Comencemos por la gran virtud que posee Íñigo Errejón, que habrá párrafos para criticarle, que no es sino la mirada a largo plazo. Al contrario que los demás dirigentes políticos que viven al día, el dirigente madrileño establece su estrategia política con una visión que va más allá del último tuit o tontería lanzada desde los medios de comunicación del establishment. Errejón sabe que paso a paso, aunque no pierde oportunidad cuando se le presenta como presentarse a las próximas elecciones, es la forma de conseguir todo el poder de la parte izquierda (de momento) del electorado español. La hegemonía no se construye de la noche a la mañana y por eso hay que dar los pasos con amplitud de miras. Su proyecto, al fin y al cabo, es un populismo nacionalista que necesita de tiempo, como pedía cuando estaba en Podemos.

Una vez vista su gran virtud es momento de preguntarse, como dice el título, si el errejonismo (pues aún no hay nombre de partido para llamarlo de otra forma) congrega en sí mismo todo lo malo que tiene la izquierda y parte de la derecha. No hay magufada, histrionismo o idea chorra que acaben defendiendo. Si hay que apoyar al sindicato de puteros, se le defiende, aunque sea defendiendo una forma de esclavitud persistente a lo largo de la historia. Si hay que dejar de comer carne porque se acaba el mundo, se deja de comer carne y así sucesivamente. Como buenos bohemios burgueses son partícipes de todas las demandas, sean justas o meros deseos de pequeños burgueses, que parezcan de izquierdas. Son ecologistas, pacifistas, feministas, identitarios, nacionalistas, patriotas ya sí hasta completar todas las demandas que la clase dominante sitúa como temas que despisten de lo realmente importante. Tienen el germen del idealismo que tanto daño ha hecho a la izquierda a lo largo de dos centurias y que ni ha magullado al sistema capitalista.

El ideario del errejonismo es el populismo tal y como Ernesto Lacau y Chantal Mouffe han venido desarrollando desde hace tres décadas. Un populismo peronista, muy intelectual, que acaba insertándose en el sistema como radicalización del mismo. En el errejonismo se produce una continua agregación de demandas, por absurdas que puedan parecer, para conformar una cadena de equivalencias que acaba engarzando no por el materialismo aleatorio, sino por una clave idealista: el nacionalismo/patriotismo. Para que exista un pueblo y un antipueblo (base populista) aquel debe ser construido y nada mejor que hacerlo desde el nacionalismo propio. Todos pueden haber visto a Errejón defendiendo la bandera de España, pidiendo que no se podía entregar a la derecha, hablando de la unión de todas las personas contra quienes secuestran las capacidades de desear y la libertad de ser como se quiera pero con derechos. Una lucha agonista persistente entre la casta/antipueblo y el pueblo que se dirime en lo hegemónico. Lo que quiere decir que Errejón plantea, además de la actividad parlamentaria para ganar pequeñas batallas, conquistar la forma en que las personas piensan, la cosmovisión, la weltanschauung. Conquistar las cabezas para gobernar bajo el mando directo del líder carismático. Sumar al peronismo lo que en Lenin es temporal pero que el populismo hace permanente.

Como vanguardia que se creen que ellos y ellas tienen la razón pese a las contradicciones que supone esa agregación continua de demandas. De ahí que en muchas ocasiones no se sepa si son rojos o pardos, o rojipardos. Lo que sí queda claro es que la transformación del sistema no la consiguen, sólo proceden a un cambio de élites. El errejonismo no plantea una lucha de clases en la teoría, sino que todas las posmoderneces les valen. Así defienden desde la identidad de los sin identidad al ecocapitalismo más fiero. Defienden la creación de empresas individuales, eso que llaman emprendimiento, que ahorra los gastos de personal a la clase dominante, se evitan los conflictos laborales (todos son empresas y tienen que resolver los conflictos en el derecho mercantil, el más sistémico de los derechos) y acaba con las personas sufriendo distintas enfermedades psíquicas. Mediante ese populismo de la postmodernidad acaban desviando el centro de atención de lo material para quedarse en lo subjetivo/idealista donde el sistema capitalista asume tranquilamente demanda tras demanda porque es capaz de vender los distintos placeres que se reclaman. Y si alguien no queda satisfecho es problema suyo.

Otro problema, habrán escuchado que Errejón no tiene problemas en pactar con quien sea (de momento ha llegado hasta Ciudadanos y PP), es que no hay límites políticos para el populista. Al poner el bien común en lo etéreo del pueblo puede defender desde la nacionalización de la electricidad hasta la liberalización del transporte ferroviario. Siempre será en beneficio del pueblo. Un pueblo que acaba teniendo el rostro de los populistas y la clase dominante al final del camino. Pan et circus para unos y acumulación de riquezas para los pocos. Y si para ello hay que echar mano de palabras y frases de Karl Marx se hace, no vaya a ser que digan que no son suficientemente de izquierdas. Fetichismo marxista para quitarle valor epistemológico al mismo. Cuando se sabe que el alemán escribió mucho (la mayoría por obra de Engels en la sombra) y muchas estupideces. El legado de Marx no es la toma de sus palabras como doctrina sagrada sino lo científico que dejó. Pero al populista le conviene mucho más lo humanístico que el materialismo. Adoran recitarte a historiadores marxistas y demás ídolos (Gramsci y Luxemburgo especialmente) pero jamás aplican el análisis a lo actual, no vaya a ser que se les estropee la cadena de equivalencias. Hay una completa desconexión entre teoría (lo que muestran) y la praxis política. La praxeología, que diría Manuel Sebastián, no es lo suyo, sino el engatusamiento.

Al final el errejonismo es el resumen de todas esas cosas que acaban dando vergüenza a la izquierda, como los gallos violadores de gallinas, como humanizar la naturaleza y deshumanizar al ser humano. Todas esas cosas que un trabajador o trabajadora observa y acaba por votar al Rassemblement national de Marie Le Pen. Con un movimiento progresista así la verdad es que la ruina de la izquierda está más cerca. Ni el PSOE que siempre ha sido muy de ir sumando lo primero que ven por ahí que hace gracia ha llegado tan lejos. El errejonismo supera todo eso porque su única preocupación es la toma del poder para radicalizar el sistema. Lo podrán hacer desde una visión de izquierdas o una visión de derechas. El camino hacia el poder de un populista se sabe dónde empieza pero no donde termina, de ahí que no sea extraño que los populismos en América Latina hayan sido muchas veces más de derechas que de izquierdas, llegándose a la paradoja de que en Argentina hay populistas con el mismo discurso pero diciéndose de las dos partes del espectro político. Los errejonistas, que van sumando desde nacionalistas, regionalistas y amargados de la izquierda, no sería extraño que acabasen por llevarse el voto de gentes de Vox. El de Ciudadanos seguramente en breve tiempo. Si le apoyan todos los medios de la clase dominante ¿será que mucho peligro no le ven? En Podemos ya conocen cómo las gastan, pues se llevó por delante hasta a un buen dirigente como Ramón Espinar. En el PSOE les ríen las gracias sin percatarse de que el populismo errejonista les tiene como la verdadera gran pieza a cazar. La buenas formas ocultan algo más tenebroso y peligroso.

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