La ampliación de capital de 2.016 del Banco Popular era una más de las medidas de un plan de negocio que fue paralizado por Emilio Saracho, con la complicidad de Antonio del Valle, José María Arias y Reyes Calderón y que hubiera supuesto la salvación del Banco Popular. Una de las medidas principales de ese plan era el Proyecto Sunrise que fue paralizado por el ministerio de Economía de Luis de Guindos una vez que Saracho accedió a la presidencia del Popular.

Ante las crecientes exigencias de capital y de provisiones, el Popular tenía que anticiparse, fortalecerse con un Plan de Negocio y reforzar su banca comercial, especializada en pequeñas empresas, profesionales y familias, negocios en los que era líder. Esa visión, pese a la destrucción del banco en los meses posteriores, se ha visto reforzada por los acontecimientos posteriores.

La doctrina europea de proteger a los grandes es una receta para el desastre, no es posible demostrar lo indemostrable y no es posible por tanto decir que un banco grande, con operaciones en países inestables como México, Brasil, con gobernantes inconsistentes como Estados Unidos, o en situación de alta volatilidad como el Reino Unido o Turquía, sean mejores o tengan menos riesgos que los enfocados a la banca comercial en un país, como era el caso del Popular. Todo ello, además, cuando sus negocios fuera de Europa eran menores pero valiosos: TotalBank o Vepormás.

El Popular ejecutó su Plan hasta que llegó Saracho, que paralizó la segregación de los activos inmobiliarios –Sunrise– y la venta de activos no estratégicos –el banco norteamericano Totalbank, la participación en Vepormás o la venta de Wizink. Esto que Saracho paró, lo han hecho los demás bancos, la venta de esos activos hubiesen generado fuertes plusvalías –superiores a 500 millones– e impactos positivos en capital de 1.500 millones. Ejecutando el plan, Popular seguiría hoy en pie. Es inexplicable que se adjudicase a Santander por un euro, tras una crisis de liquidez, provocada por Saracho con la difusión de noticias negativas para bajar el valor de la acción.

Por su parte, José María Arias y Antonio Del Valle estaban dispuestos a que el plan no se cumpliese: el primero por falta de visión estratégica y miedo a ser descubierto por las acusaciones de blanqueo en el Banco Pastor; el segundo por avaricia, por querer quedarse un banco de 11.000 millones de euros por poco. Arias y Calderón siempre estuvieron en manos del mexicano y éste confió en Saracho, que, como se vio posteriormente, tenía su propio plan y su propio amo.

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