Ahí sigue apoltronado como lleva los últimos treinta años. No piensen ni por un minuto que hará algo ético para purgar sus labores de cerrajería en el PSOE de Madrid. Son muchos años de machaca, primero de Alfonso Guerra, luego quien le ha pagado con un cargo donde fuese, hasta llegar a hoy mismo cuando disfruta de la secretaría general del Grupo Parlamentario Socialista (desde 1995 en cargo público continuadamente). Genuflexiones, lamidas de traseros y trabajos de baja estofa en contra de compañeras y compañeros de partido que han sido bien recompensadas. Cuando existe algún problema que solucionar en el PSOE nada mejor que llamar a Rafael Simancas para que haga el trabajo típico de sicario político. Y si hay que hacer de cerrajero, lanzando sospechas de que a las personas que no se dejaba entrar en la sede de Callao tenían papeles “corruptos”, se hace.

La vergüenza siempre pasa al lado del político badenés-wurtembergués sin mirarle. No podría reconocerle. Lo mismo ocurre con su prima la ética. Ni la conoce, ni intención tiene. Porque si conociese a alguna de las dos hoy mismo Simancas estaría presentando su dimisión tras conocerse que Tomás Gómez no ha estado implicado en caso alguno de corrupción. Peor fue lo suyo con el tamayazo, del que por cierto jamás ha querido contar el porqué del paso dado por los dos diputados. Porque se sabe, se conoce, que todo comenzó por peleas internas de afines a cooperativas, constructores y demás. Jamás ha hablado y la verdad es inexplicable porque la vergüenza, como se ha dicho, ni la conoce. Había que tomar al asalto la ejecutiva madrileña destruyendo todo el partido, hasta cesaron al Comité Regional, donde reside la soberanía del partido, con tal de hacerse con el poder y humillar a la democracia. Una carencia de escrúpulos democráticos y éticos que intentó justificar con informaciones del medio amigo.

Ni dimitirá, ni dirá nada porque no está en su naturaleza. Además, decir algo o intentar dimitir cuando ha colocado a todos sus esbirros en altos cargos –el mostoleño de las llamadas a teléfonos eróticos en presidencia de Moncloa y el de las tarjetas black en Renfe- sería pedirle un milagro a quien jamás se ha visto con la vergüenza o la ética al lado. Tampoco dimitirá el ordenanza que dirigió la batalla contra Gómez, César Luena. Otro ser que la ética tampoco la ha visto de cerca en su vida. Apoltronado en Bruselas ni abrirá la boca para decir este error fue mío. Otro que desde el 2003 –es más joven- va dando saltos de cargo en cargo. Al menos terminó el doctorado en Historia y para algo le podrá valer en el futuro. Simancas y Luena, dos apparatchik típicos de partido que sabían perfectamente que no había caso de corrupción pero había que enseñar los dientes y cazar Madrid para el jefe. Un PSOE de Madrid que hoy en día está en las listas de “Se busca” porque no aparece por ningún lado cuando la gestión de IDA es genocida. Es ni una de las 53 personas que conforman la ejecutiva madrileña aparece aunque sea para decir una salvajada, un algo… Se vive muy bien en la oposición. Querían un partido madrileño sin disensiones y han dejado al PSOE como un secarral. Sólo se escuchan golpes con los codazos de unas y otros para el carguito.

La culpa de todo esto, evidentemente, la tiene el máximo responsable de aquello Pedro Sánchez. Dimitir no lo hará, ni es conveniente siendo presidente del Gobierno. Eso le salva. Tampoco hará una llamada a Gómez para pedirle perdón. O a todas las personas que conformaban la ejecutiva en aquel entonces. Porque a Antonio Carmona bien que le dijeron de todo, cuando era y es el único que da la cara en las televisiones –porque desde el partido no quieren ir-, y más cuando, como era lógico, apoyó a Susana Díaz. Mientras el cerrajero a controlar a los diputados para que no se muevan ni un milímetro de la raya si quieren seguir saliendo en la foto. “Y ¿cuál es la raya?”, le preguntan. Imitando a su ex-jefe Guerra, les dirá que “la raya se mueve”. Eso dos o tres, porque el resto no se han visto en otra similar y aceptarán lo que sea, incluso los insultos de su socio de gobierno. Así que Simancas y Luena con los trabajos soñados, sin dar ni golpe y pudiendo ejercitarse en el arte de la genuflexión máxima. Si tuviese algo de gracia tendría Gómez que agrupar a los vilipendiados de Madrid, que los hay a miles, y volver a presentarse. Pálidos y pálidas se quedarían algunas personas. Aunque en el PSOE, al contrario que en Roma, sí se paga a los traidores.

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