Pese a que Pedro Vallín afirme, con razón, que en España se es muy de quemar, figuradamente, a nuestros políticos, de dispararlos (en esto menos figuradamente) o ahorcarlos, la realidad es que el linchamiento de Carmen Calvo es sólo la muestra de la violencia que se viene observando desde el transgenerismo contra todo el movimiento feminista desde hace meses. Sí, transgenerismo que no transexualidad porque se está utilizando de forma torticera el calificativo trans para esconder algo que nada tiene que ver con la transexualidad, ni con la disforia. La autodeterminación de género es algo que va más allá de todo ello provocando una cancelación del sujeto mujer y permitiendo actos que son peligrosos para la propia sociedad. No es raro encontrar en textos transgeneristas y queer una defensa de la pedofilia o el incesto, por ejemplo. De esto saben más las mujeres del movimiento feminista y no es el tema a tratar, por lo que cabe recomendar que las lean.

El problema en cuestión es la violencia con la que están actuando desde el colectivo trans (no se hace distingo porque algunas transexuales están siendo especialmente agresivas). Aplicar la ley de Lynch a un muñeco de la vicepresidenta primera del Gobierno no es una gracieta es sólo la visibilización de amenazas, denuncias, persecuciones que las mujeres del colectivo feminista están sufriendo en sus carnes. Normal que se califique al transgenerismo de misoginia, de machismo y de reacción, no sólo intentan excitar los roles de género de hombre y mujer del patriarcado, sino que actúan de forma violenta y con exceso de testosterona. Así es normal que denuncien por delitos de odio, no a unos fascistas, sino a la presidenta del Partido Feminista, Lidia Falcón, o insulten y vejen a pensadoras como Amelia Valcárcel o Alicia Miyares. También han calificado de marimacho, además de insultos más groseros, a la ex-diputada del PSOE Ángeles Álvarez.

Eso es lo que se tiene más visibilidad porque son personas con una proyección pública, pero la crueldad, la cancelación, la persecución y la violencia verbal –porque la física aún no han podido ejercerla- se viene realizando contra cualquier mujer que defienda el feminismo. Da igual de derechas (pues han atacado a feministas liberales) que de izquierdas. Esto no es como intentan vender una disputa PSOE-Podemos, aunque sí es cierto que son desde el ámbito podemita de donde surgen muchas de las amenazas y persecuciones. A alguna que otra profesora de bachillerato le han amenazado con denunciarla ante la consejería de su Comunidad Autónoma para que la despidan. A alguna psicóloga le han dicho que harán todo lo posible para su colegio profesional le inhabilite. A alguna que otra mujer han amenazado con darle con un bate en la cabeza (desde una cuenta muy popular del podemismo y de lo queer). A todas las mujeres, heterosexuales o lesbianas, las han señalado por no querer “comerse una polla-femenina o un coño-masculino”, señalando que eso es transfobia. Todo el mundo es terf por no aceptar lo que “elles” quieren.

Esta violencia está ahí todos los días, desde el mundo queer, desde el mundo trans, desde el mundo podemita y ha terminado por escenificarse en el ahorcamiento de Calvo como mujer que está defendiendo el feminismo. No hay derechos humanos detrás de las protestas trans. Como dijo Mar Cambrollé quieren subvención por haberlo pasado mal durante años. Tampoco hay violencia simbólica, como se ha podido leer a alguna feminista. Para que exista violencia simbólica, siguiendo a Pierre Bourdieu (padre del concepto), debe existir una asimilación de esa violencia y esto justo es lo que las feministas no están dispuestas a aceptar. Verse sometidas y violentadas. Lo que existe es violencia en su estado más natural. Una violencia en redes sociales y en la práctica jurídica que esconden los medios de comunicación (se deben a las farmacéuticas que ganarán mucho dinero con las hormonas –que quieren que sean gratis- o a ciertos lobbies globalistas). ¿Han visto a Irene Montero, o a Pablo Iglesias solidarizarse con Calvo? No. Saben lo que se juegan en esta batalla. Que no son votos, porque los queer no llenan ni el Bernabéu, sino apoyos mediáticos. Por ello no censuran la violencia, sino que en cierto modo la permiten desde el podemismo. Y como sucede con todas estas cuestiones escénicas, al final hay un tonto que coge una pistola y la dispara de verdad. Son muchas las mujeres (se podría hacer una lista enorme con nombres y apellidos, que se obvia en este caso para no exponerlas más) que sufren cada día persecución, violencia verbal, amenazas e insultos. Lo de Calvo es sólo la punta del iceberg de la violencia que manifiesta el transgenerismo.

1 Comentario

  1. Hola Santi, muy bien que señales esto, porque es supercierto, pero en mi modesta opinión erras el tiro: El problema no es que ahorquen un monigote de Carmen Calvo (que es reprobable, no me malinterpretes).

    Lo dramático aquí es tener el nivel de desigualdad entre sexos/genéros que tenemos en España… por no hablar de las más de 1000 mujeres asesinadas desde que hay registros.

    Y te animo a reflexionar: Tus continuos ataques a las propuestas feministas de Unidas Podemos, que en el fondo son mucho más ambiciosas que las del P??E (por mucho que las feministas posh griten e hiperoxigenen), sólo añaden gasolina al fuego… y todo por tu propagandística meta de laminar a UP en aras de beneficiar al P??E…

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