Albert Rivera es esa droga psicotrópica que el establishment ha inoculado en las venas del sistema político y social español. Y como toda droga llega un punto en que del fervor que puede generar al principio, ese estado de felicidad o de alegría, se pasa al hastío, al no saber cómo desengancharse de ella, a estar a merced del traficante o del camello más cercano. Así ha ocurrido con el dirigente de Ciudadanos que el sistema agradeció su llegada por generar cierta convulsión política frente a un PP corrompido, pero ahora es una verdadera tragedia por las consecuencias que tiene para el organismo en sí. Genera el dirigente de Ciudadanos un cierre del sistema que está pudriendo al mismo en un momento que necesita apertura. Y lo peor es que arrastra con ello a buena parte de las otras partes del sistema político.

Si lo piensan bien antes de la llegada de Rivera a la política de ámbito estatal, todas las personas eran felices, estaban más o menos cabreadas, pero sin tener que aguantar estridencias. Salvo la irrupción de Podemos que no deja de ser un poco de anguitismo posmoderno y que siempre ha estado ahí, en los bordes del sistema o dentro de él, nada había que generase el desastre que ha generado Rivera. El miedo del establishment a la formación morada hizo que los poderosos recurrieran al populismo mainstream o del sistema que se encarnó en la formación naranja. Mientras el populismo de Podemos podía servir para renovar y reorientar en sistema en un proceso de apertura del mismo, el populismo naranja ha servido para todo lo contrario. Cierre sistémico y ahondamiento en los problemas del mismo. Culpa sin duda del establishment lo que pasa y por no haber sabido prever las consecuencias de introducir esa droga naranja en las venas del sistema que les puede llevar a ellos también por delante.

Cataluña era un lugar, en 2014-2015, donde la burguesía de aquellos lares estaba echada al monte porque el 3% les tenía acorralados. Artur Mas había convocado un referéndum y le había dado lo mismo porque nadie le dio demasiada importancia. A derecha e izquierda se trató el tema como una locura de quienes se veían en la cárcel por robar a sus conciudadanos y no se modificó la agenda dejando que se les pudiese señalar desde su propia ciudadanía. Pero el miedo del establishment y el apoyo, al comienzo, de los medios más ultraderechistas, con la adenda del medio que hace de la política una bufonada, puso en primera plana a Rivera, quien cargado con el arma del populismo del odio irrumpió en el sistema dando patadas a todos lados. El tema catalán, complicado sin duda, se llevaba por un canal racional hasta que llegó él e hizo volar todo por los aires. No hay 1 de octubre sin Rivera porque es él quien dio alas a secesionistas y a españolistas para encanallar la situación.

Lo mismo ocurre con lo que viene ocurriendo en el sistema a nivel estatal. De una primera toma de contacto con las instituciones donde lo que se hacía era seguidismo del PP o del PSOE en algunos casos, pero con la orden clara de frenar a Podemos que le habían dado desde el establishment, se pasó a la locura que sufrimos desde hace un tiempo. Si surge Vox es porque Rivera había estado creando un caldo de cultivo para que los neofascistas pudiesen asomar la patita en las instituciones y los medios. Ha sido Rivera el que, mediante su cuñadismo, su populismo y su política del odio, ha promovido un escenario donde las salvajadas fascistas podían tener encaje. Vox no es más que Rivera sin perjuicios, piénsenlo bien. Rivera ha alimentado la prisión preventiva, la destrucción de España, la vuelta del terrorismo etarra a primera plana, la calificación de la política como un nido de corruptos y de incapaces, etcétera. Piensen ustedes en cualquier cuestión de gravedad, da igual sea en educación o en migración y allí encontrarán algún improperio de Rivera.

Fue Alain Minc, el pensador francés de derechas, quien advirtió que Rivera no dejaba de ser un populista del sistema y lo mismo que se puede achacar a otros populismos sirve para el populismo naranja. Demagogia, políticas líquidas, cambios de chaqueta, insustancialidad en los valores y una fuerte apuesta en algún elemento que sirva para amalgamar todas esas demandas dispersas. Eso es Rivera ni más ni menos y eso es lo que provoca que el propio sistema se encuentre irritado y en peligro de saturación y explosión. Es Rivera quien ha llevado al PP de Pablo Casado (aunque éste también tenga lo suyo) a un radicalismo y extremismo que le ha costado bajar hasta 66 diputados haciendo huir a las personas moderadas y cabales del PP. Claro que puede reclamar la jefatura de la oposición, es Rivera quien comanda el discurso que se mueve en los medios y no Casado o Abascal. Estos dos no son más que edecanes de las balandronadas de Rivera.

El problema es que los medios de comunicación del establishment, como los camellos en la calle, siguen ofreciéndonos la droga insana que es Rivera día tras día. Nos quieren drogados, bien porque el espectáculo es productivo para ellos, bien porque así la clase dominante nos tiene entretenidos en cuestiones que tendrían solución pero que no podemos acabar de ver al tener en las venas del sistema la droga naranja. En cuanto la izquierda intenta algo social y contrario a los deseos del establishment allí que aparece Rivera montando un espectáculo en Euskadi o en Cataluña o en Sevilla. Maniobras de distracción para que lo que importa a la gente de verdad no tenga valor o no se aprecie el debate sobre ello. El PP en vez de generar su propia agenda acaba siguiendo la senda del populista provocando una sobrecarga en el sistema que va a más y más porque esos medios le dan cobertura y expansión sin pensar en el daño al sistema que se genera. Todo lo que toca Rivera, y ahí tienen la muestra en Andalucía, acaba pudriéndose con el tiempo.

Es necesario cuanto antes que España se desintoxique de Rivera. Urgente cabría decir porque es su persona y su cuadrilla de malhechores los que están provocando broncas e irritación en todos los lados del sistema. Si los medios de comunicación tuvieran personas de ambos espectros con dos dedos de cerebro pararían esto. Sólo hay que ver cómo sin estar constituida la mesa del Congreso ya estaba exigiendo la suspensión de los políticos secesionistas en prisión, y claro el PP para no quedarse atrás llamaba a denunciar por prevaricación a Batet cuando estaba cumpliendo estrictamente con la ley para no dejar cabos sueltos. Es Rivera quien veta y pone cordones sanitarios a los demás partidos; es Rivera quien determina quienes son constitucionalistas o no (curiosamente mete a los  neofascistas que quieren acabar con ella); es Rivera quien señala a buenos y malos para ahondar en las escisiones y fracturas sociales. Y si éstas no existen las inventa. Por salud del sistema no queda otra que desintoxicarse de Rivera de la forma que sea necesaria… y una en denunciando que más allá de las posiciones ideológicas él es más peligroso que secesionistas o neofascistas.

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