No hay nada mejor para reventar un proyecto político, especialmente de la izquierda, que montar una escisión cuando menos lo espera y a las puertas de un período electoral. No hay nada peor para un partido o movimiento que una lucha de egos, adecuadamente alimentados por una cohorte de mandarines, mal resuelta. Especialmente cuando no se ha tenido la valentía de pelear cuando era el momento y estar todo el día como el bebé mal criado que llora por todo hasta conseguir salirse con la suya. Todo esto es lo que ha puesto de manifiesto la salida de Íñigo Errejón y su cohorte de la diversidad postmoderna de Podemos. Cuando menos lo esperaba y justo cuando se estaba trabajando por la unidad de la izquierda, el laclauiano ha salido por peteneras para encabezar un proyecto personalista, pues no es otra cosa, que le aleja de sus antiguos compañeros y le acerca al PSOE.

Un lento camino hacia la socialdemocracia populista, que es el proyecto que realmente le gustaría montar a Errejón, que ha dejado por el camino a un partido que ayudó a fundar y que irrumpió con fuerza en el panorama político español por la mala leche contra el sistema que se gastaba. Como ha manifestado en su carta Pablo Iglesias desde su retiro de paternidad, una sorpresa que haya decidido montar un movimiento/plataforma/vete-a-saber-qué coaligado con Manuela Carmena, pero sin olor a clase trabajadora. Un movimiento de la aristocracia de izquierdas y que tanto le han reclamado desde los medios del establishment. Un Podemos II que le guste a la clase dominante para mellar y reubicar al PSOE. O que directamente acabe entre las huestes del partido de Pedro Sánchez para debilitar e imposibilitar una izquierda radical, marxista, antisistema, antiestablishment o anticapitalista.

Una puñalada trapera por la espalda cuando parecía que los movimientos, que eran más o menos evidentes de Errejón y los suyos, sólo eran acercamientos con una finalidad dialogante más que instrumental. En cuanto le han comunicado que había que hacer lo que las bases del partido decidieron, han salido huyendo del círculo democrático para montar una plataforma personalista y donde decidan los nombres libremente, sin tener que someterse a esos círculos o esas bases molestas. Una visión aristocrática de quienes se elevan por encima de los mortales para que los adoren y se les entreguen como esa élite gobernante que les llevará a la tierra prometida o a la revolución postmoderna de la diversidad. Algo que es normal dado que son todos hijos de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, dos pensadores vanguardistas a más no poder. Errejón, como bien expresa el populismo de Laclau, ha sido elevado por su corte de aduladores y por los medios del sistema a la categoría de posible líder carismático. Justo lo que recomiendan los presupuestos populistas laclauianos. Todos con el líder que mediantes la utilización de las cadenas de equivalencia y los significantes vacíos llevará al pueblo, a la patria, a la consecución de sus mayores cotas… de estupidez. Porque esto es montar un Ciudadanos de izquierdas, otra secta que se apoya en el cuñadismo ideológico.

El errejonismo como vanguardia.

Con todos los defectos que se quiera, Iglesias y su grupo de trabajo, dejaron atrás el populismo y pasaron al combate cuerpo a cuerpo. En cierto sentido, después del fracaso del momento populista, decidieron mezclar lo postmoderno de la diversidad con cierto republicanismo radical, que era la única salida honrosa que les quedaba después del populismo. Las bases madrileñas, como hemos contado en diversas ocasiones, tragaron sapos y culebras para aceptar que Errejón encabezase las listas en la Comunidad de Madrid. Esa salida digna que le daba Iglesias al derrotado sin haber presentado batalla real. Algo que tomó como plataforma personalísima obligando a que sus “gentes” estuvieran prioritariamente en las listas. Lo que le costó a Ramón Espinar que las bases madrileñas votasen a las gentes de Errejón y no a otras personas que les caían mejor o eran más reconocidas por esas bases. Hoy esas excluidas podrán entrar en las listas pero a un coste que nadie quería, aunque la realidad es que personas capaces hay en Podemos para asumir el reto. Incluso la vuelta de los anticapitalistas si se hace una recomposición de lugar.

Raúl Camargo, antes de percatarse de la jugada separatista de Errejón, ya había advertido que cualquier cuestión interna debería tratarse con respeto a las bases, por mecanismos democráticos y con deliberación de la estrategia política. Lo que pidieron dentro de la conformación de las listas en Podemos. El problema, que luego se ha revelado, es que Errejón tampoco quiere bases en Más Madrid. Quiere, como aparente líder, decidir y tener las manos completamente libres para elegir personal y programa. Como quiere Carmena también. Por eso no es de extrañar que Gaspar Llamazares haya acudido solícito a rendir pleitesía a su nuevo señor. Estaban sin saber dónde colocarse las gentes de Actúa y ya tienen sitio. El que les den, que tampoco van a pedir mucho. Lo justo si colocan a dos y así dan apariencia al proyecto personal del errejonismo. Igual también Equo o alguno de esos cien mil grupos de ecologistas se incorporan diciendo sí a todo. Lo que le sirva para aparentar pluralidad bajo el paraguas de Errejón será bien recibido en su camino hacia el desembarco en el PSOE si fracasa la plataforma.

El Ibex-35 contento con Errejón.

Lo de Errejón puede hacer daño. Los más optimistas afirman que si las derechas son tres, las izquierdas también pueden ser tres y así tener mayoría porque hay más opciones para votar. Si no han votado a PSOE, Podemos e Izquierda Unida la última vez ¿qué hacer suponer que esta vez votarán por tres plataformas electorales distintas? Evidentemente los medios cavernarios y los pseudoprogresistas darán todo el cobijo del mundo a Errejón. Al fin y al cabo no es más que hijo peleón de la izquierda caviar como eran en su momento Bernard-Henri Levy y esos nuevos filósofos que fueron utilizados para acabar con cualquier análisis fuera de los parámetros admitidos del sistema cultural que impone el capitalismo financiero. Eso de juntarse con marxistas nunca ha sido del gusto de los populistas. La clase no es un mecanismo de movilización, entiende el errejonismo, e impide el pleno desarrollo de la cadena de equivalencias democráticas que debe ser lo más heterogénea posible. La competencia virtuosa les permite, lo que compartiendo con IU o Anticapitalistas, hablarse con el PSOE o los neofascistas, no hacen ascos a nada, para lograr la unión de toda la heterogeneidad social. Les importa poco el porqué, la esencia del sistema, lo inmanente a las acciones económicas, sociales o políticas. Les importa eso sí, lo que sume. Y los rojeras clásicos no suman. Así que nada mejor que dinamitar Podemos desde dentro.

Leerán estos días explicaciones sobre lo aparente, sobre lo mediático-espectacular, pero el camino de Errejón y sus huestes apunta hacia la calle Ferraz, donde los incultos les acogerán con los brazos abiertos pues taparán las carencias discursivas propias y algunas intelectuales. No tienen miedo en el PSOE a esa llegada, total, todos los izquierdistas que han llegado al PSOE lo han hecho con tanta fuerza e ímpetu que han acabado a la derecha del partido. Hace años Antonio García Santesmases y Manuel de la Rocha veían esperanzados la llegada de las gentes de Nueva Izquierda (Almeida o López Garrido) al partido para conformar un ala izquierda más plural. El chasco fue grande porque se alinearon con los restos del felipismo, porque lo ideológico ya no les pesaba tanto como el cargo. Lo mismo sucederá con Errejón, aunque deberá empezar a leer otros autores para adaptarse al nuevo entorno. Igual hasta le hacen el nuevo Guerra con cara de niño. El caso es que tras intentar (o conseguir veremos) dinamitar Podemos, como quería el Ibex-35, ahora el camino será lento y tortuoso porque igual hay un autoengaño con las posibilidades de Carmena y con la suyas fuera del ámbito de Podemos.

Unidos Podemos se presentará a las elecciones autonómicas y en muchos otros municipios, ya se verá con qué candidato o candidata, donde las gentes que han estado trabajando en la base, junto a las bases de IU, no son precisamente errejonistas. De hecho el errejonismo es más bien elitista y oligárquico, así que lo tendrá complicado para hacer llegar una imagen de no traidor. Por mucho que El País y la SER le apoyen, ¡ojo!, lo justo porque Ángel Gabilondo es el candidato del Grupo Prisa. A las gentes de izquierdas este tipo de traiciones no les gustan. La historia ha demostrado que han sido penalizadas, cuando no eran por motivos ideológicos claros y contundentes, en las urnas. También demuestra la historia que las escisiones, salvo que sean por pureza ideológica (leninistas, anarquistas, trotskistas, maoístas…), han ido todas hacia la derecha. Por ejemplo, David Owen salió junto con tres compañeros más del Partido Laborista para fundar el Social-Democratic Party. Acabaron fundiéndose con el liberalismo y él defendiendo ideas cercanas al thatcherismo y el Brexit. Errejón es el Owen patrio, con la adición de que cree estar en la completa verdad de la estrategia para conquistar la hegemonía y dirigir al pueblo. Ahora tendrá todo el protagonismo para él, esperemos que no se lleve toda la luz y la oscuridad atenace a la izquierda.

  1. Alberto Garzón ha querido mandar unas palabras, porque esta situación afecta a su organización, en las que marca distancias con Errejón y defiende la unión de la izquierda tal y como han decidido sus bases: “Defendemos la unidad para servir a las familias trabajadoras. Algunos nunca hemos compartido que esa unidad se consiga dividiendo y creando más partidos o plataformas. En IU nos debemos a las decisiones colectivas, a lo común. En esa forma de actuar es donde nos reconocemos”. También ha dejado claro que Adelante Andalucía, la confluencia andaluza que utiliza torticeramente Errejón, se formó de abajo hacia arriba, con votos de las bases y con un programa (¡Cómo está mi patio!) que se debatió durante más de un mes. Nada que ver con el elitismo aristocrático de Más Madrid.

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