Fuente: PSOE

El PP pretende polarizar la campaña electoral de Madrid retrotrayendo el debate al periodo preconstitucional, cuando desde todos los ámbitos democráticos internacionales se exigía la legalización del Partido Comunista de España (PCE). Frente a ello, el “Bunker” de los retrógrados se negaba pues para la caverna franquista la democracia debía ser solo en apariencia. Esto es lo que propone Isabel Díaz Ayuso en su pretensión de recuperar los votos de los tiempos de las mayorías absolutas del PP en Madrid: los votos que Abascal y Cía., se llevaron.

Por su parte, Pablo Iglesias, parece estar encantado de esa polarización aspirando a figurar como el aglutinador de la izquierda y su único representante; si bien es cierto que esta idea ya se ha llevado un primer traspiés con la negativa de Más Madrid a dejarse dar el abrazo del oso.

En mi opinión, se equivoca el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) al jugar a buscar votos en los caladeros de la derecha; un tacticismo que no es nuevo y que siempre que se ha probado ha dado como resultado el fracaso. Entiendo que Ciudadanos, ese partido de moderno de aspecto, pero viejuno ideológicamente, está en descomposición.

El PSOE es un Partido muy moderado, y el señor Gabilondo más si cabe. No necesita decir cosas contradictorias con la naturaleza del Partido que fundó Pablo Iglesias Pose como, por ejemplo: «No subiré impuestos». No sé si hay que subir la presión fiscal. Lo que sí sé, basándome en datos de las páginas de economía del ABC, diario que no es comunista ni socialista, es que la cuota de IRPF para un sueldo bruto anual de 20.000 euros en Madrid es un 11,20% más baja que en Cataluña, un 6.87% más baja que en Aragón o un 6,41% más baja que en Baleares. También sé, por los datos del Ministerio de Sanidad, en 2018, que el gasto en sanidad en la media de las comunidades autónomas fue del 5,5% el PIB, siendo Madrid la comunidad que menos destinó con un 3,6% del PIB.

Quizás el señor Gabilondo podría explicar esto a los madrileños y madrileñas, ya que cuando salíamos a las ventanas a aplaudir a los sanitarios y cuando decíamos que era héroes, era con la convicción de que los servicios públicos hay que defenderlos. Sabiendo que defender la Sanidad pública o la Educación pública no es una plegaria a los dioses ni una teorización filosófica, sino la necesidad de una política que se oriente hacia la defensa de las prioridades de la mayoría social; de esa inmensa mayoría de la sociedad que no puede permitirse pagar una sociedad médica privada ni un colegio privado.

Enarbolar las consignas de la derecha no es el mejor camino. Esto quedó demostrado en 2010 cuando acuñamos aquel «Bajar impuestos es de izquierdas» o cuando en mayo de 2010 se anunció una reforma laboral al más puro estilo de la derecha «Con o sin acuerdo». En las elecciones generales del 20 de noviembre (hasta la fecha pareció un guiño) de 2011 los votantes nos desalojaron del Gobierno de la nación. Aún recuerdo a Elena Valenciano sollozar: «Los socialistas se han desmovilizado». ¿Se habían desmovilizado? o les habíais empujado a la abstención a base de allanar el camino a la derecha que vendría después a machacarnos con la reforma laboral de 2012, con la de Pensiones de 2013, con la “Ley Mordaza”… por cierto, todo ello intacto a fecha de hoy.

En estos últimos diez años se ha hablado mucho de la necesidad de regenerar la política, no sin razón. Incluso se han fundado partidos que decían llegar con ese firme propósito. Sin embargo, a penas llevan un par de legislaturas actuando y ya pesa sobre ellos la lacra de la corrupción, el transfuguismo, los bandazos en la línea política; por mucho que digan que son de centro y que pactan a izquierda y derecha. Claro que hay que regenerar la política, pero la política no atañe solamente a los partidos políticos, pensar eso es quizás una de las degeneraciones de la política actual. La política comienza en la cúpula del Estado y termina en el último ciudadano o ciudadana que hoy haya cumplido la edad legal pasa votar, y viceversa.

Regenerar la política es poner sobre la mesa propuestas de cambio que impidan los desmanes a los que llevamos demasiado tiempo asistiendo; entendiendo por desmán que la Casa Real haya estado utilizando tarjetas con fondos de origen poco claro o que la presidenta de la Comunidad de Madrid se alojase caprichosamente en una suite de lujo en plena pandemia, por poner un par de ejemplos. Desmán es que cientos de cargos públicos: militares, alcaldes y funcionarios se hayan aprovechado de su cargo para acceder indebidamente a las vacunas, y que altos cargos de la Iglesia también lo hayan hecho, incluso miembros de la familia Borbón, privando de esas dosis a colectivos sociales vulnerables, y que ante estos hechos no pase nada.

No es aconsejable disfrazar el discurso de uno mismo para captar el voto de otra ideología, pues se corre el riesgo cierto de perder el voto natural de tu Partido. Regenerar la política es cumplir fielmente con los programas que son democráticamente votados en los congresos de los partidos que a su vez debieran concordar con los programas electorales que se presentan al electorado. Pero parece que todos los partidos sin excepción practican lo contrario. No quiero para Madrid un Netanyahu, ni un Bolsonaro, ni un Trump, sea este hombre o mujer. No quiero para Madrid una presidenta que le niega a los colegios e institutos públicos un simple filtro HEPA mientras se gasta más de 150 millones de euros (el triple de lo presupuestado) en un plató para hacer autobombo de su gestión y le quita el personal a hospitales de verdad. No quiero más casos de corrupción en nuestra Comunidad Autónoma, algo que parece ser irremediable cuando gobierna el PP. Y es porque no quiero todo eso por lo que me preocupa que erremos.

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