Esta semana se va a producir una situación curiosa, el Gobierno en pleno va a estar encerrado dos días en el Congreso, sin atender sus obligaciones, más en este tiempo pandémico, por culpa de una moción de censura que se presenta… contra otro partido del hemiciclo. A nadie se le escapa que la moción de Vox, más allá de las bravuconadas y aullidos en el desierto que suelen proferir, no se presenta contra el presidente Pedro Sánchez y su “gobierno socialcomunista” –calificarlo así ya es surrealista- sino contra Pablo Casado y su inestable PP. No es la primera vez que se presenta una moción contra el gobierno sino contra la oposición desde la oposición. Cosas de la “nueva política” cuyo adanismo les lleva por la calle de la amargura. Si en la primera gustó más la censora (Irene Montero) que el aspirante (Pablo Iglesias), en esta ocasión apunta a que los gustos van a estar parejos, no gustará nadie. Si en la primera, la moción supuso la caída en picado en la intención de voto, en esta ocasión… He ahí el dilema.

Sánchez y el resto del gobierno acuden por obligación, aunque sea simbólica, pero podrían dedicar las horas de estupideces que se van a escuchar en aras del populismo de ultraderecha a cuestiones mejores. Iglesias, por ejemplo, a terminar de ver una de esas series que son su inspiración. José Luis Ábalos a planificar una red ferroviaria decente y transversal, por ejemplo. Alberto Garzón a repensar o rezar un rato que lo tiene abandonado. Y así todo el resto del gobierno porque, lo que digan desde la ultraderecha, ni les va, ni les viene. No deberían ni responder. Con salir y decir “Pues vale machotes”, tendrían todo el trabajo hecho. Total, los discursos de los voxeros van a ser un refrito de discursos de Onésimo Redondo, de Blas Piñar (le fascina a Santiago Abascal copiar partes de sus discursos) y de Gustavo Bueno –algo que alegrará a la extensa red de buenistas que se sitúan a derecha e izquierda-.

El problema lo tiene Casado realmente. De momento el verso suelto –aunque llamarla verso es un atrevimiento-, Cayetana Álvarez de Toledo, ha afirmado que hay que votar que sí. ¿Los motivos? Igual compadreo tradicionalista, igual está viviendo en el siglo XVIII mentalmente, o lo dice por tocar las narices al presidente de su partido. Pero si hasta Carlos Herrera ha dicho que es un error la presentación de la moción y que el PP no debe entrar al trapo, el peligro para los peperos es evidente. El dilema que se le plantea a Casado es cómo criticar al gobierno (que lo hará) sin que parezca que apoya las tesis de la ultraderecha. Si tuviese valentía y ética democrática diría que a las fuerzas de ultraderecha ni agua porque antes está la defensa de la libertad y la democracia que la posibilita. Y a sentarse. Vamos, lo mismo que dice contra Podemos pero aplicado a la derecha. El presidente pepero, sin embargo, no tiene esa valentía y por tanto entra en un dilema complejo.

Como se sabe que carece de capacidades intelectuales y su oratoria es más bien pobre –sólo repite aforismos y frases hechas que le escriben-, incapaz de hilvanar dos frases con sentido y sin errores, lo más probable es que acabe haciendo de monaguillo congresual de lo que digan los voxeros. Es decir, se apuntará al “y yo más” olvidando ofrecer un discurso de corte liberal, con fuerte compromiso ideológico y lejano al populismo. Ya lo hizo en la reunión de Colón, a donde acudió para empujar, dar codazos -esto más bien Cristiano Brown el de esa cosa etérea que dicen que existe y se llama UPYD-, por no parecer menos patriota que los demás. En aquella ocasión le costó unos millones de votos, no tantos como al andoba de Ciudadanos, pero unos cuantos en favor de quienes hoy le presentan la moción. Si elige parecer más de derechas que nadie ganarán los que son más de derechas que nadie desde el principio.

Igual, aunque esto asombraría, los asesores de Casado piensan, recapacitan y le dan para que se aprenda un discurso sobrio pero radical –como le gusta a Jorge Vilches– que le aleje del histrionismo que suele ofrecer. Él y los voxeros. Un discurso donde, desde su subjetividad, ofrezca una crítica al gobierno y una alternativa a la sociedad. Porque contar con el apoyo de la mayoría de medios de comunicación en España no es suficiente si lo que se dice son banalidades y lugares comunes. Menos aún si lo que se ofrece es más de lo mismo respecto a lo que ofrecen desde la ultraderecha. No vale con catalogarlos de populistas, de falangistas, de reaccionarios, hay que tener valentía para hacerse con la moción y los medios puedan ofrecer algo a sus lectores para ganar su confianza. Al menos por la derecha. No lo hará porque le puede el ego, la incapacidad intelectual sublimada en soberbia. Por ello se echará al monte intentando batir más piezas que los verdaderos monteros. ¿Ganará la moción Casado? Pinta a que no… lo que supondría su muerte política y reemplazo.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here