Cuando se califica a Isabel Díaz Ayuso de poco menos que una mema sin conocimientos se olvida que, a diferencia de otros políticos que muy ufanos se presentan como muy listos, ha leído al menos un libro con un fuerte contenido ideológico. Este que presentamos hoy es, posiblemente, su biblia política. En realidad la biblia política de numerosos liberales, incluida la presidenta de la Comunidad de Madrid, no porque hayan descubierto nada nuevo sino por haber logrado hacer una recensión del pensamiento liberal, que no neoliberal, ofreciéndola con sencillez y aplicada a numerosos aspectos prácticos. Paradójicamente, han aceptado la máxima marxista de unión de teoría y práctica, o filosofía de la praxis, y los autores la exponen con contundencia. Si quieren conocer el porqué de algunas cosas que dice la presidenta madrileña o el porqué de la insistencia en el uso del concepto de libertad deberían leer el texto, aunque si son de izquierdas igual les resulta doloroso.

Jorge Vilches y Almudena Negro lograron esa unificación de la, podríamos calificarlo así, tradición oculta del liberalismo. Cuando hoy desde tribuna de personas que se dicen intelectuales se habla de neoliberalismo para hablar de cualquier cuestión que exponga la derecha, olvidan que hay cuestiones que quedan fuera y que los liberales de verdad siguen defendiendo. ¿Qué es hoy el neoliberalismo más allá de una forma de calificar a la ideología dominante? En este sentido los autores son claros y señalan con acierto cómo se califica de neoliberal algo muy distinto del liberalismo, tampoco se puede decir que sea todo consenso socialdemócrata, esto es una exageración en la que abunda el texto, sino que las oligarquías dominantes al final van tomando de aquí y de allí lo que les conviene a sus propios intereses conformando una ideología que para los liberales tiene mucho de socialismo y para los socialistas (no socialdemócratas) tiene mucho de liberalismo.

El principal aspecto que tratan en el libro es cómo el consenso socialdemócrata se ha ido de madre. Reconocen que tras la segunda guerra mundial ese consenso se extendió a todos los grupos políticos a derecha e izquierda con un buen provecho económico, pero critican que la desmesura de las medidas al final está extinguiendo al ser humano como ser libre. El Estado minotauro, ese Estado que cada vez pide más y más ingresos y abarca más aspectos de la vida, es el núcleo irradiador de un proceso autoritario, dicen, que afecta a las libertades más simples del ser humano y de la sociedad misma. Sin duda si Hegel analizase la forma del Estado actual se asustaría sobremanera con las dimensiones y lo que acaba abarcando en las vidas de las personas. Se llega a legislar casi hasta cómo se ha de vestir al salir a la calle.

En este sentido tienen razón los autores pues se asiste a una estadolatría exagerada pero olvidan en esa defensa del liberalismo como único frente contra el Estado minotauro que existe una larga tradición en la historia de la izquierda, especialmente marxista seria, donde se critica el tamaño y el exceso del Estado. Por ejemplo, Louis Althusser en Las vacas negras señala que “la noción de un Estado que fuera el Estado de todo el pueblo es un disparate absoluto” (p. 135), pues en la época socialista lo que habría sería un no-Estado, una forma política no estatal (algo con lo que los liberales estarían medianamente de acuerdo). También dice Althusser que el exceso de derechos inscritos en las legislaciones es estúpido: “Uno no combate, pues, por hacer inscribir meros derechos conquistados por la fuerza, en el código burgués” sino por la transformación (p. 199). La democracia cristiana, esto sí lo señalan en el texto al hablar de Jacques Maritain o Marc Sangnier, sí hablaba de intervención del Estado para el bien común, un salario mínimo y la justicia social (p. 186 del libro de Negro y Vilches). Es más, si queremos ser malvados, sólo hay que recordar al padre del liberalismo Adam Smith que expresaba lo siguiente en su Teoría de los sentimientos morales: “El individuo sabio y virtuoso está dispuesto en todo momento a que su propio interés particular sea sacrificado por el interés público de su estamento o sociedad particular. También está dispuesto en todo momento a que el interés de su estamento o sociedad sea sacrificado por el interés mayor del Estado, o soberanía, del que sólo es una parte subordinada”.

La parte más aburrida del libro es aquella en que todos los males de la historia se achacan a la izquierda mientras que los virtuosos liberales se han destacado en la defensa de la libertad y el progreso… Olvidan, porque los liberales tienden a olvidar algunas cosas, que un liberal como Richard Ely ya propuso en su tiempo que las personas a las que era difícil colocar en un trabajo se las mandase a colonias de trabajo llegando incluso a la eugenesia. Siendo Vilches historiador político es normal que acepte que el contexto es fundamental… para unos y para otros.

Tampoco está muy lograda la parte en que se trata el populismo (p. 145 y ss.) porque da la impresión de que todo acaba siendo populismo o socialdemocracia y no es así. No pasa nada por señalar a los nacionalistas por ser nacionalistas e independentistas. Evidentemente hacen reclamos al pueblo elegido y demás, pero siempre y cuando sea un pueblo nacional… por cierto que fue otro liberal el que abrió la vía para la autodeterminación Immanuel Kant tal y como recoge un no izquierdista como Elie Kedourie. Tampoco el populismo de Podemos es socialista, pues en ningún momento han hablado de socialismo en sí ya que no conciben ese tipo de sociedad como ideal. No encaja con el populismo como arma de lucha política si se quiere entrar en la disputa agonística. La tradición socialista ha ido por otro lado bien distinto al populismo. Señalar también que no se puede catalogar a Jacques Rancière como populista ¡por favor! Si justo su libro El odio a la democracia es una oda en favor de la democracia directa y contra populismos de todo tipo o el consenso socialdemócrata además. Dice el autor francés “[la democracia] es la acción que sin cesar arranca a los gobiernos oligárquicos el monopolio de la vida pública, y a la riqueza la omnipotencia sobre las vidas”. Esto mismo es defendido por los autores españoles (lucha contra las oligarquías) en su propio libro. Es más, en la página 123 hasta ataca al consenso establecido.

Hay aspectos sumamente interesantes en el libro, como la actualización del mal que supone la partitocracia que ya expusiese en su Ensayo sobre las libertades el francés Raymond Aron. Incluso analizar la historia como una lucha de oligarquías y no de clases supone abrir un debate sumamente interesante si hubiese posibilidad de ese debate que, en esto hay que darles la razón, seguramente sería aplacado por la clase dominante y sus aparatos ideológicos. Desde la página 222 hasta el final está lo más ideológico y lo que más asustaría a la clase política. Da igual del PP (hacen un ataque duro a Aznar, un poco menos, y a Rajoy, un poco más) que del PSOE. Por cierto, ya que hacen un análisis sobre los años del PSOE en el gobierno y otra parte de la historia del regeneracionismo, cabría apuntar que podrían haber consultado una muy buena tesis doctoral de la Facultad de Políticas (El factor del liderazgo en la España contemporánea: el caso del PSOE 1974-2000) donde se explica claramente que Felipe González jamás fue un marxista, como mucho lo utilizó de tapadera de estrategia electoral, y sí el último regeneracionista convencido. Cambiaría bastante el argumento que sostienen en el libro respecto al personaje y lo que vino después. Un libro curioso, raro en lo editorial en España (salvo Deusto, Unión Editorial o Ediciones Encuentro las demás editoriales no suelen adentrarse en estos textos), y que es la mejor plasmación para entender el liberalismo que defienden algunas personas en el PP (otras desde fuera). Un texto donde se dicen algunas verdades (la diferencia entre consenso y acuerdo es brutal), salvo que se tenga un amplio sesgo cognitivo hay que reconocerlo, y donde hay mucho agitprop liberal también. Un texto para que, en otro contexto, se pudiese hacer una verdadera lucha en la teoría, pero no es este el contexto más propicio, ni existen los dirigentes políticos que pudiesen apoyarlo. Eso sí que utilicen al chileno Axel Kaiser como referente (por cierto la Fundación Disenso de Vox lo tiene como ídolo), cuando está medio-zumbao (digamos que es el Zizek de la derecha) y en más de una ocasión ha mentido con los datos de su país, y se abandone a De Jouvenel, Gambescia, J. S. Mill (a este lo llaman padre de la socialdemocracia), Chantal Delsol o Freund (menos mal que el profesor Dalmacio Negro está espiritualmente) me ha dolido, pero esto no le importa a nadie. Si tienen el ánimo con fortaleza y son de izquierdas lean y confronten, si dicen que son liberales verifiquen si realmente lo son.

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