“¡Alerta roja! ¡El peligro fascista ha llegado!”, parece el eslogan que la clase política de la margen izquierda ha sacado a colación del acuerdo PP-Vox en Castilla y León. Por cierto, una amenaza que los madrileños se pasaron por el forro de los votos y que sirvió para mandar a su casa al fraude del Mesías de la izquierda. Y no funcionó porque entre quienes votan a Vox, al PP o a Ciudadanos –más todos aquellos cansados de una izquierda que vive en una constante fantasía- no hay consciencia de que las gentes de Vox sean fascistas. ¿Extrema derecha? Pues depende de la parte del programa que se mire. En lo económico son mucho más de la escuela de Chicago que del organicismo fascista…

Adriana Lastra clamaba ayer ante lo insostenible que era que el PP permitiese la entrada de la extrema derecha en un gobierno para ser la primera región donde gobierne un partido así. Bien. Más allá de la boutade de ser la primera región gobernada por la extrema derecha (por si no lo recuerda un partido similar a Vox ha gobernado Austria); más allá de la xenofobia mostrada por un partido como CiU y sus posteriores manifestaciones contra los españoles (lo que supondría ser de extrema derecha); cabe recordar que para las personas que se sitúan al otro lado del espectro político, incluso entre los votantes socialistas, Unidas Podemos es extrema izquierda. ¿No le molesta tener a la extrema izquierda en el gobierno?

¿Tiene la izquierda la verdad en custodia?

Pueden aducir desde la izquierda que Vox es un partido xenófobo –cuando menos una xenofobia de clase-, pero no deben olvidar que la ideología de género que supone el borrado de las mujeres viene por la extrema izquierda. Para algunas personas impedir la llegada de personas islamistas es algo moralmente aceptable; de la misma forma que algunas personas en la izquierda cree que el deseo de ser mujer es suficiente para negar el sexo biológico y aceptar que un hombre puede tener síndrome postparto. En ambos casos hay una verdad, o algo que se asemeja a la verdad, que actúa como mecanismo de construcción ética. Al fin y al cabo, la ética liberal, de la que son casi todos deudores, se construye sobre la base del deseo individual. Para unos su deseo es no recibir islamistas, para otros es negar lo sexual de las mujeres. En ambos casos se conculcan derechos humanos y dignidades de personas.

El problema es que la izquierda postmoderna, por ende liberal en todo lo referente a estas cuestiones como sobre el capitalismo, entiende que tiene la verdad en custodia. Todo lo que dice es lo verdadero, ergo lo correcto, ergo el único camino moral, ergo son los únicos capacitados para definir lo que es bueno o lo que es malo. No hay búsqueda a lo largo del tiempo para alcanzar el conocimiento de lo bueno, las virtudes que conlleva, ni las prácticas asociadas. La izquierda postmoderna (inserta en PSOE y demás partidos) es la verdad revelada del día. Porque al ser postmoderna, lo que hoy es verdad, mañana puede ser mentira.

Ponerse en el lugar del otro

Son paradójicas las palabras de Lastra porque muestran a la perfección su completa incapacidad, que es la de otros muchos miembros de la clase política, de ponerse en el lugar del otro. Poca empatía, y mucho menos simpatía, se puede tener con el otro ser humano si no se intentan comprender sus posturas. Para Lastra Vox son extrema derecha y por ello no pueden participar del gobierno. Y no los ilegalizan porque constitucionalmente no pueden. Se puede compartir con Lastra que sean de extrema derecha, pero ¿acepta Lastra que buena parte de la población sienta el mismo resquemor con Unidas Podemos, Bildu o ERC?

No lo acepta porque su ética, con un fuerte componente emotivista, se fundamenta en que es bueno lo que le conviene a ella. Y hoy le conviene que UP, EH Bildu y ERC sean buenos pese a ser de extrema izquierda en dos casos, haber surgido de la violencia asesina, o ser racistas y haber intentado un golpe de Estado (por el cual se hubo de aplicar el artículo 155 de la Constitución, si no lo ha olvidado Lasta). Esto último lo piensan millones de españoles que tienen las mismas razones que Lastra para pensar en sentido contrario. ¿Qué argumentos morales hay para impedir que un partido legal participe plenamente en la democracia? Ni uno ha aportado.

Pisar calle y explicar la posición ética

Después de las elecciones de Castilla y León ya se dijo aquí que no era malo que Vox entrase en el gobierno castellanoleonés porque así saldrían sus contradicciones a la vista. Ese cierre de fronteras es algo que hasta muchas personas de izquierdas no le hacen ascos. Si pisasen la calle, en vez de vivir en su mundo de clase política, se enterarían que está más extendido de lo que se cree. Y si hay violaciones la xenofobia aumenta mucho más. Es inherente al ser humano buscar la protección de los suyos. Algo que acaba siendo condicionado socialmente siempre y cuando los aspectos morales y éticos sean explicados para poder comprender, asimilar y actuar en favor o en contra.

Vox, como se ha visto con Unidas Podemos –un mero partido para el sostenimiento de una oligarquía de amigos-, está penetrado de contradicciones. Como todo movimiento populista acaba sumando cuestiones que son antagónicas. El catolicismo implícito de Vox (muy apoyado por diversas congregaciones o asociaciones) es antagónico al liberalismo libertario que es su base económica. También el Estado mínimo es contrario aspectos comunitaristas. No es lo mismo Francisco J. Contreras que Iván Espinosa de los Monteros. En algún momento chocarán por principios que son casi dogma para cada uno de ellos. Ahora les mantiene unidos el asco que tienen a Unidas Podemos, como el asco a Vox es lo que mantiene unido al gobierno.

Tal vez pedir coherencia, en un lado u otro, es utópico. Carecen del mínimo compromiso con el conocimiento, la meditación, el análisis, la búsqueda de las primeras causas, la dialéctica o cualquier postura ética razonada. Al final es en los bordes del sistema donde todo se está moviendo y es en el centro donde las personas comienzan a estar muy cansadas de todo…

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