Están consiguiendo los medios de comunicación del establishment destruir la agenda de la campaña electoral. Algo que apoyan con toda pasión, no podía ser menos, los partidos del trifachito. La izquierda mientras haciéndole el caldo gordo, no se sabe si por autodestrucción (en Podemos no hay día con una mala noticia como la salida de Pablo Bustinduy), o por ensimismamiento. El caso es que las demandas de la clase trabajadora ni están, ni, lo que es peor, se esperan estén en la agenda de la campaña electoral. Ya se están encargando los medios controlados por el poder del capital de ponernos a todas horas las ocurrencias, porque no son más que eso ocurrencias, de los neofascistas. O del inminente peligro de la quiebra de la nación española, o lo que es lo mismo las ocurrencias del secesionismo.

La clase trabajadora ausente cuando supone en términos objetivos el 70% de la población, pero hay que prestar atención a las mentiras de Casado, al cuñadismo de Rivera y a un señor que pasaba por allí con un sombrero extraño. Y la izquierda, con excepciones honradas, sin decir ni pío. Nos venden a todas horas fichajes galácticos de un partido u otro, especialmente de la derecha, y los sitúan en el podio de lo simbólico para que la clase trabajadora desvíe la atención de los que debían ser sus verdaderos referentes. Los medios y los partidos del trifachito sitúan en el plano simbólico a empresarios, financieros o altos funcionarios a los que dotan de un aura especial, a los que casi elevan a la categoría de dioses del olimpo capitalista. De esta forma, mientras se está pendiente del fichaje en sí, acaban colando la explotación por la puerta de atrás. Las privatizaciones sanitarias y educativas. Pero la izquierda está preocupada del problema finisecular de España. ¡Ay les duele España!

Hasta el momento, y lo que ocurre en Andalucía en una muestra de ello, las pocas propuestas que han aparecido de ninguna manera favorecen a la clase trabajadora. Las de la derecha trifálica son en favor del poder financiero e imperial, las de la izquierda se enredan en la diversidad y en cuestiones insustanciales que no transforman el sistema. Porque al fin y al cabo la izquierda debería querer transformar el sistema y no ser el apoyo bastardo del establishment. Muchas propuestas en materia de derechos civiles, algo que está bien, que puede hasta ser necesario, pero nunca lo central. Los derechos de ciudadanía son para todas las personas, sean de la clase que sean, pero las estructuras de poder siguen intactas. Y de ahí que el poder de la clase dominante se mantenga sin rasguños. No hay en los programas, ni en las proclamas ni una apelación en la profundización democrática, de la eliminación de las barreras de clase. Por el contrario el debate se centra en si unos tienen mejor o peor resultado manejando el tema económico. ¡Si la Troika ya dirige lo que hay que hacer!

Y como en lo económico parecen estar todos de acuerdo, con mínimas diferencias, entonces habrá que despistar con el tema catalán que permite sacar a pasear banderas muy mucho españolas o catalanas fabricadas en China y compradas a 2,50 escondiendo la explotación sangrienta de personas. Pero muy patriotas eso sí. Un tema que aburre pero que interesa tanto a unos como a otros. El trifachito porque puede esconder sus intenciones de saqueo de lo público en favor de las empresas del establishment, y los secesionistas porque esconden que tienen a Cataluña hecha una ruina y que no saben cómo salir del procés. Y mientras la izquierda intentando situarse en ese debate con dudas y miedos, sin saber bien cómo enfrentarlo, cuando igual lo mejor sería olvidarlo. No están sabiendo reaccionar ante los llamados simbólicos de la derecha de uno y otro lado.

Hay que pedirles a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que interpelen el debate en favor de la clase trabajadora. Esa que está sufriendo el austericidio en Cataluña o en Madrid. Esa que es productora de riqueza y que está sosteniendo con su esfuerzo lo público que desde la derecha se entrega a los bolsillos de los Florentinos de turno. Esa clase trabajadora que está precarizada, machacada día a día, pero a la que engatusan mediante el llamamiento a las vísceras del nacionalismo de uno u otro lado. Hay que hablar de los problemas de la clase trabajadora y doblar el brazo de aquellos supuestos líderes de opinión que trabajan en favor del auge del neofascismo. Bien es cierto que Alberto Garzón sí habla en esos términos, pero es tan minoritario en los medios que casi no llega la voz del sujeto que sufre en sus carnes lo peor del sistema capitalista. Y esto cuando Ferreras, el gran muñidor del establishment, no le intenta utilizar para blanquear a la derecha reaccionaria.

Menos diversidad y más conciencia de clase a los dirigentes de la izquierda. Estamos en un mundo global que necesita de respuestas complejas pero sencillas a la par. Cuando De Quinto llega al Congreso eso quiere decir que la clase dominante, la burguesía si lo prefieren, sabe perfectamente que lo que hay en juego hoy en España es una batalla más de la lucha de clases. En el establishment lo tienen claro, como reconoció Warren Buffet, sólo falta que en los partidos que dicen ser de izquierdas también lo tengan. Si hay problemas ecológicos no es porque los seres humanos seamos cochinos sino porque la producción global por encima de las necesidades reales de la población, todo por seguir con un proceso de acumulación salvaje e innecesario para la buena vida. Porque la buena vida, la autodeterminación de las personas, la libertad, la fraternidad son piezas fundamentales del socialismo. Hay que interpelar a los dirigentes políticos de la izquierda a que dejen de ser unos “moñas” y que se muestren rebeldes ante el establishment. Que nos ofrezcan algo mejor que una diferente gestión del capitalismo. Que abran espacios de democracia reales. Como se decía no hace tanto que abandonen sus pensamientos pequeño burgueses.

La clase trabajadora, en este momento del capitalismo avanzado y globalizado, debe volver al primer plano del debate. Y esto sólo lo pueden hacer los partidos que dicen situarse a la izquierda. En vez de enzarzarse dentro de la política espectacular y hacer poses, hay que situar el debate en los problemas reales que están mediados por las relaciones económicas y el poder de muy pocos. Sólo hay que ver cómo un tipo como el ultraliberal Juan Ramón Rallo se quejaba de que la clase dominante española era más pobre del entorno occidental. ¡Ellos sí saben de qué va el juego y quienes son los que mandan! Por ello deben espabilar los políticos de izquierdas y hacerles frente apelando a la única fuerza que está en esa batalla junto a las organizaciones políticas: la clase trabajadora. Igual no hay que decirlo con estas palabras, pero siempre que los hechos y las propuestas vayan en la dirección correcta, hacer trampas con el lenguaje frente a una derecha enmascarada y traidora es admisible. Aunque como algunos han abierto las puertas del marxismo, igual elevar el leguaje habitual de primero de ESO que hay en el escenario de la política no vendría mal.

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