Suele ocurrir que ante graves contradicciones los populistas tengan numerosos recursos discursivos para salir del paso. Así ha ocurrido desde que se tiene constancia del uso de la demagogia en política. Pero ocurre, también, que en otras ocasiones cuando la situación se debate en un antagonismo donde los matices no existen que el populista, el cuñado político, se ve en la tesitura de tener que optar sí o no. Esto es lo que está pasando en la Comunidad de Madrid con Ciudadanos y su portavoz Ignacio Aguado. Intentando no mojarse está hundiendo al su propio partido porque se les están viendo todas las costuras. Por mucho que los medios de comunicación del establishment intenten que no se vea, no se puede engañar a todas las personas todo el tiempo.

Y quien mayor responsabilidad tiene es Albert Rivera que en Madrid comienza a sufrir su segunda mella personal, junto al tirón mediático de Inés Arrimadas en Cataluña (por cierto, ¿no parece que ahora sale menos Arrimadas por no hacer excesiva sombra al todopoderoso dirigente naranja?). Y el culpable es Rivera porque en Ciudadanos, no sólo ayudaron a dios a crear el mundo, sin ellos hubiese tardado más de seis días, superan con mucho el centralismo democrático de los partidos leninistas. En Ciudadanos todo lo deciden cuatro o cinco personas nada más. El resto a obedecer que para eso aceptaron ser parte de la secta populista. Y una de esas personas no es Aguado. Quien, obediente como es él aunque le están haciendo la cama dentro, ha consultado hasta la última coma de lo que debía decir a sus jefes superiores. De hecho, esto era objeto de risa y mofa en la Asamblea de Madrid. Carece de cualquier tipo de autonomía personal para actuar en consecuencia.

Con un ejecutante así es normal que las costuras se noten aún más cuando la ética está en juego. Porque, igual, hay muchas personas que hasta que no hay un juicio siguen confiando en los que roban, pero a los que hacen trampas y les pillan les ajustician en el momento. Como bien dice Ramón Espinar, secretario general de Podemos en la región, los votantes de Ciudadanos al depositar su voto en la urna lo hacían pensando que iban a regenerar el espacio político. Desde una derecha vendida al establishment sí, pero con algo de decencia. Y parece que no es así, que sólo viven para el puro cálculo electoralista como ha denunciado Ángel Gabilondo. El esconderse detrás de un posibilismo jurídico o de comisiones de investigación, no hace sino retratarles como lo que son, populistas del sistema. O como se dice en España, “cuñados”.

Por la mañana estaba muy lanzado Aguado al pedir que todo el mundo se uniese a la comisión de investigación que iban a pedir, incluso su jefe le remarcaba que para mañana mismo si hacía falta y así escuchar a todos. Lo que no sabían es que esa comisión no se puede celebrar, ni ya, ni nunca sin vulnerar la ley. Como ya se apuntó ayer, en primer lugar, el caso no está relacionado con actos de gobierno (Cifuentes no era ni diputada cuando sucedieron los hechos), por lo que es una cuestión personal en sí, aunque tenga su impacto político; en segundo lugar, si se pudiese celebrar, no podría hacerse hasta dentro de dos meses, salvo que el caso del amianto asesino de los edificios públicos o el metro les preocupe menos (¿Quieren que muera gente en Ciudadanos?); en tercer lugar, técnicamente en una comisión se solicita documentación al gobierno (que no la tiene) y se le podría solicitar a la Universidad, la cual no podría por estar bajo acción judicial y no está obligada al tener autonomía de acción, por tanto, ¿sobre qué materias preguntarían los diputados y diputadas sin documentación?

Lo dicho, intentan engañar a las personas con artificios que parecen muy democráticos pero que esconden una verdad, prefieren que siga Cifuentes para rascarle todos los votos que puedan y así intentar gobernar ellos desgastando al gobierno. Les da igual lo que le pase a la ciudadanía, sólo piensan en sus votos y en servir al establishment, al poder, a los que realmente les mandan. Y claro, por mucho que digan, no quieren ver ni en pintura a la izquierda gobernando. Apoyaron a Pedro Sánchez porque sabían que no iba a salir elegido presidente, pero ellos quedaban dignos. Pero ahora no apoyarán a nadie del PSOE. De hecho ya han roto con Susana Díaz para rascar votos. Para Aguado lo mejor es que Cifuentes siga presidiendo la Comunidad de Madrid, pero en esta ocasión o con las trampas, o con la ética. No hay salida intermedia.

El último intento de engaño se produjo al finalizar el Pleno de la Asamblea de Madrid. Tras recibir las pertinentes órdenes de la calle Alcalá, Aguado expresó que habría que esperar a ver si el retracto de la profesora del examen del Máster de Cifuentes se reafirma o no. ¿Piensa Aguado de verdad que mañana va a salir a decir que no le han falsificado la firma? En el mundo de fantasías del cuñadismo naranja puede ser, pero es que esa profesora se está jugando su puesto de trabajo y su honra, no está haciendo el lila en un Parlamento, como hace la derecha naranja. Al no saber qué hacer, ni decir, buscan la escapatoria más cercana para dilatar todo y esperar que una dimisión de Cifuentes les permita quitarse el marrón de encima. Lo cual es mucho esperar y no saber que Cristina Cifuentes tiene más arrestos políticos que en Ciudadanos juntando a toda la cúpula.

Al fin, y tras clamar en el desierto, las personas decentes de España están viendo que sin banderas, sin pulseritas, sin puigdemontes en el horizonte político, Ciudadanos se disuelve en sus propias patrañas como un azucarillo. Aquí no ha patrias que reclamar, ni idiomas que prohibir, y hasta Telemadrid es conocida en el gobierno como TeleEspinar, por tanto es política pura y dura, sin disfraces. Y cuando se juega a campo abierto, se salta sin redes y se tiene que jugar con los niños mayores en el patio, Ciudadanos demuestra que su populismo barato, racial, fascistoide y en favor de los poderosos es un peligro para España. Ni regeneración ética, ni estética. Han llegado para servir a los señores del dinero, y para ello harán uso de todas las armas que tengan a su alcance, como el cuñadismo. Pero en Madrid han pinchado en hueso y se hunden en sus propias miserias éticas e ideológicas.

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