La semana pasada Ciudadanos y Podemos sorprendían a la sociedad al acordar dar un paso previo para la modificación del sistema electoral español. Esperan que PSOE y PP se sumen a su iniciativa, aunque ya Albert Rivera ha dejado caer que no se les nota mucha intención a los “viejos” partidos. Eso sí, el dirigente naranja cree que la reforma es “un asunto crucial para el futuro de España”. Parece excesiva la afirmación teniendo en cuenta que hay asuntos más preocupantes como la violencia machista, la precariedad laboral, el futuro de las pensiones y otras tantas cuestiones igualmente, sino más, cruciales para la ciudadanía. Si acaso puede ser crucial para los partidos que solicitan la reforma.

En este artículo se pretenden analizar las propuestas de ambas formaciones, sus intenciones, las incongruencias y lo que podría suceder de aplicarse la reforma tal y como quieren. Porque, esto hay que tenerlo en cuenta, la modificación del sistema electoral, que en un principio puede parecer muy justa e igualitaria, puede que genere otras repercusiones mucho más indeseables y perjudiciales para el propio sistema. En política nunca todo es blanco o negro, y eso a priori parece que no lo tienen en cuenta dentro de la formación naranja, pues Podemos tiene mayores reservas a lo que propone la derecha naranja.

Los principios de la reforma.

Cuando se establece una reforma electoral (o cuando se constituye por primera vez) hay que presentar los principios inherentes a esa pretensión. Por ejemplo, cuando se creó el sistema electoral que ahora existe en España, los principios ejecutores eran: lograr una estabilidad del sistema político, para evitar el caos de la II República; reforzar las estructuras de unos partidos políticos nacientes; conceder espacio a las demandas nacionalista; y otorgar cierta dádiva a los procuradores que traicionaron a la dictadura franquista (en el Senado principalmente). Y en este sentido parece que sí ha servido lo que en su momento se produjo. Y no es la primera vez que se pretende cambiar el sistema electoral, ya a finales de los años 1990s hubo un intenso debate donde se plantearon cambios diversos (mayor proporcionalidad, transferencia de votos, listas abiertas, cerradas o semibloqueadas, etcétera).

¿Cuáles son los principios que hoy aducen desde Ciudadanos y Podemos para ese cambio electoral? Rivera, al que sigue todo el séquito naranja, afirma que quiere que “los votos valgan igual, que voten las personas y no los territorios”. En Podemos son mucho más modestos y quieren mayor proporcionalidad, desde una posición de Justicia política, y un Senado más regional. Esto último también es apoyado por el PSOE. Se volverá posteriormente al análisis de la frase del dirigente naranja, pero lo que se deriva de la propuesta de reforma es que el sistema español es injusto por poco proporcional. Y en eso tienen razón, la obligación de la circunscripción provincial genera una desproporcionalidad, salvo en las grandes circunscripciones y las medianas.

¿Por qué más proporcionalidad? Para que el sistema sea más justo respecto a los partidos que se presentan y obtienen una cantidad suficiente de votos para tener representación. Desde Podemos, sin ocultar el propio interés partidista (que no es malo en sí), suelen explicar que con un sistema más justo la voz del pueblo tendría una representación mejor. Digamos que la voluntad general estaría mejor representada y de forma más plural, tal y como es el pueblo español. Olvidando a Jean Jacques Rousseau y ciertos utilitaristas para los cuales la voluntad general es la media de la agregación de las voluntades individuales, la que quedaría mejor representada sería la disparidad de criterios de los partidos elegidos por la ciudadanía. Y eso es bueno y más justo en sí.

A cambio puede perderse cierta capacidad de gobernabilidad. Decía hace siglo y medio John Stuart Mill que había que valorar el sistema electoral que se eligiese respecto al carácter del país en que se implantaba. Algunos pueden estar más dispuestos, por educación, al consenso y otros al disenso. Así, una mayor proporcionalidad en España no garantizaría en sí una mejor gobernabilidad, pues el carácter español de hoy en día no es que sea muy consensual, y lo acontecido en la II República con aquella miríada de partidos en buena muestra de ello. Pero no deja de ser menos cierto que de la práctica se genera la virtud y dependiendo cómo se estableciese el sistema general podría resultar beneficioso. Por tanto, más proporcionalidad es más justo aunque sabiendo qué podría pasar. Porque el sistema se debería cambiar fuera de los intereses personalistas de los partidos actuales y para que durase al menos una generación o dos.

Hay que recordar lo que ya expresó el profesor Julián  Santamaría: “Los cambios de un sistema electoral a otro sólo tienen sentido cuando hay algo que funciona realmente mal o incluso no funciona y existe la razonable certeza de que la causa del problema o, al menos, una de las principales causas están en el sistema electoral”. ¿Qué funciona mal en el sistema para querer cambiarlo? Evidentemente, la poca proporcionalidad, pero en Estados Unidos es peor y nadie dice que haya carencias democráticas e injusticias. Peor es, como se ha visto en esta última legislatura, que las mayorías parlamentarias puedan ser vetadas por el Gobierno en minoría. Pero este problema no es del sistema electoral. Pero daremos por bueno que un poco más de proporcionalidad sea más justo y beneficioso para todo el sistema social.

Las falsedades de Ciudadanos.

En Podemos ha quedado claro que sólo quieren más proporcionalidad para que se exprese de mejor forma la pluralidad partidista. Ahora bien, en Ciudadanos las pretensiones son otras. No sólo garantizarse más actas, que es legítimo si no se pone en quiebra el propio sistema, sino impedir que los demás tengan representación ajustada a sus votos. Curiosamente los partidos que mejor proporcionalidad han tenido siempre entre votos y escaños son los nacionalistas, contra los que se dirige la reforma naranja. Quiere quitarles peso para que pierdan capacidad política en el Parlamento, y ganarla él supongo. Por eso es normal que en la frase citada anteriormente diga que voten las personas y no los territorios. Una soberana estupidez intelectual porque siempre votan personas, con sus opiniones, sus deseos, sus aspiraciones y sus disensos. Pero aún más, siguiendo la lógica mental del señor Rivera, porque España es un territorio y votaría ¿o no?

La pretensión de traer el sistema alemán a España, debe ser que Jiménez de Parga tiene muchos seguidores, supondría unas 175 circunscripciones electorales uninominales, más listas a nivel estatal con 175 candidatos de cada partido. La proporcionalidad se conseguiría restando del reparto los diputados o diputadas, lo que se hubiese obtenido en el voto uninominal. Es decir, que habría que depositar dos papeletas para el Parlamento y así compensar unas con otras. Pues resulta que este voto no es más proporcional que el actual español en sí. Es más, se puede generar mayor desproporcionalidad y salir perjudicados los partidos nacionalistas que, con el sistema actual, tienen una proporcionalidad justa y con el otro no. De ahí a que se incendie aún más lo identitario hay un paso. Como se ve en Ciudadanos no piensan en la justicia del sistema y en el bien común, sino en ellos mismos.

Pero no se quedan aquí las falsedades e incongruencias de la formación naranja. El 31 de enero de 2018 en Teruel, Rivera dijo que “Ciudadanos quiere una Ley Electoral donde los votos valgan igual, con listas abiertas y sin voto rogado”. Excluyendo la salvajada del voto rogado para los ciudadanos que viven en el exterior y que todos, menos el PP que fue quien lo instauró, están de acuerdo en derogar, queda la mentira del valor de los votos. El voto siempre tiene valor 1. Da igual dónde se inserte la papeleta. Y por mucho que los naranjas se den de cabezazos contra la pared, no es deseable que alguien tenga un voto con valor 2 (ya les gustaría a ellos y ellas). Cuestión bien distinta es que en unas circunscripciones haya que gastar más votos para obtener un diputado que en otras, pero eso siempre va a suceder y, curiosamente, esto es algo que nadie en la Ciencia Política o la Sociología Política han puesto en discusión. En circunscripciones grandes costará más que en las más pequeñas, pero porque la población es distinta. Por eso quieren una circunscripción estatal, para quitar a “España vacía”, esa España rural que no les vota, su poco poder. Diluir lo rural para ganar. Y que no diga luego Rivera que le preocupa, que “la despoblación no será un asunto local, sino nacional”.

Toda la pretensión de Ciudadanos con la reforma del sistema electoral es intentar superar cualquier traba regional, cualquier traba donde no obtiene votos, para ganar a nivel más alto lo que es incapaz de ganar a pie de calle. Quiere evitar desarrollar una estructura a nivel estatal, quiere evitar a los pueblos de España porque no son lo suyo, porque no le interesa cambiar algo en la “España vacía”. Ciudadanos es un partido neoliberal, del sistema capitalista, y en lo rural sólo ven conservadurismo. Por eso quieren una circunscripción estatal. Y además quitarse de encima a los nacionalistas, sin tener en cuenta las posibles consecuencias.

Quieren quitar la tiranía de la mayoría, del sistema actual donde se prima al más votado, pero sin percatarse que se puede entrar en la tiranía de la minoría. Que el sistema puede volverse más inestable porque un partido pequeño podría determinar el gobierno hasta en sus más insospechadas políticas públicas. El deseo de gobernar a toda costa les impide ver el reverso tenebroso de sus propuestas. Claro que con ideólogos como Juan Carlos Girauta todo es posible. Y la principal función de un sistema electoral es conseguir la gobernabilidad y si por el camino es más justo (proporcional) y se evitan las tiranías, mejor que mejor. Pero esto no está detrás de la propuesta de Ciudadanos. A ellos les interesa su propio interés sin pensar en el sistema global y en la ciudadanía.

Las listas abiertas ¿nadie se ha parado a pensar las consecuencias?

La segunda parte de la propuesta de Ciudadanos es el establecimiento de listas abiertas. Algo que también apoya el PSOE aunque no en el mismo sentido, y que no verían mal los demás partidos. Realmente, en ninguno de los partidos políticos se han tomado la molestia de revisar la literatura científica al respecto. Ni han valorado los estudios que se han llevado a cabo sobre las listas abiertas. Vamos que proponen cosas sin saber realmente qué pasaría de aplicarse, aunque sea por análisis comparado. Y en Ciudadanos, la verdad, es que no hay un solo politólogo destacado por algo científico o intelectual en este sentido. En Podemos tienen unos cuantos, principalmente Carolina Bescansa. Y en el PSOE actual se ignora en qué punto se encuentran. ¿El PP? No querrían cambiar. Por tanto, lo suyo es centrarse en la propuesta de la formación naranja.

Quieren listas abiertas para que la ciudadanía sea más libre, que elija independiente de las oligarquías de los partidos políticos, cuando paradójicamente el partido más centralista y oligárquico de España es Ciudadanos. Como principio puede ser impecable, ahora bien existen ciertos problemillas que no deben haber valorado al proponer esto. Tal y como lo expresan en los mítines y entrevista no se sabe si son listas abiertas tipo Senado (donde se puede mezclar de diversos partidos), o si es un voto de preferencia (cambiar el orden que establece el partido) o lo que algunos llaman listas desbloqueadas. Lo mejor comenzar el análisis de las listas abiertas tal cual. Esta propuesta, y sin considerar su idea de una lista estatal, provocaría que en circunscripciones como Madrid, Valencia o Barcelona, los electores se enfrentarían a una papeleta de tamaño DIN-A0. Piensen en sólo 20 partidos a 33 diputados por partido de media, nos da una papeleta con 660 candidatos. Y si ya les resulta engorrosa una papeleta como la del Senado, multiplíquenlo por 10. Pues imagen eso si la propuesta fuese a nivel nacional con 175 diputados a elegir. Esto no lo han visto.

Supongamos que son listas cerradas y desbloqueadas, esto es que cada elector puede cambiar el orden de preferencia en una lista de un partido solamente. El principio que anima a apoyar este tipo de lista es que se evitan los tejemanejes de las burocracias partidistas y pueden los ciudadanos elegir a los que ellos crean más calificados. Esto también lo apoya el PSOE y cae en el mismo error de interpretación. En los casos estudiados a lo largo de la historia nunca, sí nunca ha habido cambio alguno. Como recuerda el profesor Santamaría: “En Bélgica, por ejemplo, entre 1919 y 1985, es decir, en más de 65 años, tan sólo diecinueve diputados fueron elegidos fuera del orden preestablecido en las listas, en Holanda son rarísimos los casos y en Noruega no se conoce ninguno”. Salvo en Italia, las listas desbloqueadas no producen lo que quieren decir en Ciudadanos y PSOE. Que se haga, por si quieren quedarse a gusto, no tiene incidencia real.

¿Por qué? Porque la burocracia de los partidos es tan fuerte que no permite que los candidatos de más abajo tengan una campaña propia. No les dan cancha más allá de algunos actos. Así que sólo les quedaría pagarse por sí mismos su propia campaña. Y esto tiene dos consecuencias. Una, que al ser una campaña sufragada para él o ella pueden enredar las corruptelas y aumentarían los costes electorales. Y dos, la enorme cantidad de candidatos (660 como en pasaría en Madrid) sería imposible para cada ciudadano considerado individualmente. Incluso conocer a 36 de la lista del partido preferido sería una labor muy exigente y un gasto de tiempo que, no se va a ignorar, nadie suele utilizar ni para un solo partido. Así que la teoría es muy bonita e, incluso, perfecta, pero la plasmación tiene numerosos inconvenientes que provocan que, al final, la gente tache a los primeros nada más. Como mucho se haría un voto en contra de algún candidato. Como han demostrado las listas al Senado, los cambios son mínimos. Queda muy bien vender listas abiertas para parecer más demócrata cuando conoces perfectamente que no va a servir de nada. Si lo sabes, porque es para poner en duda en el caso de Ciudadanos y del nuevo PSOE.

¿Qué cambio?

Podemos, a través de Irene Montero, ha ofrecido cambiar la fórmula D’Hondt (se divide el total de votos por 1, 2, 3… y se distribuyen los escaños por los dividendos más altos) por la Sainte-Laguë (a diferencia de la fórmula D’Hondt, se divide la suma total de votos de cada partido entre 1, 3, 5, 7) que genera mayor proporcionalidad. Pero manteniendo la circunscripción provincial, ya que quitarla implicaría modificar la Constitución. Además, como posibilita la propia Constitución, se aumentaría el número de diputados a 400 para distribuir esos 50 escaños más entre las circunscripciones más pobladas y conseguir reducir la desproporcionalidad.

No es mala opción dentro de lo que permite la propia Constitución y si se sumase, por una cuestión de marketing electoral como se ha visto, las listas desbloqueadas, PSOE, CS y Podemos se podrían poner de acuerdo. Incluso, el PP podría aceptar. Ahora bien, ¿tanto jaleo para nada? Si quieren más proporcionalidad y que el sistema siga teniendo cierta estabilidad, con representación territorial lógica por la plurinacionalidad de España, con sólo cambiar la circunscripción electoral de la provincia a la Comunidad Autónoma se ganaría proporcionalidad. Porque la regla D’Hondt tiene la virtud de primar al más votado un poco, y ganar gobernabilidad, y en circunscripciones medianas y grandes es casi proporcional perfecta. Pero claro esto no vende en el mercado electoral. Ni se tienen principios, estudios y visión de futuro. Sólo importa en hoy y el ahora en los partidos. Y muchas veces lo más sencillo, aunque no más vendible, es la solución.

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