Llega un momento donde las personas completamente poseídas por una idea, a la que señalan como absoluta y única, acaban perdiendo el oremus y tornan seres irracionales. Esto viene pasando con los independentistas catalanes, especialmente los de Carles Puigdemont, desde hace un tiempo. Están tan absortos con la realidad que derivan de esa idea absoluta que les hace empobrecer hasta lo que se puede considerar noble. Todo en esas cabezas es opresión y persecución, tanto como para llegar a manchar de forma ignominiosa el recuerdo de los españoles caídos y machacados en un campo de concentración nazi, concretamente el de Mauthausen.

Han provocado tal asco con sus vociferaciones que hasta la ministra de Justicia Dolores Delgado, que acudió a poner una placa en recuerdo de aquellos valientes luchadores contra el fascismo y el nazismo, ha tenido que irse rápidamente, por vergüenza y por sentido del decoro. “Cualquier actuación o expresión de exclusión choca frontalmente con los valores que surgieron de este campo de exterminio, con los miles de españoles que perecieron aquí en unas condiciones brutales simplemente por ser luchadores y defensores de la democracia y la libertad” ha dicho la ministra tras espantarse ante las palabras de los burgueses de Puigdemont.

Sólo a una mente irracional y enferma se le puede ocurrir comparar al exconsejero catalán Raül Romeva con los españoles que murieron en las garras del nazismo en ese infausto campo de extermino y trabajos forzados que era Mauthausen. Un campo donde encerraron para secar sus vidas a los españoles que tuvieron la valentía de proseguir la lucha contra el fascismo tras salir de España por culpa de la victoria de Franco. En vez de bajar los brazos, se unieron a la resistencia francesa, a los ejércitos regulares de las democracias occidentales para proseguir la lucha en favor de los valores democráticos. Comunistas, socialistas, anarquistas, nacionalistas o trotskistas entendieron que había unos valores superiores que defender contra la negación del ser y de la democracia que encarnaban los nazis y los fascistas. En Mauthausen los señalaron con crueldad al calificarlos como apátridas (el triángulo azul con una S). No sólo los cosificaron con un número, sino que los descatalogaron completamente.

Comparar a un consejero de una democracia que está siendo enjuiciado por rebelión contra el Estado de derecho, ese mismo que en la Alemania nazi no existía, con los caídos y supervivientes de Mauthausen es una ignominia propia de mentes enfermas. El irracionalismo por la causa de cierta parte del independentismo, cuando no ofrecen muestras de valentía pues Puigdemont es un cobarde huido que dejó a los suyos a los pies de la Justicia, les hace querer asimilarse a cualquier buena causa, pero lo acaban manchando. Romeva, que no deja de ser un pequeño burgués al servicio de cierta causa, no ha dicho nada cuando sus conmilitones llaman cerdos a los que no piensan como ellos. El proceso de cosificación al contrario del independentismo, salvo que se autoseñalan para diferenciarse de los demás, es igual que el de los nazis. Los no independentistas son señalados como cosas y, por tanto, carentes de humanidad. Como hicieron los nazis con los encerrados en los campos de exterminio.

Gemma Domènech, directora general de Memoria Democrática de la Generalitat, que ha sido la persona que ha realizado la comparación de las personas de Mauthausen con Romeva, no debe ser muy conocedora de lo que allí aconteció. A Romeva como los demás políticos en prisión, no les inyectaron dosis letales, no experimentaron con ellos, no les han puesto a trabajar hasta la muerte por extenuación, no les han metido en un crematorio, no les han pegado un  tiro en la nuca porque sí, no les han quitado su ser. Al contrario, por estar bajo una democracia (por imperfecta que sea) y un Estado de derecho son tratados como personas. No es que la pronunciación del calificativo de “preso político” sea rechazable, es que la comparación con las personas de Mauthausen es abominable, asquerosa, la mayor bazofia que una mente enferma ha podido generar. Es tan irracional la dirigente catalana que no entiende que mientras las personas de Mauthausen no eran personas para sus carceleros, sino simplemente cosas con un número de identificación, los políticos catalanes están siendo tratados como seres humanos.

El independentismo puede tener alguna razón, pero la pierde en cuanto traspasa el umbral de la racionalidad para insertarse en la irracionalidad, la ignominia y la cosificación del adversario. No se percatan, absortos como están en su absoluto, que se están acercando cada vez más a los postulados nazis y separándose de los valores democráticos. Y eso pasa cuando se compara a caídos por la crueldad del nazismo y el fascismo, el totalitarismo exterminador, con un simple político que tomó una decisión que sabía que tendría consecuencias en un Estado de derecho. Si alguien les podía apoyar en aquellos momentos pidiendo que hubiese democracia, desde ayer han perdido cualquier apoyo a su causa. Se puede ser independentista pero no un cafre.

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