Existe como cierta calma (no se sabe si chicha) entre la afición rojiblanca, la poca prensa y los mismos jugadores y cuerpo técnico. El partido de hoy en el Metropolitano es una verdadera final, la cual posibilita entrar en otras tres finales. El Atlético de Madrid está obligado a ganar los tres partidos que quedan si quiere pasar a octavos de final de la Champions. No cabe especular sobre si pasa esto o aquello. Hay que ganar los tres, comenzando por el más importante, el primero.

Enzarzados en discusiones banales, como la renovación de Griezmann o la salida de João Félix, los medios parecen no tener la capacidad de motivación de los aficionados y los jugadores. Ningún artículo o columna de opinión advirtiéndoles del ridículo que están a punto de hacer. Ningún movimiento desde la SAD animando a la gente. Nadie metiendo la presión necesaria al equipo. Parece que lo anterior fue algo así como errores subsanables… y no, no lo fueron. Fueron cagadas frente a equipos a los que se minusvaloró desde el sorteo, algo que aquí no se hizo y se advirtió del peligro.

Ahora toca ganar. Por lo civil o lo criminal. Con buen o mal juego. Pero ganar dejándose hasta la vida si fuese necesario. Porque este equipo podrá tener calidad pero ha demostrado carecer de sangre en las venas suficientes para afrontar este tipo de finales. Los partidos del equipo rojiblanco transcurren en el nihilismo futbolístico más exquisito. Ni le echan huevos, ni tienen sangre en las venas, ni nada que se le parezca. Postmodernitos ofendiditos es lo que aparentan en los partidos. Hoy eso no vale. Hoy hay que sangrar por los ojos si fuese necesario. Si hay que morir que sea dando hasta la última gota de sangre.

Y la afición debe ser la que caliente el encuentro. En vez de estar haciendo el tolai con el móvil, o postureando en la grada para ver si te sacan en televisión o, casi peor, insultando a cualquier jugador porque tu esposa te pone los cuernos con el tipo más feo de la urbanización, hoy hay que abandonar el yo para fundirse en un nosotros épico. Un nosotros que lleve al equipo en volandas hasta la victoria final. Dejarse la garganta, presionar al rival y los árbitros, meter en el cuerpo de los jugadores la energía que parecen no tener. Desde media hora antes el Metropolitano debe ser un infierno. Porque no hay más oportunidades si se pierde esta.

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