No es cuestión de realizar una hagiografía o una apología de Miquel Iceta. Las preferencias ideológicas en este caso, que para muchos lectores estarán claras, no son la línea argumentativa para mostrar un apoyo claro y contundente al candidato del PSC. Son cuestiones políticas y éticas las que hacen de Iceta lo mejor que le podría pasar a Cataluña en las siguientes elecciones. En un entorno sumamente fracturado, en una continua exposición de la emotividad frente a lo racional, en una pelea donde prima el victimismo negador de la propia política, como ya aventuramos hace días, es donde Iceta puede desarrollar una labor ética y política.

Porque se está negando la política en sí dentro de Cataluña. La política democrática como un proceso, no como un fin, deliberativo, dialogante, comprensivo se está perdiendo según escuchamos las distintas candidaturas que se nos presentan. Desde el secesionismo/independentismo no cabe otra cuestión que la identitaria. Una identidad que, además, niega cualquier posibilidad de conocimiento del otro, de la alteridad. Es una negación de la política en favor de unas esencias que ocupan todo el espacio público, el espacio de debate. Frente al hecho de lo que soy (somos) no hay discusión posible. Sólo cabe la autodeterminación total(itaria).

Pero es que desde las posiciones, digamos, constitucionalistas, como definen las derechas, también se niega ese espacio público de debate, al enfrentar el poder de la ley, como hecho trascendente o sustancial, al poder de la identidad. Luchan de esta forma dos visiones no sólo antagónicas sino incompatibles. Si Arrimadas habla de “liberar Cataluña”, Rovira mide la opresión. Todos ellos argumentos emotivos pero que no permiten dudar de su veracidad. Se enfrentan, o quieren enfrentar, verdades absolutas (“Desconfío de verdades absolutas y de dogmas que pretenden ahogar discrepancias” dice Iceta), donde debería haber un debate sobre hasta qué punto hay algo de verdad en todo ello. Un debate que se debe realizar en el espacio público y ahora se desplaza al foro interno de los sentimientos.

Cuando, en el desayuno de Europa Press, Pedro Sánchez expresaba que “con Iceta al frente de la Generalitat, Cataluña sería gobernada al ritmo del sentido común, de la convivencia y de la justicia social”, no hacía otra cosa que poner en valor la Política. La política republicana del espacio público de debate y reflexión. Porque reflexión, y mucha es lo que hace falta en Cataluña. Y establecer valores que permitan una convivencia y la superación de la fractura social. “A este país le falta recuperar el respeto, el respeto por los demás, que esto sólo lo arreglaremos entre todos” manifestó Iceta en la presentación del manifiesto de apoyo a su persona. Y ahí se encuentra la clave ética. La construcción del nosotros desde el respeto y la comprensión del otro.

Somos los que queremos construir, los dignos herederos del catalanismo, porque el catalanismo es construcción. Sólo puedes perder las batallas que no des. Volveremos a luchar, volveremos a sufrir y volveremos a vencer” manifestó Iceta. Es consciente de la existencia de una batalla, no niega esa realidad, pero a diferencia de lo expuesto por los demás dirigentes políticos, su batalla es construir desde el catalanismo. Desde el nosotros como espacio público de debate para una construcción social que provea de una identidad (negar que las personas necesitan tener esa identidad sería mendaz) donde quepan todos y todas. No es el pueblo, es la sociedad con sus valores polifónicos lo que quiere construir Iceta.

Esa construcción del “nosotros” es permanente en el discurso de Iceta: “Hay quien no es capaz de acordar con otros, a menos que compartan al 100% sus ideas. Hay quien no quiere acordar, sino que quiere imponer. No es nuestro caso. Nosotros creemos en el acuerdo entre diferentes, el acuerdo desde el respeto mutuo y hemos querido demostrarlo ya antes de las elecciones”. Supone poner en valor el diálogo como ese conocer al otro, como ese respetar al otro, al que puede tener tanta razón como tú o, al menos, debe poder expresar sus errores en los mismos términos que las verdades. Por eso Iceta desea “levantar la bandera del diálogo, la negociación y el pacto para volver a cohesionar la sociedad catalana”.

Porque una sociedad sin cohesionar y dividida en bandos, fragmentada hasta los tuétanos sólo tiene como salida la guerra de unos contra otros, la violencia (simbólica o fáctica), la destrucción de lo que nos hace humanos frente a las demás especies. Recuperar lo humano para superar la cuádruple crisis catalana (política, social, económica, cultural) es la pretensión de Iceta. “Una invitación a escuchar y a acordar. A transigir y negociar. A pactar; Una invitación a abandonar proyectos que dividen la sociedad entre buenos y malos catalanes” propone Iceta. Pero es una propuesta ética que se sitúa en la senda de la modernidad, del uso de la razón para superar las posibles escisiones sociales. Como apunta también el político catalán: “Cuando el sentimiento se impone sobre las razones, desaparece el pensamiento”. Y sin pensamiento no hay futuro.

Recuperar la Cataluña social.

A diferencia de lo que vienen expresando y teatralizando los demás candidatos, Iceta hace una apuesta ética y reivindicativa de todo lo bueno que tiene la tradición occidental democrática. Reconocimiento de la pluralidad sí, pero en todos los órdenes de la vida y sin exclusiones. Que la alteridad es tan válida como la propia postura antes de la confrontación de ideas. Pero no sólo hay esa pasión normativa por la democracia. En Iceta, al contrario que los demás candidatos, hay una lucha por la Justicia social. Porque, pese a la situación política, en Cataluña existe una grave crisis socio-económica que hay que solventar.

Así Iceta desea gobernar no sólo para cerrar la brecha social que ha provocado todo el procès, sino también para que los más desfavorecidos (la gran mayoría) no tengan que penar doblemente. “Habría que pactar cómo hacer crecer la economía, cómo repartir la riqueza y cómo crear empleo con un nuevo modelo económico en el que el crecimiento no genere nuevas desigualdades, que sea más respetuoso con el medio ambiente y que esté más atento a luchar contra el fraude y la explotación laborales” afirmó en Madrid. Esta lucha por la Justicia social no la encontrarán en los demás candidatos. Como mucho de recuperar a las empresas perdidas, pero no a las familias perdidas.

“Habría que pactar una Agenda por la Igualdad capaz de rescatar a los ciudadanos de las políticas actuales, que lo que han hecho es favorecer que se desplomen los ingresos de las familias con menos recursos, e impulsar la educación, defender el sistema público de salud y los servicios públicos, capaz también de detener la privatización de derechos y volver a los servicios sociales de acceso universal”, ofrece Iceta como President.

Es una apuesta ética y justa que abarca todos los espacios que están en situación crítica. A diferencia de los otros candidatos que sólo hablan de odio, de miserias políticas, de enfrentamiento, de estupideces varias alejadas de lo que, al final, son los problemas cotidianos de la ciudadanía catalana, el socialista catalán apuesta por los valores democráticos y sociales. Evidentemente, generar un orden de cívico plural es fundamental para poder “vivir autónomamente” en Cataluña. Pero sin olvidar que las personas necesitan comer para sobrevivir, incluso a los políticos. Iceta está ofreciendo un programa demócrata y ético. Un republicanismo cívico y justo donde toda la ciudadanía pueda vislumbrar una forma de vida buena.

Esto no deja fuera de la visión cuestiones como la reforma constitucional en un sentido federal que dote de autonomía a las diversas entidades que integran España. “El pacto debe reconocer las características singulares de la sociedad catalana, su identidad nacional y su vocación de autogobierno. Sin privilegios, pero con un reconocimiento explícito al máximo nivel” ha manifestado Iceta. Esto es, la unidad en la diversidad como valor máximo federal.

Con Iceta, Cataluña recupera los valores democráticos, republicanos y federalizantes, más la Justicia Social propia de cualquier proyecto socialista, porque sí Iceta es socialista. Y aunque en este caso la ideología era menos importante que los valores que está proyectando como constitutivos de la futura sociedad catalana, no deja de añadir otros valores inherentes al socialismo. Los demás están enfangados en la política de vuelo bajo, la que produce el extrañamiento de las personas. Iceta se adentra en la política de los valores y la democracia, mucho más difícil de defender en estos tiempos oscuros. Pero por ese mismo motivo mucho más valorable. A día de hoy nadie presenta una altura de miras así en Cataluña. Solo cabe esperar que la ciudadanía se dé cuenta.

Y nada mejor que terminar con las palabras que le dedicó Rosa María Sardá: “Vemos un grupo de políticos a quienes las cosas importantes han dejado de preocuparles. Aquí todos están en contra de algo, pero lo más difícil es dar soluciones. Por eso ponemos nuestra confianza en ti, Miquel. Eres un buen operario, un excelente político y una buena persona”.

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