Guaidó utiliza tácticas fascistas de señalamiento

“Vamos a mandarle un mensaje a cada jefe militar responsable de las zonas del país por donde va a entrar la ayuda. Es un llamado a la reflexión que haremos de manera pacífica, con la convicción de que juntos logremos el cese de la usurpación” manifestó el autoproclamado Juan Guaidó. Una forma como otra de señalar al “otro”, al antagonista, al que queda excluido si no se atiene a los deseos de quien ejecuta el señalamiento. La campaña Soldado Escucha recuerda terriblemente a otras campañas similares que han utilizado los fascistas no hace tanto tiempo. Señalar para ejecutar si no cumple con lo que una persona ha decidido. Lo peor es que quien ha decidido no vive en Venezuela, ni es venezolano, sino el presidente de EEUU, Donald Trump.

Los medios occidentales, dentro de ese entrañable buenismo informativo, especialmente cuando se trata de la potencia imperial, han calificado el señalamiento de los mandos militares como una estrategia de presión sobre los mismos para que dejen pasar la ayuda humanitaria que envía el señor de la Casa Blanca. También llega ayuda desde Rusia, pero el señor Putin no es el jefe imperial y cae mal a los buenistas. Así Trump ya ha manifestado que los políticos y los que apoyan a Maduro deben plegarse a sus deseos: “[Deben aceptar la] generosa oferta de amnistía de Guaidó o pueden elegir el segundo camino: seguir apoyando a Maduro. Si eligen este camino no encontrarán un refugio, no habrá una salida fácil. Lo perderán todo”. Una amenaza en toda regla que vulnera el mínimo de los derechos humanos, los principios democráticos y que quiere provocar, al final, un conflicto armado que interesa a EEUU, no al resto del Mundo.

Volviendo a la táctica de Guaidó, cabe recordar que Venezuela, en especial, pero América Latina en general tiene unos índices de violencia muy por encima de los estándares a los que están acostumbrados los europeos. Y señalar a alguien supone poner en peligro su vida y la de su familia. Por mucho que diga el autoproclamado que es todo pacífica, sabe perfectamente que ese señalamiento es peligroso para todos esos jefes militares y sus familias. Al poner, además, sus imágenes quedan retratados ante sus vecinos o algunos de los más desaprensivos de la oposición venezolana. Porque no se confundan violentos y armados están ambas partes. Y un tiro por la espalda, en países donde se mata por robar un móvil, es bastante más sencillo de lo que nos puede parecer.

Como Hitler hizo con los judíos al señalar sus comercios al principio, y luego ponerles la estrella amarilla, lo que está haciendo Guaidó es similar. Señalar a los mandos militares en las redes sociales, que es como señalar un comercio en 1939, pero luego intenta lavarse las manos. Jamás un jerarca nazi diría que ese señalamiento provocaba violencia, eso es culpa de los judíos por serlo diría. Lo mismo podría aplicarse al autoproclamado al señalar a estas personas. Si les pegan un tiro o si se aplica la ley de Lynch dirá que es culpa de las propias víctimas por ser como son. Una táctica fascista que en España conocemos bien, sin llegar al extremismo nazi, cuando se señalaba a una familia como una “familia de rojos”. En ese momento se cerraban todas las puertas a esa gente. Lo mismo hace Guaidó, que igual como no ha conocido el fascismo, cree que ha inventado algo nuevo, cuando no es más que una fascistada.

Lo que le pueda pasar a las familias de esos señores a los que ha marcado como traidores, cuando realmente como militares están en la obligación de obedecer la cadena de mando y ésta no les ha ordenado ejecuciones, ni nada por el estilo, será culpa de Guaidó. De él y de Albert Rivera, Pablo Casado y todos los políticos que apoyan al Imperio en la consumación del ataque violento que se está perpetrando en el cono sur americano. Que EEUU despliegue 3.000 soldados en la zona para bloquear de forma armada Venezuela les debe parece lo más normal del mundo a estas gentes, que no son más que botarates sin cabeza. Eso sí, las muertes de más de 1.000 sindicalistas y activistas de movimientos sociales en Colombia, no por culpa de los cárteles de la droga o las guerrillas precisamente; eso les parece democracia. No se trata de defender a Nicolás Maduro, que al fin y al cabo ha ganado elecciones no lo ha usurpado, sino de defender la dignidad humana y cierta ética. Y poner en peligro las vidas de las personas y sus familiares por señalarles públicamente es fascista, por mucho que rece a su dios (que no debe quererles mucho pues les tiene abandonados).

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