Cuidado que tiene gente a su alrededor para hacer simulaciones de situaciones posibles a la hora de tomar una decisión. Cualquier experto en liderazgo (de los de verdad, no comunicólogos que es otra cosa) conoce que ante una tesitura dada es necesario hacer una valoración de los escenarios posibles ante la toma de decisiones y las opciones de sacar rédito ante esa decisión. Una decisión que ha de valorar no sólo los pros, sino los contras de las distintas elecciones. No es hacer un DAFO, que es una herramienta simple para estas cuestiones políticas, sino simulación de escenarios de incertidumbre alta. No es echar gasolina al coche cuando el depósito está casi a punto de llegar a la reserva, la decisión es más compleja porque hay multitud de escenarios y redes de poder que intervienen. Pues esto parece no haber sido valorado por Pedro Sánchez al tomar la decisión de apoyar a José Vicente Hernández como candidato del PSOE al Ayuntamiento de Madrid.

A Iván Redondo o Félix Bolaños se les supone cierta categoría para haber hecho esas proyecciones y haber aconsejado a Sánchez de los distintos escenarios que se abrían ante una decisión de tal calibre en un entorno sumamente complejo y volátil. José Antonio Rodríguez, el”Junillo”, está para hacer otras cosas no para lo estratégico. Los primeros, por no hablar de muchas otras personas que están asesorando en Moncloa al presidente, deben ser conscientes del riesgo estratégico que asume Sánchez, tanto hacia el interior del partido como hacia la sociedad. Más si cabe cuando el “sanchismo” se ha vendido como un movimiento de, por y para las bases. Por mucho que insistiese Sánchez, los asesores no están solamente para decir lo bueno, sino los riesgos y sus implicaciones a futuro. Y parece ser que no han hecho bien su trabajo. Analicémoslo.

La ciudadanía, en términos generales, permite al PP que haga del dedazo su mecanismo de elección de candidatos. Tampoco en el partido conservador se han destacado por promover una democracia interna similar a la que siempre ha demostrado la izquierda. En Ciudadanos no es dedazo directo, pero casi, a lo que hay que añadir que tampoco interesa a la ciudadanía lo que hagan dentro de su partido. Si supiesen la cantidad de comisarios políticos que existen se asombrarían. Cuando hablamos de secta naranja respecto al tratamiento de sus propios cargos políticos igual nos podemos llegar a quedar cortos. Pero la ciudadanía se lo permite. No pasa lo mismo con los partidos de izquierdas. Una elección del PSOE, especialmente, o de Podemos últimamente, es seguida con atención por propios y extraños. Incluso los propios medios de comunicación dedican más espacio a esos procesos de la izquierda. Sólo hay que ver lo que supuso la elección de Pablo Casado en el PP respecto a la elección de Sánchez. Nada que ver en expectativas e implicación dela propia ciudadanía en los debates. A la izquierda siempre se le exige más porque también su superioridad moral es mayor. Por tanto el entorno de disputa interna es claramente distinto y eso es algo a tener en cuenta como factor de los posibles escenarios.

Con este entorno la elección de Sánchez se enfrenta a varias contradicciones. La primera es asumir y, además, explicar que se ha ofrecido el cargo a muchas personas pero que sólo Hernández ha aceptado. Si lo hacía para poner en valor la determinación del candidato, también ha mostrado que ni era la primera y mejor elección, ni había pensado en dejar que el proceso de primarias fluyese libremente. La segunda contradicción es que, como dijo en su momento César Luena en un juicio respecto a las primarias, da a entender que con su apuesta personalista no concede valor al proceso democrático de su propio partido. Si ha ofrecido el cargo a otras personas y elige a Hernández por su amistad y prestigio proyecta que no confía en la militancia, ni en los cuadros del PSOE de Madrid y que su candidato es la última opción que tenía.. La tercera contradicción es que rompe con la lógica de no posicionarse en las primarias que ha habido en todo el territorio español. Cuando le pidieron que se mojase, así fuese contra Javier Lambán o por un candidato destacado de los que le apoyaron en las plataformas sanchista, se abstuvo. Hoy dice que tiene derecho como militante a apoyar a su amigo contradiciendo lo afirmado antes. Si hubiese que ponerse estricto como militante de Pozuelo y no de Madrid su apoyo valdría poco o nada, pero como secretario general y presidente del Gobierno ese apoyo le señala a él directamente. Y aquí es por donde puede llegar uno de los peligros futuros.

Dejar de la lado la ética inherente a los procesos internos, aunque sólo sea en apariencia porque todo el mundo sabe que los aparatos se mueven, le deja en mal lugar porque supone dejar de lado a los demás compañeros y compañeras que se presentan. Es hacerles un feo que él, precisamente, pidió a la Gestora que no hiciese. Las palabras de José Manuel Franco afirmando que él iría a las presentaciones de los demás pierden fuerza moral cuando, desde la secretaría general del PSOE de Madrid, aún no han resuelto que el precandidato Hernández, que ya está en campaña, esté en regla respecto a los estatutos y el reglamento. Ya ha elegido candidato, pues él ha estado en las decisiones de la elección del ex-seleccionador, y ahora intenta parecer más ético. Todo esto se podría haber evitado y puede tener consecuencias graves a futuro. El malestar existente en Madrid con las formas e, incluso, el fondo de la elección deberían haberlo valorado mucho antes de dar el paso.

Si quería hacer esta elección, el equipo de Sánchez y él mismo deberían haber actuado de otra forma. Primero, deberían haber hablado con las familias, grupos, grupúsculos y corrientes de opinión del PSOE madrileño explicando la necesidad para el partido de un candidato independiente. Por las razones mediáticas que fuesen. Haber hablado y haber consensuado un verdadero equipo de toda la ciudad para fortalecer al candidato. Desde luego habría habido malestar, pero al haber consenso siempre habría sido menor de lo que parece que se ha generado. Segundo, antes de filtrar a los medios de comunicación la candidatura como se hizo en Moncloa, deberían haber puesto al día al propio candidato sobre la situación del Ayuntamiento. Porque el discurso ofrecido es todo un muestrario de lugares comunes y de generalidades que tampoco es que le favorezca. Y tercero, en caso de no encontrar consenso deberían haber respetado las formas y no estar lanzando en redes, desde que Rodríguez Salas se puso al mando, ignominias y falsedades contra los otros candidatos. Algo que es éticamente reprobable. Fortalecer al propio candidato y no lanzarse a deslegitimar a los posibles contrincantes. Como cuarto, por lo que nos llega, deberían ser más cuidadosos con lo que ofrecen porque no hay tantas sillas como están ofreciendo. Piensen que, a día de hoy, entre Comunidad y Ayuntamiento hay unos 35 cargos disponibles.

Tenemos, por tanto, un ambiente en el cual hay una volatilidad enorme irradiada desde el propio sistema (con unas encuestas nada favorables), cierto malestar interno por las formas (hay que considerar que el candidato a la Comunidad de Madrid también es un independiente), y una prensa cavernaria deseosa de meter el diente. Esto deberían haberlo valorado los asesores de Sánchez. Este entorno, ciertamente un tanto hostil hacia el PSOE, plantearía dos escenarios posibles. 1.) Hernández pierde las primarias. La prensa se lanzaría a por el presidente del Gobierno llamándole incapaz, emperador fracasado, doctor derrota o cualquier otro calificativo que se les ocurra a los cavernarios. Se dañaría la imagen del presidente del Gobierno y del propio PSOE. El ganador no obtendría ninguna ventaja en sí de haber vencido en las primarias con toda la popularidad que le podría dar. Todo quedaría tapado por la derrota de Sánchez. 2.) Gana Hernández. Aquí los cavernarios dirían que el aparato de Ferraz ha conseguido la victoria, pero esto se supone de sobra.

La victoria del ex-seleccionador abriría otros dos escenarios posibles. 2.a.) Sigue la estela de la encuestas y se queda como quinta o cuarta fuerza política sin posibilidad de pacto de las izquierdas. Los medios no darían como derrotado a Hernández sino a Sánchez y le pesaría esta derrota a nivel nacional. Por desgracia, lo madrileño por culpa de capitalidad de los medios de comunicación tiene más repercusión y se señalaría como culpable al presidente del Gobierno. 2.b.) Hernández consigue vencer en las elecciones mediante un vuelco electoral que jamás se ha producido en la historia de las elecciones en España, sin mediar corrupción. Sólo en este escenario, poco o nada factible seamos realistas, sería el favorable a Sánchez. Así no pudiese formar gobierno por culpa de la caída de Carmena, por ejemplo, podría vender su propia apuesta personal. Pero todos los datos indican que es el escenario más improbable y eso deberían tenerlo en cuenta los asesores áulicos antes de lanzar la candidatura. Porque es una candidatura personalista y lo bueno, pero especialmente lo malo, se le asignará a Sánchez y no al PSOE. Estratégicamente esto se debe valorar en un contexto hostil donde se está esperando a cualquier fallo por pequeño que sea.

También hay que valorar a los otros candidatos, algo que no han previsto en Moncloa y Ferraz (no le vemos a Santos Cerdán haciendo estos análisis, no). Manuel de la Rocha, que apoyó a Sánchez en las primarias desde su equipo, es el más experimentado y quien podría competir por la izquierda con Carmena, más ahora que la alcaldesa ha decidido virar hacia el populismo peronista y el personalismo. Si se tiene en cuenta que en las primarias anteriores al 39° Congreso en Madrid el 51% no apoyó a Sánchez y De la Rocha coge parte de ese apoyo, más algo del resto. José María Dávila, conocido del aparato capitalino, está suficientemente baqueteado en las agrupaciones madrileñas y podría capturar el voto susanista o patxista, más el de algunas antiguas familias. Y Marlis González es una apuesta, también apoyó a Sánchez, respaldada por un buen grupo de cuadros medios del partido, sumamente capaces e históricamente arrinconados, que tienen un proyecto moderno y estudiado. También podría dividir el voto de Hernández más que el del susanismo o el patxismo. A esto hay que sumar que el sindicalismo parece haber decidido en favor del candidato de la izquierda, De la Rocha, con la importancia que ello tiene en Madrid. Aunque nada está escrito, deberían haber valorado, si hubiesen dialogado desde el principio, que las primarias no eran nada sencillas desde un principio si se seguía el camino de la apuesta personal. Y más cuando se presenta un independiente que no ha tenido actividad cívica en sí.

Actuar de la forma en que lo han hecho puede haber sido un error estratégico. Que una posible buena candidatura, porque mediáticamente es la de Hernández, pueda arruinarse por no haber anticipado los escenarios posibles, el entorno que afecta a la disputa, el cabreo de la militancia (que es muy alto), la presión de los medios de la Caverna y la capacidad de los demás candidatos (mucho más asentados en las estructuras partidistas madrileñas), es cuando menos un error de cálculo. Por no decir que los asesores venden mucho humo en sus CVs y no son tan listos, ni tan buenos. Porque la falta de ilusión que se palpa en el ambiente, no sólo partidista sino ciudadano, más cuando la otra parte de la izquierda anda a garrotazos como en el cuadro de Goya, no augura nada bueno. Una candidatura mediática como la que propone Sánchez con su amigo Hernández debería servir para lograr que el abstencionismo de izquierdas, primero, no sea el que indican los sondeos y, segundo, recuperar todo ese voto perdido durante los últimos cuatro años. Si Podemos baja, que el PSOE suba a los niveles anteriores a la irrupción de los podemitas. Todo indica que, de momento porque nos podemos equivocar, no se va a producir. Y la culpa será toda para Sánchez, con lo que puede significar a nivel estatal. Hubiera sido más aconsejable otro forma de toma de decisión.

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