No hace tanto tiempo los circos de animales, por tanto, los circos tradicionales, recorrían el mundo cumpliendo dos funciones sociales, por un lado el entretenimiento y por otro acercar los animales salvajes a gentes que tan sólo podían imaginarlos. El movimiento animalista ha conseguido que poco a poco se vayan prohibiendo este tipo de atracciones, el uso de animales salvajes, pese a que las condiciones de vida se atengan a la estricta normativa. Sin embargo, las familias españolas siguen acudiendo al circo tradicional, no a esos falsos circos soleados, en una cantidad que ha asombrado hasta a los más reacios.

Como informa Europa Press, el circo Quirós ha logrado en el primer mes de funciones congregar a más de 60.000 personas en la capital madrileña. La cual, por cierto, en tres meses activará la prohibición de espectáculos circenses con animales salvajes. Como ya hiciera el popular David Pérez en Alcorcón, otro cargo del PP, José Luis Martínez Almeida, se suma a la lucha animalista de esa progresía que detestan. De hecho podría haber cambiado las ordenanzas (de Manuela Carmena) mediante votación y no lo ha hecho. Mientras tanto, por la pista de “arena y serrín” del circo seguirán pasando leones, tigres y elefantes, a lo que añadir a equilibristas y payasos “de toda la vida”.

Desde el circo afirman sentirse “orgullosos de ser el último circo tradicional” con sus animales perfectamente tratados. Pero no quieren quedarse en “lo animal” tan solamente y señalan que también tienen un espectáculo único como la troupe Lozada que hacen equilibrios sobre un alambre a diez metros de altura, motos encerradas en una bola de hierro haciendo acrobacias a más de cien kilómetros hora o espectaculares juegos de luces y rayos láser. Frente a los animalistas afirman que los animales que tienen en su espectáculo tienen a su disposición a dieciocho personas para su cuidado, además de poseer grandes espacios para correr y jugar más un veterinario durante las 24 horas del día, habiendo superado todas las inspecciones con éxito. Los dueños del circo afirman que los animales “son tratados con amor y cariño, porque son parte de la gran familia del propio circo”.

Sin duda la cifra de 60.000 espectadores supone un empujón a una forma de ganarse la vida que, tras surgir de los deleites de la clase alta, pasó a las grandes masas ávidas de ver de cerca a esos animales salvajes que podían conocer por las novelas de Emilio Salgari, por ejemplo. La última oportunidad de ver este tipo de espectáculos que tocan a su fin arroyados por la postmodernidad y el cuidado de los animales salvajes. Bueno esto último menos porque se están extinguiendo presas de la voracidad capitalista en sus núcleos originarios. La infancia de muchas personas viene reflejada en la mente de cada cual por esa ilusión de acudir un día al circo, ahora la infancia tendrá impresiones digitales que igual se pueden imprimir en 3-D. Con la muerte de los circos muere también un poco la modernidad.

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