Ahora parece idiosincrático que los aficionados del Atlético de Madrid sean indios. Incluso su mascota es un m-apache con su penacho. Es una seña de identidad que ha dejado atrás al más clásico “colchoneros” –los colchones dejaron de ser a rayas hace muchos años-. Esa idiosincrasia rojiblanca, sin embargo, comenzó como un insulto racista proveniente del inmaculado otro bando de la ciudad: el Real Madrid.

Los aficionados merengues (ahora ciervos) comenzaron a calificar como indios, con tono racista, a los colchoneros pues en su equipo había muchos jugadores sudamericanos. Todavía no se estilaba el término “sudaca”. Ese insulto racista hacia los vecinos fue volteado por la afición del Atlético de Madrid y comenzó a utilizarlo como signo de distinción, con orgullo y dándole a equipo blanco en la boca por su intento racista de menosprecio. Hoy en día es seña de identidad y aparece en bufandas (si no las confisca la policía), banderas (si no las confisca la policía) o camisetas (qué manía tiene la policía con confiscar cosas).

Lo que comenzó siendo un acto de racismo acabó siendo parte de la idiosincrasia del Atleti. Hoy se acusa a la afición rojiblanca de racista por culpa de tres mermados (como mermados y gilipollas –así con estas palabras- hay en otros equipos) pero se olvida que otros, unos que están por el paseo de la Castellana, han sido de los más racistas de España (sin olvidar aficiones de equipos en regiones secesionistas). Santiago Bernabéu no quería jugadores negros en su equipo (Gento dixit).

Mientras en el Atleti estaban Ben Barek, Vavá o Jones, en el equipo blanco debían ser ex-comunistas o blanquitos, por sudamericanos que fuesen (ahora saquen la carta de Didí que jugó 19 partidos). Con el transcurrir del tiempo fue curioso que la prensa nacionalmadridista calificase a Luis Aragonés (entre otras cosas dentro de la cacería, esa de verdad, que tuvieron contra el sabio de Hortaleza) de racista por decirle a que se iba “a comer al negro ese (Henry)”.

Bernabéu consiguió fichar a un alemán de raza aria, Paul Breitner, para su equipo. El problema es que fichó a un maoísta, algo que no le debió sentar muy bien y por eso lo largó en cuanto pudo. Pero esto sería anecdótico si no fuese porque ha sido en el Bernabéu donde se clamó (no sólo los ultras) “Ku Klux Klan” y se dijo de todo al portero del Rayo Vallecano Wilfred, o a Thomas N’Kono, o a José María García (hasta ahorcaron un muñeco del periodista). Si hasta insultaron a Laurie Cunningham que era jugador suyo. En la época de los famosos galácticos los aficionados gozaban pero era frecuente escuchar en bares y tabernas quejarse de los negros que no hacen nada.

Por suerte con el paso del tiempo todo esto ha ido minorando en todos los estadios. Lo que ayer dijo Carlo Ancelotti sobre que el fútbol español tiene un problema con el racismo (lo de Vinicius Jr. tiene poco que ver con el racismo como se viene demostrando). Que lo diga un italiano cuando hay tifosi que loan a Mussolini y demás cosas de fascistas es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. ¿Existen gilipollas racistas en los estadios? Sí. Antes, ahora y mañana porque el racismo no se puede eliminar sin más. Pero los estadios no han cantado, ni han estado lanzando consignas racistas de forma coordinada.

Si los micrófonos de las televisiones se pusiesen en todos los estadios a captar todo lo que se dice en una grada saldrían barbaridades contra jugadores de todos los equipos. “Moro mierda”, “Sudaca cabrón”, “Español hijo de puta”… No lo hacen porque saben perfectamente que es imposible evitar que una persona lance una mamarrachada. Eso no es óbice para que lo busquen siempre para favorecer a cierto equipo y cierto jugador. ¿No insultan a ninguno de los otros jugadores negros del Real Madrid? Seguro que sí, pero esos no cuentan.

Al final esto no es más que como lo que sucede en otros ámbitos del periodismo o la política, crear una falsa percepción hacia un determinado tema que interese a unos u otros. En este caso interesa al Real Madrid que se señale al resto de aficiones como racistas y no que se vea a cierto jugador como un “broncas”. Como dicen los finolis, ganar el relato. El fútbol español no es racista, no se dejen engañar. Hay tantos racistas en los estadios como los hay en el resto de Europa. Al final es un intento de criminalizar a “los otros” para ocultar la A8, la falta de fichajes ilusionantes (cuando no se fichó a Mbappé había que leer a los madridistas en redes sociales y ver cuán racistas son algunos), o el coste de las obras del Bernabéu (que se han duplicado).

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