Pedro Sánchez es capaz de todo con tal de cumplir con sus deseos, uno de los cuales es ser considerado el mejor presidente democrático de España. Para lograrlo jamás ha dudado en sacrificar a “amigos” o perseguir periodistas; ha conseguido que la democracia interna del PSOE sea un vestigio histórico –en el penúltimo Comité Federal conseguía aprobar un cambio reglamentario para impedir que Izquierda Socialista pueda movilizarse en todo el partido-; y ha pedido a una amiga –que ha salido bien pagada- que le escriba una hagiografía ensalzando su figura de resistente. Ahora va a filmar una serie de cuatro capítulos en Moncloa ad maiorem gloriam Petri.

Cuentan desde la productora que se intentará capturar la humanidad del presidente (apriorísticamente señalan una valor que no ha demostrado jamás en política) y el proceso de toma de decisiones de las personas que trabajan en Moncloa. Les ha faltado decir algo que es un tópico en estas cuestiones, la transparencia. Menos mal que no lo ha citado porque es mentira. Como mentira va a ser la serie en sí ya que en ningún momento van a ofrecer la verdadera toma de decisiones en materias con impacto real en las vidas de las personas. Entre otras cosas porque las discusiones del consejo de ministros son secretas, como lo son las de seguridad nacional.

Política espectáculo y banalización

Como no hay motivo de transparencia y sólo se pretende ofrecer una imagen humana de Sánchez –como si las personas pensasen que es un robot-, es correcto decir que el presidente está felizmente integrado en la política espectáculo. El gobierno es la plasmación de una constante comunicación política donde hay mucha comunicación y poca, poquísima, política. De la derogación de la reforma laboral a una reformita consensuada con la patronal, pero vendida como si no se hubiese producido nada igual en la historia de España. Esas imágenes poniendo morritos de Sánchez haciendo que está en una conversación importantísima. Al final del camino ¿qué hay? Postureo.

Con Sánchez ha llegado la banalización del arte de gobernar, por utilizar un término clásico. La verdad, con este presidente, ha perdido completamente su característica de valor para ceder el paso al proceso de eficacia psicológica. Porque la serie de Sánchez no es más que un intento, en medio de una guerra y una crisis económica, de modificar psicológicamente la percepción de las personas respecto a él mismo, a la persona, no a lo que hace. Ya no es Sánchez un personaje cargado de creencias (sociales, morales…) sino un mero comercial de su propia persona. Hoy dice una cosa y mañana otra distinta sin rubor alguno porque la verdad carece de valor.

Putin y la inflación del año pasado

Hay que tener mucha cara y poca vergüenza para afirmar en el parlamento que los precios de la energía y la inflación son solamente culpa de la guerra provocada por Vladimir Putin. La inflación del 7%, que se ha comido todas las subidas salariales de los españoles, ya estaba antes de que el ruso invadiese Ucrania. Sobre ello no han hecho nada y hasta minusvaloraban esas subidas del IPC. El precio de la energía no ha subido ayer mismo, sino que lleva subiendo bastante tiempo. De hecho tuvieron que intervenir para parar los costes energéticos.

No hay nada mejor que una guerra para quitarse las responsabilidades de encima. Un artificio que, salvo a los abstraídos por su personaje, a nadie va a engañar. Putin invadió Ucrania hace dos semanas y ya estaban la situación mal. Si las apreciaciones dicen que el IPC llegará al 10% hay que recordarle al señor de las series que estaba ya en el 7%. ¿Qué medidas se están tomando para que la repercusión de la guerra no afecte a la gente de a pie? De momento ninguna y las que se tomen para limitar los precios energéticos serán por los problemas de Alemania y países circundantes. ¿Piensa bajar el nivel de impuestos en los gasóleos que tanto impacto tienen en las personas del común? Ni lo sueñen.

Teatro, lo tuyo es puro teatro

Claro que, a veces, la comunicación política falla de forma tremenda en el Gobierno de Sánchez. ¿A quién se le ocurre plantear un programa de igualdad dotado de 20.000 millones de euros en mitad de una guerra en Europa, con los precios elevándose cada día y con miedo a encender la calefacción? Ni al más tonto de los asesores que pretendiese dejar mal a Irene Montero se le puede ocurrir. Cierto que jamás se llevará a cabo ese programa, pero sólo plantearlo es un error de principiante en alguien que sólo mira por su imagen. Ni al camarlengo monclovita –que está muy callado últimamente- se le hubiese pasado por la cabeza.

Sánchez es el perfecto ejemplo de banalización en la política postmoderna. Lo suyo es puro teatro y ello se refleja en la decisión de rodar una serie sobre su persona en Moncloa. Un ególatra de manual que estará cavilando si titular su serie de la siguiente manera: “Españoles, sois idiotas”. Ni el NO&DO de Franco durante la dictadura llegó a tal extremo. Los valores cívicos, entre los que se presume cierta seriedad con las cosas de comer, quedan sepultados para dar cabida al imperium. Un emperador que, por cierto, comienzan a ver desnudo la mayoría de españoles.

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