Difícil hacer una reseña de un diario de tan sólo 108 páginas en encuadernación pequeña. Así son los textos de Newcastle Ediciones. Pequeños perfumes literarios en frascos pequeños. Que, como el dicho, también pueden encerrar potentes venenos. Como veneno es el libro que hoy aparece en estas páginas virtuales.

Ruido y eco de Ricardo Álamo contiene tanto perfume como veneno. Desde una escritura del yo, que eso es lo que es el diario, el aforismo o la visión sobre un tema de manera breve, el autor repasa una serie de temas –casi todos girando en torno a la literatura ¿o la vida?- con sutileza unas veces y con vehemencias bastantes otras. Como afirma nada más comenzar el texto, se puede insultar sin necesidad de que el insultado se dé cuenta que ha sido insultado (Kiko Amat aprendería si leyese a Ricardo), por lo que no extraña encontrar alguna andanada con ciertos personajes.

La vehemencia del autor no es aquella del envidioso, del que tiene menos lectores de los que le gustaría y lanza sus invectivas contra los que gozan de mayor popularidad, no. Es la vehemencia de Sócrates contra los sofistas, ese tábano que pretendía despertar a los atenienses, como Álamo pretende despertar al lector o a sus alumnos dentro de un tiempo decrépito donde la opinión de cualquiera vale igual. Como dice en un aforismo: “Hoy a cualquiera se le llama facha. Sobre todo a cualquiera que no piensa como un facha, y más que sobre todo a cualquiera que no piensa como el que llama facha a cualquiera que no piensa como un facha”.

Sin embargo, no piensen que todo el texto discurre repartiendo a diestra y siniestra, también hay tiempo para la reflexión y para los libros. Ese oscuro objeto de deseo de miles de personas. “Si leer es una virtud, ¿por qué envicia?” se pregunta el autor. La respuesta no la encontrarán en el libro pero igual sí algún camino hacia la respuesta, pues al final en la conjunción de la lectura (autor, libro y lector) la soberanía no recae en el autor sino en el lector. Es esa persona la que decide si es bueno, malo o una nueva estafa del marketing editorial.

Al finalizar el libro el autor deja dos reflexiones: una, la extensión de los textos; y dos, lo superfluos que pueden ser los escritores. ¿Debe tener una buena novela 400, 500, 600 páginas? ¿Por qué escribir tanto como fuese la vida en ello si la propia historia no lo necesita? ¿Cuántas más páginas más calidad? La modestia que debe tener cualquier escritor –tema que sobrevuela el texto- también se mide en las páginas y en las frases rimbombantes o llenas de “palabros”. Si se quieren divertir un rato, y dado que los libros son un vicio, pueden pasar por los fragmentos de Ricardo.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here