que no están tan lejos de lo que se pueda pensar. Y gran culpa de esa victoria, complicada pero factible, la tendrían las fuerzas de izquierdas. Primero por no haber logrado un acuerdo, ni en julio, ni en septiembre. Y segundo por la lucha cainita que están mostrando en las redes sociales, más los vaivenes estratégico-ideológicos que tienen según se levanten esa mañana o les digan esos gurús que les han sorbido la razón. Abrir la repetición de elecciones era dar una posibilidad de que el enemigo se rearmase y pudiese pensar con tranquilidad qué hacer. Cada cual que aguante su vela. Vayamos por partes.

Hegemonía en la derecha para el PP. En esto culpa no tiene la izquierda como es evidente. Es una batalla intrabloque de la derecha que va a quedar resuelta en estas mismas elecciones. Quedará, con toda probabilidad, una pequeña ultraderecha gritona que es necesaria para el propio sistema, un PP ocupando la mayoría de los escaños y un grupúsculo naranja representando a cuatro o cinco provincias en el mejor de los casos. Ocurre que cuando Ciudadanos sólo sirve para que gobierne el PP, sin importar los casos de corrupción que tengan a sus espaldas (casos de Madrid y Castilla y León), quienes les han votado teniendo claro que su voto es de derechas, lo normal es que vuelvan al original y abandonen la copia. Una copia, además, que está henchida de soberbia y se permite el lujo de gritar y señalar a los demás. Para eso ya está Vox, así que el PP recogerá buena parte del voto útil. ¿Suficiente para ser el partido más votado? Si el PP como dicen las actuales encuestas está tan cerca del PSOE podría ser dependiendo del comportamiento de los socialdemócratas y lo que quiten a Ciudadanos.

El factor de la segunda vuelta. En los países donde hay segunda vuelta se ha demostrado que en la primera se vota a la opción que le dicta la conciencia y en la segunda se hace un voto estratégico. En esta ocasión, las elecciones se pueden considerar como esa segunda vuelta, con el hándicap de que ha sido la izquierda la que se ha mostrado incapaz de garantizar un Gobierno. Mucho voto del centro derecha podría volcarse con el PP como estrategia a corto para ver si se puede lograr la victoria, cuando menos, frente al PSOE. Sabiendo de antemano que Ciudadanos y Vox apoyarían sin pensarlo al partido conservador, el cálculo racional de buena parte de los votantes de Ciudadanos y Vox será ese. Especialmente en provincias pequeñas y medianas, lo que podría provocar ganar el primer y último escaño en reparto, algo que había logrado el PSOE en las elecciones de abril.

¿Se producirá ese voto estratégico hacia el PSOE en la izquierda? Sin la aparición de Más País es muy factible que los socialdemócratas hubiesen recepcionado ese voto estratégico de segunda vuelta, pero la llegada del errejonismo y un pequeño error de Pedro Sánchez no dejan claro que el cálculo racional-estratégico vaya a funcionar de igual forma que en el PP. Si Sánchez no hubiese dicho que “no dormiría tranquilo por las noches” con ministros de Podemos, añadiendo el tono clasista (como si él tuviese mucha experiencia) de la no preparación, seguramente ese voto iría a su formación. Pero ese grave error provocará que en el mejor de los casos el voto que pueda perder Podemos, bastante menos del que esperan y desean en el establishment, se irá al errejonismo y no al PSOE. A esto hay que añadir la cruenta guerra en las redes sociales entre unos y otras, lo que provoca una tensión innecesaria pero que sirve para hacer grupo y romper con el voto estratégico.

Vaivenes ideológicos. El cambio en la estrategia del PSOE virando hacia la derecha con la intención de captar el voto de ese centro derecha (no existe en centro-centro y el centro izquierda es del PSOE en buena parte) que abomina del PP por la corrupción, deja el flanco izquierda abierto a que lo que se sume por un lado se pierda por el otro. El problema es que, como dicen numerosos estudios, la campaña electoral es capaz de movilizar o desmovilizar entre un 10% y un 15%, bastante en una disputa tan reñida. Si se le suma que el PP vuelve al marianismo (si son capaces de tirar bien de las bridas a Casado), o lo que es lo mismo a la moderación y la visión de Estado (que es lo mismo que la conservación del sistema de dominación), no está claro que todo el voto que pierda Ciudadanos vaya al PSOE como han diseñado en el laboratorio de los iluminados monclovitas. Ciudadanos, evidentemente, no se ha rendido, pero está en una campaña de insultos y demandas contra el PP y el PSOE que les muestra ante la mayoría como desesperados por conservar sus prebendas y sillones y alejados del bien común. Podemos no baja tanto y en campaña suele sacar algún redito mayor que lo expresado por las encuestas. Más País parece que le está quitando más voto a PSOE y Ciudadanos que a Podemos realmente.

Campañas antagónicas y dilemáticas. En el planteamiento de campaña de PSOE y PP se centran en España pero desde posturas antagónicas. Los socialdemócratas desde lo dicotómico (“O nosotros o el bloqueo”) y el PP desde la unión de todos los españoles (bajo el gobierno conservador desde luego). Tiende a ser más productivo lo que une que lo que separa, lo que llama a la unión que lo que sitúa a la población en un dilema. Plantear una votación dilemática sin estar asentada la opinión favorable a lo que se propone y sin contar con un dirigente carismático capaz de movilizar es un error tremendo. Ni el estar en el poder puede salvarte, como le pasó a Cameron en Gran Bretaña, por ejemplo. Y existe una cuestión a la que no se presta mucha atención en los medios pero se está difundiendo entre la población. El tema de la crisis se está tratando de manera muy distinta siendo algo bastante movilizador pues hay una memoria reciente de la austeridad y demás. Vuelven desde el PSOE a negar la llegada de la desaceleración, pero en el PP ya hablan con claridad de tomar medidas antes de que sea demasiado tarde.

Cataluña. A ello hay que sumar que el tema catalán va a sobrevolar toda la campaña electoral y no hay diferencia entre lo solicitado por Casado y lo que ha comunicado Sánchez que haría. En un tema peliagudo y que las personas prefieren que se resuelva con mesura, ninguno de los dos partidos con posibilidades de ganar se diferencian. Eso puede ser bueno para la derecha y veremos qué ocurre por la izquierda porque todo el mundo es consciente de que un gobierno del PSOE se apoyaría en ERC al menos. Este asunto puede ser movilizador y aún no se sabe a ciencia cierta qué pasará a nivel social e institucional.

Lo normal a día de hoy es que Sánchez gane las elecciones con los mismos diputados y que junto a Podemos y Más País esté cerca de la mayoría, pero un simple cambio de cinco puntos, nada descartable (que Ciudadanos se quede en el 9% y Vox en el 5%), en favor del PP podría cambiar todo el tablero político. Y no es la primera vez en España en que se ha logrado cambiar ese 5% de voto durante una campaña electoral (González en 1993 y Rodríguez en 2004). Por tanto, la izquierda debería dejarse de dar puñaladas traperas y ponerse al lío con cabeza pues lo que hay en juego no es baladí. Aunque parezca lejano y poco probable el PP es el único partido que sube en todas y cada una de las encuestas y muchos votos se ganan por sumarse al “caballo ganador”. Y como la mayoría de medios están con la derecha pues es obvio que acrecentarán los errores de la izquierda (menos Errejón) y minimizarán los de la derecha (salvo a Rivera). ¡Ojo! Que el pescado aún no ha llegado a puerto y es mejor no venderlo sin saber si tendrás suficiente cantidad. Pero Iván Redondo y los estrategas de Ferraz son mucho más listos que todos nosotros… o eso se creen al menos.

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