Desde que se dio a conocer la nueva composición del Consejo de Ministros la perplejidad por los análisis de la prensa (especialmente la de “izquierdas”) y de la oposición hacen chirría a las mentes más abiertas y críticas. Desde la derecha es habitual el recurso al gatopardismo, que cambie todo para que nada cambie; a la expulsión de los ministros más quemados por su mala gestión (¿pueden decir qué han gestionado mal Carmen Calvo o Julián Campo?); al intento del presidente por sobrevivir ahora que comienza a oler a muerto y cuestiones por el estilo. Desde la izquierda que si apoyo al municipalismo, que si cierre de heridas de las primarias, que si un nuevo gobierno para una nueva etapa y estupideces por el estilo.

La realidad es bastante más sencilla. Mientras que dentro del PSOE se ha celebrado con euforia la salida del camarlengo monclovita, ha sentado bastante mal la incorporación de antiguas susanistas y de Óscar López. ¿Indica esto algo? No, el sanchismo interno es tan sólido que si viesen al presidente cometiendo un asesinato cruento en directo, lo primero que dirían es que seguro es en defensa propia. El no-sanchismo pasa de lo que haga el presidente y esperan tranquilamente a que se vaya y no deje completamente destruido el partido. Por tanto, las ministras que pretenden cerrar heridas, como mucho las pueden abrir en el seno del sanchismo. El resto del partido pasa. Y quien quiera ver una jugada parecida a la que se ha producido en Andalucía es que no conoce el partido por dentro y memos ciertas federaciones. Hay mucho dejar hacer, pero hasta que les toquen las narices. La caída de Madrid (tanto en el Ayuntamiento donde el PSOE está casi desaparecido, como en la Comunidad), por muchas estrellitas sacadas de la manga que presenten, ha servido para estar alerta de alguna tropelía futura.

En la prensa de “izquierdas” pueden encontrar titulares como Sánchez echa mano del PSOE para el Gobierno y abre una nueva etapa en el partido (El diario). ¿Antes no estaban el secretario de organización o la secretaria de igualdad? Que se haya acordado que tiene un partido bajo su control absoluto, no quiere decir que eche mano del partido cuando los más cambiados son, precisamente, miembros del partido. Más bien habría que decir que elige personas más jóvenes del partido para su nuevo gobierno. Lo cual conlleva un análisis más en términos personales de dirección de Pedro Sánchez, que de nueva etapa en el partido. Como ninguno de los periodistas, tan listos ellas y ellos, se han tomado la molestia de leerse el reglamento del PSOE pues pueden decir que viene una nueva etapa o lo que haga falta… Sánchez es el ejemplo perfecto de bonapartista (o neobonapartista que es como le gustaba decir a José Félix Tezanos) con un control total y absoluto del partido. Puede hacer y deshacer sin que nadie pueda decir que incumple las normas, porque no lo hace. Así que nueva etapa no, la misma desde la aprobación del reglamento (que nadie osará rechazar en el próximo congreso a la búlgara que se ha preparado). Si la etapa nueva es más dura que el centralismo democrático, para ser nueva es bastante poco democrática. Pero de esto no se han percatado los analistas para hablar del partido sino de la imagen.

Y, en parte hay que darles la razón, pero sólo en parte. Sánchez y su equipo de fieles son sólo imagen. Y cuando alguien daña la imagen de Sánchez acaba en el infierno o en la “puta calle”. A Sánchez sólo le importa Sánchez, algo que no tiene que ver con el darwinismo político como comentaba por ahí una analista con libro, sino con algún tipo de problema psicológico (no haber sido capaz de sacar sus estudios en una universidad pública o algo por el estilo) o una prepotencia enorme. Sólo si le daña la imagen actúa. Así Redondo la dañó, junto a González Laya, en el famoso episodio junto a Joe Biden, más la derrota en la Comunidad de Madrid, en la que se implicó firmemente el presidente. ¿Por qué recurre a personas del pasado o que le adoran? Para no tener que sufrir desgaste en su imagen que quiere impoluta. Ya saben cuál es la forma de actuar de él.

Que Félix Bolaños, el muñidor de la estructura antidemocrática del PSOE actual, ascienda a ministro de la Presidencia es lógica y obvia. Le aconsejará, hará el trabajo sucio de fontanería a nivel gobierno y, especialmente, protegerá su imagen. Entre otras cuestiones porque las cosas de la supuesta comunicación política se la traen al pairo, hasta cierto punto. Ejecutará fríamente las órdenes, incluso si hay que llevarse a alguien por delante (políticamente se entiende) o hay que negociar con algún elemento clave de la clase dominante (sector medios de comunicación) en la oscuridad de un reservado. Además será el controlador de quien quede al cargo de la organización del PSOE. Un cargo en el que podrá poner a cualquiera que no tenga donde caerse muerto, por aquello de tener el miedo metido en el cuerpo respecto a la nómica del mes siguiente, y que ejerza el cargo como si fuese Lavrenti Beria.

Sánchez ha hecho un lavado de imagen y ya. Con gente que le estará agradecida por el favor enorme de colocarles de ministros. Ni municipalismo, ni leches. Por cierto, no hay peor político que un alcalde, salvo raras excepciones, tienen un ego tan grande que si se subiesen al mismo y se tirasen se matarían. “Lo que yo he hecho por el pueblo” suele ser su frase tipo, además de “usted no sabe con quién está hablando”. Más allá de esta cuestión graciosa, los alcaldes suelen controlar la agenda política y tener todo el mando (ahí tienen Madrid capital que es una pocilga de mierda de lo sucia que está y no pasa nada), mientras que en un ministerio no saben ni por dónde les pueden venir. Añádanle que la prensa local y/o regional es bastante más timorata que la nacional (por aquello de los dineros de subvención). Así que tampoco hay que magnificar las cosas. Caras nuevas para intentar captar al electorado que los muy listos de Moncloa han visto que se está perdiendo, el de 40 a 50 años. Esta vez el error no será achacable al camarlengo.

Por último, es gracioso que algunos califiquen de cesarista la actuación de Sánchez en esta crisis de gobierno. Evidentemente, la estupidez de Pablo Casado diciendo que los ha elegido personalmente es para que se vaya de vacaciones y no vuelva por estólido. Pero que quienes lo digan son los que lamían el culo de Amado líder morado, tiene su guasa. Sánchez, como aquí se dijo hace muuucho tiempo, siempre ha sido un bonapartista –lo de cesarista en términos de ciencia política encaja menos-, que tiene la unión directa entre él y el pueblo. Cualquiera que trabaje con él sabe que sólo su voluntad (que es apoyada por las masas y si hace falta se hace una consulta) es válida. Todo lo que proponga es verdad revelada. Y busca que no haya ningún tipo de problema. Así ha fusilado a Carmen Calvo (y a todas las feministas españolas) para evitarse broncas que puedan dañar su sueño de estar tres legislaturas de presidente (y si puede ser sin Podemos, mejor). Es más, le gusta tener peleles como Alberto Garzón para darles una colleja de vez en cuando. Quienes han estado a su lado lo saben de sobra y quienes le han enfrentado también. Para algunos esto es bueno, para otros malo. Depende de si se tiene conciencia ética o estética.

No busquen explicaciones a lo que no lo tiene. Sánchez actúa por pulsiones, mediante la espontaneidad de sus propios deseos. No hay lógica en sus actos salvo salvar su imagen. Ahí es cuando le sale el bicho malo de dentro y se lanza a segar cabezas. ¿Es mala persona por eso? Casado ha hecho lo mismo en su partido así que debe estar callado. La nueva generación de políticos es así, sin un ápice de ética y respeto. El compañerismo es algo que han escuchado alguna vez pero que no practican. Al ser seres egoístas (más que individualistas) sólo piensan en su propio beneficio. Unas veces tienen que pisar personas, otras tienen a los palanganeros para que les solucionen los problemas (normalmente personas de menos habilidad y capacidad, pero prestos dejar un líquido viscoso a su paso). En los partidos de izquierdas el compromiso se ha abandonado (salvo el de consigo mismo) y la fraternidad es una palabra añeja. ¿Cómo quieren que un dirigente elevado a la divinidad, que ya llegaba con un ego desbordado y con una alta carga de egoísmo no sea despiadado? (Por cierto esto sirve para otro que se ha cortado el pelo)

La prensa, como siempre, carece de mirada amplia y poliédrica, lo que ven malo en uno, tienen que verlo bueno en el otro, sino no venden (los derechas criticando a uno de izquierda y viceversa). Y luego están los que, con un libro bajo el brazo, van levitando y dictando la única verdad, la suya. En realidad tan ególatras y despiadados como los personajes a los que critican. Las cosas a veces son tan sencillas como ser humanas, con sus debilidades y sus miserias. No busquen tres pies al gato, el cambio ministerial son dos cosas y ya. Sánchez jamás ha sido de pensar mucho, de trabajar demasiado sí. Actúa según le viene a la cabeza y con los datos que le ha ofrecido. Y si puede, con mano ganadora, sea por suerte o por trampas.

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