Algunas enmiendas hablan por sí solas y otras son una constante paradoja con la actuación de los propios proponentes.

“Desde España revertiremos la xenofobia, el racismo y el antigitanismo que traen los partidos de ultraderecha en Europa”. Di que sí. España se sobra y se basta para la lucha contra el odio en todas sus formas en toda Europa y el mundo mundial.

“La transición hacia una sociedad basada en los principios y criterios socialdemócratas, que no será repentina, ni violenta llevándose por delante el orden democrático; no es necesaria una revolución: lo que es necesario es favorecer a través de un régimen democrático enriquecido con mayor participación y capacidad de debate ciudadano, las reformas necesarias para que la propia realidad social camine en la dirección adecuada”. Este es el fin del socialismo crear la sociedad socialdemócrata. Lástima que feneciese bajo el thatherismo y bajo el impulso del sistema capitalista. Una postura gradualista típica de la izquierda socialista pero que no lleva a una transformación sistémica. La estructura del sistema es adornada o mediatizada con algunas políticas sociales, pero no hay transformación del capitalismo.

“A diferencia de lo que se postulaba desde la óptica de un marxismo elemental, actualmente no se puede sostener que el capitalismo lleva en sí mismo la semilla de su propia destrucción automática”. Por tanto no hay alternativa al capitalismo ¿salvo las fórmulas cooperativistas o la economía colaborativa? Cualquier sistema tiene dentro de sí su propia contradicción y su germen de destrucción. Así se ha visto a lo largo de la Historia. Los sistemas han ido cayendo bien por movimientos revolucionarios, bien por la propia evolución, pero siempre existen contradicciones de destrucción. Claro que tampoco Marx afirmó que exista una destrucción automática, eso es más culpa de las traducciones malas que del marxismo científico. Afirman, los sanchistas que sólo queda el capitalismo depredador actual. Pero…

“Con la revolución tecnológica a la que asistimos, podemos dirigirnos hacia una sociedad sin escaseces, una sociedad de la igualdad y el bienestar en armonía con los límites ecológicos de nuestro planeta”. Aquí está la solución. La razón instrumental. Recuerda esta frase, y otras similares que se encuentran en el documento, a lo que afirmaba ya en 1964 Herbert Marcuse en El hombre unidimensional. Existe la capacidad técnica para la emancipación de las personas pero el dominio no lo permite. Sin embargo, el sanchismo acabará con la pobreza a golpe de App. Volvemos al punto central. El capitalismo no genera esas condiciones porque no le interesa y la revolución tecnológica está bajo las manos capitalista. Es cierto que las condiciones para la emancipación de la humanidad existen pero no caerán gracias a un robot. ¿O sí? Y fiarlo todo a la razón instrumental se ha demostrado que es peligros como denunciaron Adorno y Horkheimer.

“Sobre la base de la célebre triada de igualdad, libertad y solidaridad, los valores del socialismo democrático han combinado la búsqueda de la justicia social con la libertad individual, concibiendo la libertad como la ausencia de dominaciones”. Se recuperan en esta frase los postulados fracasados de Philip Petit. La libertad como no dominación es una ilusión teórica que ha tenido mayor o menor fortuna intentando ser una mezcla de rasgos comunitaristas, socialistas, liberales y para superar la distinción entre libertad positiva y libertad negativa. O como dijo Benjamin Constant la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos. Al final la tensión interna del concepto hace que sea insuficiente.

La no-dominación, mediante la diatriba positiva y negativa, es buen aspecto de avance. Porque el socialismo lucha contra la dominación de una clase por otra, de un ser por otro, pero tal y como es presentado no es más que una recuperación del buenismo del zapaterismo. Gracias a Niklas Luhmann aprendimos que si estamos mirando hacia la dominación por un lado, por el otro se están produciendo cambios. Siempre existe un dinamismo analítico que hace permite la evolución pero genera incertidumbre. Además, ¿qué es la dominación? ¿a qué dominación se refieren? Son muchos conceptos sueltos que no generan ningún discurso ideológico claro. Amartya Sen o Martha Nussbaum ofrecen un republicanismo político mucho más cercano a la socialdemocracia respecto a la Justicia Social que la libertad como no-dominación. Incluso el giro contextual del sevillano Enrique Bocardo tiene elementos de análisis mejores.

“Tras abandonar el gobierno, en las elecciones de noviembre de 2011, el PSOE pierde 4,5 millones de votos y 58 escaños. La espectacular difusión de los movimientos del 15 M, la aparición de Podemos y Ciudadanos y la intensa campaña mediática diseñada por la derecha económica y política para hacer un “sándwich” al PSOE y forzar el “sorpaso” (sic) por Podemos, no ha logrado el objetivo de relegar al PSOE; aunque en las elecciones de 2015, con 90 diputados, hayamos perdido 1,5 millones de votos respecto a las elecciones de 2011, pero que ese resultado supone la recuperación de 2 millones respecto a las anteriores elecciones al Parlamento Europeo de 2014. En la repetición de las elecciones generales en junio de 2016, con una menor participación y la pérdida de 120.000 votos se produjo una ligera remontada de 0,6 % en porcentaje de voto”. Este párrafo lo repiten en la enmienda 12 y en la enmienda 186. Corta y pega.

Respecto al párrafo en sí, sólo transmite victimismo y deriva la responsabilidad de los malos resultados electorales a los otros. Pérez Rubalcaba que perdió muchos votos. El sándwich de la conspiración judeo-mediática para colocar a Podemos y Ciudadanos contra el PSOE y propiciar el sorpasso (se escribe así porque es término italiano). Eso sí los 85 diputados de las elecciones del 26-J no aparecen. Un intento de falseamiento de la historia lamentable.

“En este sentido, con diferentes formatos y estrategias, los  Laboratorios de Innovación Democrática o Innovación Ciudadana, con ejemplos como  MindLab en Dinamarca, GovLab en EE.UU., el Laboratorio Hacker de Brasil o los LABIC  de la SEGIB. Están abriendo espacios para el diseño abierto, la experimentación, la  deliberación, o incluso la explotación de datos públicos mediante hackatones;  precipitando además la confluencia de ciudadanos, con organizaciones sociales,  empresas y gobiernos”. Esto se lleva haciendo años y Felipe González, en muchos de sus artículos y libros, lo ha defendido para desgracia del sanchismo. No por poner muchos nombres técnicos se pierde la esencia de una deliberación entre élites. Porque el ciudadano en sí no está presente. Nada nuevo bajo el sol ofrecen.

“La cultura nos dota de humanidad y nos transforma en seres sociales y políticos”. Yo creía que eran los procesos de socialización pero parece que un cuadro, una película o una estatua son los componentes esenciales de la formación de la ciudadanía. ¡Cómo están las cabezas! Pobre Aristóteles y su zoon politikón. Ahora resulta que es la cultura la que nos emancipa y logrará la revolución, como quería Walter Benjamin. O ¿es que igual están mezclando conceptos y no se dan cuenta de las distinciones? Cultura social, Cultura política y Cultura como fenómeno artístico.

Claro que leyendo lo siguiente no caben dudas de que la mezcla de autores hace que cada cual arrimen el ascua a su sardina: “Cultura y socialismo democrático es un binomio indisoluble y una garantía de una sociedad emancipada, próspera y que progresa”. ¡Lo que hay que leer! Están recuperando partes del programa de la Internacional Situacionista. ¡A través de Bauhaus a la revolución!

“La modificación del artículo 135 para garantizar la estabilidad presupuestaria y la estabilidad social”. Pedro Sánchez votó a favor de cambiarlo.

“Uno de los compromisos más importantes del socialismo democrático del siglo XXI debe ser trabajar por controlar el poder de los oligopolios, neutralizando su intromisión opaca en las regulaciones públicas, su elusión de impuestos a través de paraísos fiscales, la búsqueda de privilegios fiscales, o sus conductas colusivas y rentistas”. Pedro Sánchez, Susana Sumelzo o José Luis Ábalos apoyaron dar a Florentino Pérez una indemnización de más de 1.600 millones por el Castor.

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