Ayer en su tribuna del diario Público, Juan Carlos Monedero salía a poner calma en el enfrentamiento de Íñigo Errejón con la dirección de Podemos en Madrid (e incluso la estatal). Quería el candidatable que la elección mediante primarias del candidato y la lista de futuros diputados y diputadas fuesen al mismo tiempo. También pedía formar su propio equipo y total independencia respecto a la estructura partidista durante la campaña electoral. Monedero, con una visión mucho más fina, advertía en el artículo del peligro de centrar todo en la persona y dejar de lado los círculos. Esos mismos círculos que dieron (y dan) empuje a la formación política y evitan el anquilosamiento y la esclerotización que suele producirse cuando los movimientos se transforman en partidos (la maldición de la Ley de Hierro de Robert Michels). Los círculos, bien visto por Monedero, para evitar que Podemos se transforme totalmente en un partido en sí y  para sí. Los círculos como mecanismos que permitan fluir las demandas de las personas decentes, de la sociedad en general, para transformarse en políticas concretas y principios de actuación. Como bien dice el profesor “igual que es un error hacer política contra lo que piensan los votantes (error clásico de la izquierda), es un error hacer política plegándote a los gustos construidos de los votantes”.

Tampoco se ha escondido Monedero al advertir de los peligros de esta polémica sumamente estéril, aunque ha tenido tiempo para reconocer y dar las gracias a Ramón Espinar, pues ha cedido en favor del movimiento lo acordado en el Consejo Ciudadano. Pero Errejón parece no haberlo entendido e insiste en el pulso a la dirección regional, que no deja de ser un pulso a Pablo Iglesias por persona interpuesta. Pero parece no darse cuenta de que esta batalla, que igual no alcanza para ganar una guerra, está suponiendo un desgaste innecesario a la formación morada y, aunque él no lo crea, ha dejado vislumbrar sus propios errores. Unos errores bastante considerables que ni le benefician a él, ni a Podemos en su estrategia de acabar con los gobiernos de la derecha. Veámoslos en detalle.

Primer error: excesivo individualismo.

Advertido por Monedero ya, ninguna persona debe ponerse por encima del grupo y del movimiento que representa (o quiere representar) mediante mecanismos espurios. El acuerdo al que llegó con Iglesias respecto a ser candidato en Madrid, no es óbice, si es que gana las primarias que está por ver, para someter a la organización a sus caprichos y voluntad. Si bien es cierto que quien gana tiene, en cierto sentido, derecho a llevar en su lista personas de su máxima confianza, no lo es menos que esa condescendencia tiene un límite (dos, si contamos con la expresión del principio de distinción que recae en los electores). Bien porque personas no afines a él están desarrollando una buenísima labor tanto en las instituciones como en la calle, bien porque hay otros condicionantes que Errejón no valora, como se verá ahora. El caso es que parece que todos los halagos que le lanzan desde la prensa del establishment sobre sus capacidades, su discurso populista (una copia de Chantal Mouffe con toques de aquí y allí), o que con él Podemos sería la primera fuerza de la izquierda, parecen haberle hecho mella en su capacidad analítica o su ego. Las cuestiones que ha solicitado proyectan una imagen de niño mimado o malcriado, de creerse por encima del propio Podemos como movimiento de las clases populares, de verse a sí mismo como el salvador de (Podemos) Madrid.

Hay en su actitud un exceso de personalismo (es lo que transmite, sin duda) mediante exigencias que antes que el proyecto en sí, está su candidatura y su equipo. Y habría que recordarle que es Espinar el secretario general porque venció a las posiciones que Errejón representa. Por tanto, cometer el error de no actuar con mayor modestia y preocupación por derribar a la derecha, en vez de pensar en listas y fechas. Errejón puede ser muy listo, pero sin Podemos no es nada, mientras que Podemos sí tiene otros candidatos y candidatas, como Lorena Ruíz-Huerta (que tan buena imagen proyectó en el debate sobre el Máster de Cifuentes), o el propio Espinar (autodescartado por potenciar otras funciones en el partido).

Segundo error: juntar las primarias.

La postura de Ramón Espinar al separar las primarias de la persona candidata y las listas es más que coherente si se sigue el día a día de Podemos. Pese a las quejas de los errejonistas sobre la suposición de que elegir ahora al candidato supondría quemarlo, existe otra postura más lógica, pues a un año vita de las elecciones lo normal es que Podemos tenga candidato como el resto de partidos (PSOE-Gabilondo, Ciudadanos-Aguado, y PP-era Cifuentes pero por circunstancias sobrevenidas no lo será). Además, con el jaleo que existe actualmente en la Comunidad de Madrid con el caso Máster, Púnica, Canal y demás corruptelas, es necesario tener una voz que represente el sentir de la izquierda. Un año para un candidato desconocido a nivel regional, esto es, desconocido con propuestas que afectan a la ciudadanía madrileña. Porque a Errejón le conocen por hablar de significantes vacíos, de transversalidades, de hegemonías o cualquier ocurrencia con palabras oscuras, pero no de hospitales, de problemas de contaminación, de urbanismo regional, etcétera. Hasta el momento lo único que ha dicho sobre Madrid es que no hay que ir a una confrontación destructiva con el PSOE, sino establecer puentes de entendimiento. Algo que, por cierto, no ha gustado demasiado a las bases. El caso es que existe necesidad de clarificar la cabeza de cartel hoy, por cuestiones contingentes sin duda, pero hoy, no mañana, le guste o no al errejonismo.

Además, este empecinamiento de Errejón en hacer coincidir la votación de ambas listas, genera un problema (y gordo), a la dirección regional de Podemos. Errejón y sus huestes quieren juntar ambas votaciones para aprovechar el efecto candidato y así sacar mayor rédito en una confrontación de listas. Salvo que se llegue a un consenso, como ha pedido Pablo Echenique, es una estrategia para optar a una mayoría relativa sin duda. Sin embargo, esto impide que, como viene haciendo sigilosamente la dirección madrileña (Espinar y su equipo), otras organizaciones participen en las elecciones de las listas y no ser una simple mercadería de nombres. Porque al proyecto se sumarán, pues las charlas y acuerdos van por muy buen camino, organizaciones como Izquierda Unida o Equo. Estas formaciones aceptan, de manera totalmente racional, que Podemos elija candidato o candidata, pero también tienen derecho a tener su presencia en las listas, digamos que de “forma visible”. No le conviene olvidar a Errejón que IU se quedó a cientos de votos de entrar con parlamentarios en la Asamblea de Madrid en las últimas elecciones. Por tanto, no son una suma de siglas o meramente simbólica al movimiento que supone la confluencia en Podemos. El esfuerzo de Espinar en conformar eso, una confluencia diversa y transversal, desde hace tiempo pueden verse dañadas por culpa de las exigencias de Errejón.

Pongamos que si Errejón se queda con el 60% de la lista ¿qué queda a la gente de Iglesias y Espinar, que son mayoritarios?, ¿qué queda a la gente de Anticapitalistas?, ¿qué deja a IU, Equo y otras organizaciones o personas? Desde luego no parece que la suya sea una actitud transversal, de fomento de Podemos como un movimiento aglutinador de la voz del pueblo. ¿Quiere, acaso, Errejón construirse un reino de taifa desde el que esperar un mejor momento y saltar al poder central de Podemos? Seguramente no, pero da a entender con su actitud que sí es lo que quiere. Por eso es normal y razonable lo que había propuesto Espinar: primero el candidato (que no saben de los sudores del secretario general para convencer a las bases “pablistas”) y luego, junto al resto de fuerzas, la lista de diputadas y diputados. Unas listas dialogadas con las gentes que se incorporen al proyecto. Porque sin IU y Equo, Podemos no gana en Madrid, con ellos podría estar al frente de la izquierda y luchando contra la derecha. Ha cometido, por tanto, un error estratégico y orgánico Errejón.

Tercer error: excesiva independencia.

En último lugar, aunque está íntimamente vinculado a los dos anteriores, y es algo que Monedero ponía en cuestión indirectamente al hablar de los círculos, Errejón se equivoca al querer una independencia total programática y de campaña. Nuevamente parece que sólo él puede hacer un programa para ganar a la derecha. Da la impresión de iluminado por los dioses de la teoría, cuando al ir en confluencia con otros movimientos algo tendrán que decir. Lo mismo pasa con los círculos, que tendrán que presentar sus propuestas, como los pablistas o los “anticapis”. La verdad es que no es una buena imagen la que se ofrece a este respecto. En una formación tan intelectualizada como Podemos, con numerosas personas sumamente capacitadas para desarrollar propuestas, tanto en sus corrientes internas como en los círculos, o el Instituto 25-M, parece cuando menos extraño que el programa sólo lo haga y revise una parte. Mejor dicho, una parte dispondría de derecho de veto sobre las propuestas de las demás partes, que es lo que en el fondo pide Errejón.

Y también, recordémoslo, quiere autonomía e independencia en la campaña electoral. Digamos que quiere hacer su campaña al margen de la estructura organizativa de Podemos. Como se suele decir, muestra rasgos de bella donna. Imaginemos un ejemplo. En Alcorcón, para dar un impulso a la posible victoria de Jesús Santos, acuden Sol Sánchez de IU, Ramón Espinar, Isabel Serra e Irene Montero, pero no Errejón porque él no considera importante presentarse en Alcorcón. El ridículo sería espantoso ¿no? Eso sí, seguramente a sus mítines irían todos los medios del establishment y a los demás sólo los medios de la izquierda. Algo que no sería la primera vez que sucede. O piensen en otra situación, que sea Errejón y su equipo quien establezca toda la campaña en Madrid y no acuda a ciertos lugares porque “no vende”. Dejaría a Podemos sin su campaña más allá de la que hacen los inscritos de la zona. Una campaña bajo el sólo deseo del candidato. Igual desea ganar la batalla en los medios de comunicación, pero en muchas ocasiones no es gratis el apoyo.

Para finalizar, Errejón se ha equivocado con sus planteamientos y exigencias a la ejecutiva de Madrid. Ha hecho daño a la organización, mostrando contrariamente a la realidad a Espinar como un manipulador, cuando quien parece que quiere manipular es él. Ha desacreditado a sus compañeras y compañeros de Madrid al tratarles como si no fuesen capaces de llevar a cabo el programa o las demás cuestiones de gestión y elección. Ha perjudicado las negociaciones, paradójicamente, en busca de transversalidad y ampliar el espectro de Podemos. Y todo ello porque esos mismos medios que le hacen la pelota, le utilizan para dañar el proyecto global de Podemos. Así que como dijo Iglesias: “con las cosas internas, ni media tontería”.

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