El choque de trenes entre Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) y Luis Rubiales, presidente de la Federación Española de Fútbol (RFEF) va más allá de lo meramente futbolístico o de la defensa de los intereses de sus respectivas organizaciones. Más bien es la lucha de Tebas por la defensa de sus propios intereses que, casualmente, van en contra de los de los clubes a los que representa, no a los que dirige. Este es un matiz importante, dado que el presidente de la LFP es, en realidad, un empleado de los equipos de Primera y Segunda División, aunque él pretenda actuar como si fuera el dueño del rancho.

La gestión que Javier Tebas está haciendo se resume en un grito que se escucha cada domingo en los campos de fútbol españoles: «Tebas vete ya, Tebas vete ya», ya que en ningún momento está teniendo en cuenta los valores y los principios del fútbol que están representados por los equipos, pero, sobre todo, por la afición. Este fin de semana hemos sido testigos de cómo, con la política errática de horarios, más de 20 personas tuvieron que ser atendidas por golpes de calor y lipotimias en el Estadio de la Cerámica de Villarreal y en el Ciutat de València. Dos jugadores, al menos, sufrieron mareos y vómitos. Ante esta situación y las críticas del presidente de la RFEF, Luis Rubiales, Tebas respondió que la gente iba a los campos a fingir lipotimias.

En relación con la celebración del partido Girona – Barça en Miami, la RFEF ya ha decidido, con toda lógica, que no va a dar la autorización correspondiente. Sin embargo, Tebas continúa insistiendo en que se va a disputar. Le da igual la oposición de los propios clubes —Florentino Pérez ya afirmó en la Junta de Compromisarios que no entendía qué intereses podían existir para pretender celebrar partidos fuera de España y que el Real Madrid está totalmente en contra—, de los aficionados, incluso de los propios equipos implicados, de la RFEF, del Gobierno o de la FIFA. ¿Qué pretende Tebas?

La celebración de este partido, además, tendría consecuencias políticas para España. Casualmente Tebas ha elegido a Barça y Girona, los dos equipos más significados con el Procés. ¿Por qué no decidió que fueran otros? ¿Por qué no un Valladolid – Levante o un Sevilla – Valencia? Si se trata de vender LaLiga, ¿por qué no llevar un partido en el que se enfrenten dos de los principales reclamos internacionales de nuestro fútbol? Sólo se puede entender esta decisión por la unión de los intereses económicos de Tebas con el lobby del Procés, porque, ¿qué mejor proyección internacional se le puede dar al movimiento soberanista catalán que un partido de fútbol en Estados Unidos con dos equipos portando lazos amarillos? Partiendo de la base de que la reclamación de la libertad de los presos políticos catalanes es totalmente justa, sin embargo, se demuestra que un hombre tan relacionado con la extrema derecha como Javier Tebas es capaz de traicionar sus propios valores si con ello logra un beneficio económico.

Mientras tanto, en la presidencia de la RFEF se buscan soluciones a los desmanes de la LFP que beneficien a todo nuestro fútbol, empezando por la redistribución de los horarios, por la apuesta por el fútbol femenino o por las categorías inferiores que, gracias a Tebas, están quedándose desamparadas.

El fútbol es de todos y no sólo de una élite. Tebas sólo entiende de números y de dinero olvidándose de lo que realmente hace grande a este deporte: el sentimiento, la pasión y la entrega de la afición por unos colores. Pretender transformar eso es antinatural y va en contra de los intereses de los propios clubes porque el mejor ejemplo lo tenemos con la Premier League inglesa, la competición más vista y con mejores contratos televisivos del mundo, que respeta tanto las tradiciones pero, sobre todo, a los aficionados. Ese es el camino que quiere seguir Luis Rubiales porque conoce lo que es pisar el césped, algo que Tebas ignora y no hay peor cosa que un ignorante interesado.

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