Reconozco que soy un europeísta convencido. Reconozco que la idea de una Europa unida es un avance importante dentro de un mundo globalizado donde las alianzas entre países son el único medio para poder defenderse de las amenazas que los países emergentes representan para los países tradicionales. Reconozco que la idea de una Europa unida es fundamental para la competitividad y la generación de oportunidades frente a las potencias económicas tradicionales.

Sin embargo, la Europa que se nos plantea en la actualidad está muy alejada de esta idea de globalidad. La Europa que se está construyendo actualmente es el inicio de la destrucción de la Unión Europea. La crisis económica ha provocado que haya países que imponen sus criterios y sus estrategias y países que tragan con todo lo que se les dice. Para más inri, tenemos dentro de la propia Unión a los miembros que pertenecen al Eurogrupo y miembros que no pertenecen, por lo que ya hay una separación per se.

¿Realmente hay Unión? Más bien parece que se ha vuelto a la concepción inicial de esta alianza de países: la Comunidad ECONÓMICA Europea. Un grupo de naciones que comparten algunos puntos y estrategias pero que luego van a su libre albedrío, gestionándose como unidades nacionales tradicionales y, en algunos casos, imponiendo al resto los intereses de unos pocos.

Con la crisis económica la división entre el Norte/Centro de Europa y el Sur se ha hecho más grande. Hay claramente dos bandos: el poderoso, encabezado por Alemania y formado por Austria, Holanda y Finlandia, y el débil, conformado por los países del Sur e Irlanda, Estados éstos que tienen dificultades en sus sistemas económicos que han tenido la necesidad de pedir ayuda para evitar la quiebra. Los primeros han impuesto al resto una serie de medidas de austeridad económica basadas en el concepto neoliberal de la economía que están llevando a los segundos a una situación económica similar a la que se tenía en los años posteriores a la crisis económica de 1973. Esta estrategia de austeridad sin límites aboca hacia una sima que hará a los primeros más ricos y a los segundos más dependientes de los primeros.

Para más inri, el país que está encabezando este proceso de desmembración de la Unión Europea en aras de su propia supremacía es precisamente uno de los más anti-europeístas de toda la Unión, ya que los alemanes son los más opuestos a la solidaridad que debería imperar entre los Estados miembros junto con los británicos.

Por otro lado, tenemos a una Europa que se ha olvidado de uno de sus conceptos básicos: la solidaridad. Las políticas respecto a los refugiados han demostrado que el corazón de la Unión Europea se ha transformado en un bloque de hormigón. Buscar soluciones como las que se han buscado comprando las voluntades de terceros países para crear fronteras exteriores no entra dentro del concepto de solidaridad sobre el que se forjó la Unión Europea, más bien al contrario. Llegar a acuerdos como los que se firmaron con Turquía o Marruecos que vulneran claramente el derecho internacional demuestra que Europa se está convirtiendo en una institución endogámica que defiende los intereses particulares de cada cual en vez de ir hacia un proyecto común en el que el respeto por las leyes de refugio o el apoyo hacia los que por la guerra, la persecución o el hambre buscan en nuestras fronteras una esperanza de vida. En el mismo sentido, la UE está permitiendo que los países procedentes de la antigua órbita soviética, con sus nacionalismos encendidos, implementen leyes xenófobas sin que haya una reacción ni unas sanciones acordes a la barbaridad que están imponiendo.

Sin embargo, esta no es la Europa que hay que construir. Realmente es necesaria una verdadera Unión Europea donde no haya nacionalidades sino provincias o estados. Darle un carácter de Estado es fundamental, respetando las nacionalidades a través de un sistema territorial basado en el federalismo. Unidad económica, unidad social, unidad jurídica, unidad legislativa. Ya hay unión monetaria, ya tenemos una apertura de fronteras a los países miembros. Falta darle un empujón más. Esa es la Europa en la que yo creo.

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